La semana que se cierra resultó reveladora de las distintas contradicciones que atraviesa la situación política del país. El gobierno de Javier Milei viene de anotarse su primer triunfo de importancia con el beneplácito que el Congreso le dio a la Ley Bases. La aprobación resultó en un triunfo táctico del gobierno, que ya venía en parte relativizado por lo tardío y embrollado del proceso, caída de la Ley Ómnibus mediante. Con todo, su victoria en el Congreso le permitió ensayar un relanzamiento de su ofensiva contra la clase trabajadora, en particular contra los estatales. Pero cuando el humo de los festejos oficialistas se disipó, lo que quedaron fueron las dudas sobre el panorama económico.

El empresariado y el capital financiero le hicieron pasar a Milei su peor semana desde el punto de vista de las variables financieras, movidos por la insostenibilidad de un plan económico cuya única variable es el ajuste, que pretenden redoblar en una situación social que vive un empeoramiento en todos sus aspectos, y sin indicadores próximos en el horizonte de que la situación vaya a revertirse. Una reunión de condiciones que la burguesía teme que pueda ser explosiva. La traducción de esos temores fueron todos los indicadores económicos en rojo que apuntalaron las noticias de esta semana: dólar y riesgo país para arriba, bonos y acciones para abajo.

Las turbulencias financieras de esta semana se explican por una combinación de factores económicos y políticos. Por una parte, los desastrosos resultados en la actividad económica del primer cuatrimestre revelan que la recesión que el gobierno indujo a la economía será más extensa de lo que el oficialismo preveía. La famosa recuperación -que Milei ridículamente asegura ya estar ocurriendo- no se avizora por ningún lado. Los datos de actividad y empleo son incluso peores que durante la pandemia. En este escenario altamente recesivo, cualquier capitalista con dos dedos de frente postergará sus planes de inversión, si es que siquiera los tenía. Por el contrario, los últimos datos muestran que esta semana se produjo un aumento considerable de la cobertura en dólares de las empresas, una de las razones que está detrás del aumento del dólar.

No es el único motivo. La megadevaluación del 120% que Milei y Caputo instrumentaron apenas llegaron a la Casa Rosada (con resultados catastróficos para salarios y jubilaciones) no es suficiente para los agroexportadores, que están reteniendo a más no poder sus toneladas de soja especulando con que el gobierno se verá forzado a devaluar nuevamente el dólar oficial, ya que la tremenda inflación acumulada de estos primeros meses ya se “comió” casi toda la devaluación de diciembre. Las grandes patronales del campo presionan así para un nuevo salto en la cotización oficial, lo que a su vez empuja para arriba las demás cotizaciones esperando lo mismo. El gobierno jura y perjura que dicha devaluación no va a ocurrir. Que es exactamente lo que suele decir un gobierno que está a punto de devaluar.

Sucede que las incongruencias económicas del plan de Caputo son cada vez más evidentes, incluso para los empresarios que lo apoyan. El viernes pasado el ministro de economía dio una conferencia donde aseguró que la deuda del BCRA pasará a manos del Tesoro, queriendo así transmitir que esa deuda ya no se pagará con emisión monetaria, y de esa manera, según la teoría monetarista a la que suscribe el gobierno, se profundizará un sendero de desinflación. Además, anunció que por ahora no se pueden eliminar los controles de cambios (el cepo) hasta que no lleguen los dólares que, siempre en teoría, llegarán de la mano de inversiones atraídas por el RIGI. Mientras tanto, durante junio el Banco Central perdió reservas por primera vez desde que asumió Milei, y este mes tiene que afrontar pagos de deuda externa (bonos y FMI) por más de 3.800 millones de dólares.

Es por esto que los empresarios le creyeron a Caputo la parte de no salida del cepo, pero no le creyeron la parte del “sendero desinflacionario”. Si repunta la inflación y a su vez continúa el cepo, el resultado es la reciente escalada de los dólares paralelos que superaron esta semana cómodamente los $1400.

Pero hay una razón mucho más de fondo que tiene que ver con las dudas políticas que subyacen a todo este plan. Si la inmensa bola de deuda pública no la paga el BCRA con emisión, sino que la va a pagar el Tesoro… ¿De dónde va a sacar la plata? De más ajuste fiscal. Más ajuste en este contexto donde las últimas estimaciones indican un 60% de pobreza, un 18% de indigencia y cerca de un 8% de desempleo, y subiendo. Para peor, el ajuste que el gobierno ya hizo hasta aquí entró en una dinámica de espiral: por la propia recesión de la economía, la recaudación fiscal se desplomó. Por lo que si Caputo quiere sostener su déficit cero (el “ancla” con el que pretende sostener la confianza de los capitalistas en el plan) tendrá que hacer todavía más ajuste sobre un suelo social que ya es crítico. Las dudas que plantea este escenario hundieron los precios de los bonos e hicieron que vuelva a subir el Riesgo País.

Los capitalistas serán cínicos, pero no son tontos. Ven que el gobierno tiene que redoblar el ajuste en un escenario social que ya está al límite. Al mismo tiempo, las estimaciones ya indican que, incluso sin que todavía exista la devaluación que le piden al gobierno, en junio la inflación habrá repuntado respecto al mes anterior. Pero si esa devaluación finalmente termina sucediendo, habrá una nueva escalada inflacionaria en un contexto donde los ingresos ya están por el subsuelo. Todo este cóctel mientras el gobierno cada vez puede recurrir menos a la excusa de la “herencia recibida” porque ya cuenta con su Ley Bases.

En resumen, el escenario económico y político ofrece una combinación de hiper-recesión, continuidad o incluso repunte de la inflación, y más ajuste económico a los trabajadores y los jubilados. La Ley de Bases ofreció cierto aire político al gobierno, pero el frente económico revela una debilidad mucho más estructural, a pesar de que Milei cuente con el apoyo del régimen político y la clase dominante. Así es que se entienden las manifestaciones de preocupación del FMI sobre la “sostenibilidad del plan económico” e incluso algunos movimientos novedosos que comienzan a verse en el plano político, como la disputa a cielo abierto que estalló en el Pro entre el sector de Macri y el de Bullrich, ambos aliados de Milei pero que ahora discuten el grado de integración y condicionalidad de dicha alianza.

Por abajo, el gobierno utilizó el impulso de la Ley Bases para lanzar una nueva ofensiva contra los trabajadores estatales, que en estos últimos días vienen enfrentando una nueva tanda de más de 5000 despidos, incluyendo áreas sensibles como el Hospital Posadas, el INTI y el ex Ministerio de la Mujer. A su vez, el gobierno provoca diciendo que continuará con más oleadas de despidos a estatales.

En el segundo semestre el gobierno prepara nuevos ataques contