A seis de meses de gobierno de Milei

La aprobación en el Senado, y ahora en Diputados, de la Ley Bases y el hecho de que Milei haya cumplido seis meses marcan el fin de un primer momento de su gobierno. En términos generales han sido meses de una ofensiva política reaccionaria tratando de revertir todo tipo de conquistas históricas de la clase trabajadora y las mayorías sociales. Como objetivo, el gobierno y sectores fundamentales de la clase capitalista, buscan operar un cambio global de la Argentina en el sentido de potenciar todos los niveles de explotación laboral, de desregulación económica, de mayor apertura hacia capitales imperialistas y como regla general “convertir todo lo que sea un derecho social en una mercancía”. Sin embargo, llevar adelante este plan de reformas estructurales requiere un nivel de paz social y adaptación política por parte de la clase trabajadora que solo podría lograrse imponiendo una derrota histórica de las luchas en curso, como efectivamente se vivió durante los años 90’, y que de esta manera no haya resistencia social a los planes de Milei. Hecho, evidente, que no ha sucedido y que su emergencia en estos meses es el otro elemento fundamental de la nueva situación política abierta desde la asunción del gobierno

  Así, frente a los ataques apareció el contrapunto de enormes acciones de defensa por parte del movimiento de masas. La lista de esas movilizaciones es ilustrativa de la radiografía de la lucha de clases en Argentina y también a nivel internacional: desde la clase trabajadora con los paros y marchas de las centrales sindicales, del movimiento estudiantil y las universidades, y el movimiento de mujeres. En el medio se cruzaron jornadas de lucha importantísimas frente al Congreso, las de los movimientos sociales frente a la persecución política, el estallido social de trabajadores en Misiones, además de toda una serie de huelgas por sector como metalúrgicos, sanidad, las universidades, etc. 

Un primer momento, entonces, que podemos sintetizar como de ataque reaccionario desde el Estado y defensa activa por parte del movimiento de masas. La resultante de esta contradicción ha ido variando en estos meses, en donde por momentos el gobierno atravesó varias crisis, como la parlamentaria que le valió la caída de su primer intento de “refundar el país” con la Ley Ómnibus, en donde chocó con sectores del propio régimen político que le marcaron ciertos límites a su intento de llevarse puesto una parte sustancial del andamiaje legal del Estado. Luego, con la marcha universitaria que lo hizo retroceder y tener que bajar parte del dinero para su financiamiento y más recientemente la renuncia de Posse y el escándalo de los alimentos de Pettovello que expuso ante amplios sectores de la población el carácter antipopular y hasta inhumano del gobierno. 

Este conjunto de elementos, fue incubando una incipiente crisis política donde los capitalistas autóctonos y foráneos comenzaron a poner en duda si Milei tenía efectivamente la capacidad de gobernar, de ejercer el poder y darle un carácter estable a su plan de reformas pro-mercado. Difícilmente el empresariado acepte invertir en un país en crisis con un gobierno incapaz de garantizar la aprobación de leyes y cierta estabilidad al menos en el mediano plazo. Por eso, lo que sucediera con la Ley Bases era importante: si no lograba la aprobación el Senado, la dinámica de la crisis política iba en escalada con consecuencias inciertas. 

Pero no fue el caso. Su aprobación, aunque muy ajustada, logró un corte en la dinámica de la crisis en ciernes y por lo tanto evitó que los mercados le bajen el pulgar al gobierno. Lo que no quita que los elementos de crisis latente, con epicentro en la brutal caída de la actividad económica, no esté ahí asomando en la esquina para desestabilizar todo. Por eso la aprobación de la Ley Bases es un triunfo del gobierno, aunque acotado, táctico, porque le permite salir del paso crítico en que se encontraba, pero eso no configura ya un escenario de estabilización general y mucho menos de resolución de la crisis histórica en el plano económico. 

Otro elemento importante de la coyuntura política es la avanzada represiva durante la jornada en el Congreso del 12 de junio. El gobierno, a través de Bullrich, se valió de provocaciones con infiltrados para justificar la represión que se llevó a 31 personas detenidas injustificadamente. La jugada de ligar a las organizaciones de izquierda con las acciones de los servicios infiltrados fue muy burda  e hizo visible la podredumbre del accionar del gobierno con su operativo represivo. Una vez más, los reflejos democráticos le pusieron un límite a la política de criminalizar la protesta social. Las concentraciones en Plaza de Mayo y Comodoro Py de los distintos sectores democráticos y la conferencia de prensa en la Serpaj lograron la liberación de 16 detenidos. Ahora, es necesario impulsar las acciones lo más amplias posibles para seguir movilizados hasta liberar a los 5 presos que faltan y poner un alto al ataque que el gobierno de Milei busca descargar sobre la vanguardia y los que luchan. 

Recesión económica y la experiencia política con el gobierno

Al gobierno de Milei lo votaron amplios sectores populares, de trabajadores y las clases medias para que resuelva los acuciantes problemas que vienen de años de arrastre, como el empobrecimiento general de capas enteras de la población, la inflación constante, el deterioro profundo de las prestaciones estatales, etc. Un cuadro de degradación de la vida que tiene casi una década, en donde se pasó por la experiencia primero del macrismo, y luego del peronismo albertista, en donde las cosas no dejaron de empeorar. Milei fue capaz de capitalizar ese malestar, pero en clave derechista y reaccionaria, focalizando la responsabilidad de todos los males en la “casta política”, en trabajadores desocupados que cobran algún tipo de asistencia estatal, en el propio Estado como “ladrón que roba con los impuestos”, etc. Así, logró invisibilizar a los verdaderos responsables de la miseria social que son los empresarios y los partidos patronales que trabajan para su beneficio. 

Pero ya pasaron 6 meses de gobierno y las condiciones de vida empeoraron sustancialmente. La inflación contuvo su dinámica de crecimiento en espiral, pero sobre la base de contracción general del consumo vía una caída brutal del poder adquisitivo de los salarios a partir de la devaluación del 120% en diciembre pasado. Las cifras son brutales. Sólo en los primeros tres meses del 2024 los salarios cayeron un 20%. Además, por ejemplo, el consumo de carne está en su piso más bajo en 30 años, con un 15,9% por debajo de lo registrado en mayo de 2023. Los supermercados cayeron en sus ventas un 17,6% interanual. Por otro lado, el INDEC publicó que la desigualdad, medida por el coeficiente de GINI alcanzó el mayor nivel en 16 años. 

A partir de esta abrupta contracción del consumo se produjo una fuerte caída de la actividad económica de 5,1% interanual que ya se transformó en recesión, produciendo una suba del desempleo a 7,7%, con una pérdida de 150.000 puestos de trabajo registrado de principios de año para acá, cifras que no reflejan el trabajo informal y que podrían dar un número mayor teniendo en cuenta el crecimiento del trabajo en negro. El cuadro de fábricas paradas, con suspensiones masivas temporales o que directamente empiezan a cerrar ya empieza a pintar un nuevo paisaje social. Las cifras oficiales refieren una caída de la producción industrial en mayo de 10,9% con respecto a mayo de 2023. 

El correlato de estos números económicos, es la vida real de millones de trabajadores y jóvenes que comienzan a ver que, luego de 6 meses de gobierno, todas las variables que hacen a su existencia cotidiana están mucho peor y que, además, las perspectivas para el futuro próximo son aún peores. Como señalaba un analista político días atrás, a partir de ahora, Milei ya tiene su propio pasado y además con la aprobación de la Ley Bases se le cae la excusa de que “no puede mejorar la economía porque no lo dejan gobernar”. Así, a medida que pasa el tiempo, los problemas económicos sin resolver son cada vez más responsabilidad del gobierno y menos de “la casta” u otros “chivos expiatorios”. 

En simultáneo, con ese desgaste en las expectativas de la población, aparecen los especuladores financieros, el complejo agrario agroexportador y el FMI, que piden a gritos la salida del cepo cambiario y una devaluación de la moneda que no haría otra cosa que repuntar la inflación, lo que incrementaría ese creciente malestar social y debilitaría aún más las ilusiones en el relato libertario. Todo un juego de presiones que colocan al gobierno en una nueva encrucijada, esta vez, no por medio del juego político de la rosca parlamentaria, sino directamente con los mercados, pero con una población extenuada de telón de fondo. 

El rol del peronismo y las direcciones sindicales de la CGT y la CTA

Por otro lado, el peronismo tiene un rol dual: al mismo tiempo que se ubica políticamente en el campo opositor al gobierno, juega sus fuerzas sociales como los sindicatos y movimientos sociales como garantes de la gobernabilidad del país. Si bien votaron en contra de la Ley Bases en el Congreso, la CGT y la CTA no convocaron a un paro general ese mismo día para movilizar, lo que hubiese implicado un boicot real y contundente para evitar su aprobación. En su lugar, deciden llamar a Paro cuando no se trata ninguna ley y por lo tanto nada concreto se juega en las medidas antiobreras del gobierno.

Como señaló pérfidamente un dirigente sindical de CONADU en una asamblea docente: “no vamos a conseguir nada en la paritaria universitaria, solo echando al gobierno podemos lograr algo”. Dicho así parece muy combativo, pero en los hechos fue una declaración para justificar el levantamiento del Paro de 72hs que luego transformarían unas tibias jornadas de visibilización. Una verborragia luchadora para encubrir un curso de acción conciliador que pinta de cuadro general la orientación política que está detrás de toda la lógica del peronismo hoy: ubicarse como opositores políticos, dosificar las medidas de protestas en el tiempo para evitar que el movimiento de masas pueda colocar en las calles toda su fuerza de forma contundente, y esperar a que sobre las ruinas del desierto de miseria social que deje Milei, ganar las elecciones de medio término del 2025 para luego volver en el 2027. 

Se trata de una estrategia cínica y peligrosa. Cínica, porque no contempla hacer nada serio para defender las condiciones de vida y los derechos de los trabajadores, y peligrosa, porque estamos frente a un gobierno de extrema derecha que, si logra estabilizarse, puede aumentar su poder y pasar aún más a la ofensiva sobre conquistas históricas. 

Pero claro, el peronismo, en tanto partido político patronal, le teme como la peste a la movilización de masas de los trabajadores y sólo la convoca cuando la puede controlar y evitar que adquiera una dinámica política independiente y combativa, que sería lo único que hoy podría pararle la mano a Milei y derrotar de conjunto a su gobierno. Si bien todavía la dinámica de movilización no es generalizada, lo cierto, es que se percibe un creciente malestar y bronca contra el gobierno, y eso es, en definitiva, lo que ha propiciado la fuerza de fondo de las grandes protestas y movilizaciones de este año. Esa misma presión, que ha obligado a las direcciones sindicales a ser convocantes de esas movilizaciones. La contradicción entre sostener la gobernabilidad y sortear la presión de los trabajadores para defender sus derechos no está resuelta y dependerá de la dinámica de la crisis económica y la experiencia política con el gobierno por parte de los trabajadores.

Las tareas de la izquierda en la etapa

La llegada de la extrema derecha al poder en Argentina es parte de una ofensiva capitalista internacional que ha tenido distintos capítulos, como los gobiernos de Trump y Bolsonaro. Incluso el intento de golpe de Estado en Bolivia, derrotado por el momento, se enmarcan en esta ofensiva reaccionaria y antiobrera que recorre regiones importantes del mundo, como Europa donde semanas atrás los partidos de extrema derecha avanzaron en las elecciones parlamentarias, produciendo un cimbronazo en Francia donde Macron convocó elecciones anticipados para este próximo domingo.  Frente a esta situación internacional de ataques, pero también de reacciones populares contundentes como el reciente levantamiento popular en Kenia frente a los ajustes dictados por el FMI, es que los socialistas tenemos que impulsar la más amplia unidad de acción con todos los que quiera luchar para derrotar los ataques del Estado y las patronales, al mismo tiempo que desarrollar la organización política independiente de los trabajadores y jóvenes. Pero la posibilidad de transformarse en una alternativa superadora tanto de la extrema derecha como del peronismo está en si la izquierda logra construirse de forma paciente y sistemática entre los sectores más estratégicos de clase trabajadora, así como organizar una juventud que se coloque como aliada política de los explotados y oprimidos y sea protagonista, como en el Siglo XX, de los procesos de luchas históricos que tenemos por delante.

Laura Granillo y Tano Simonetti

Centro Político y Cultural “Estación Obrera”

29 de Junio de 2024.

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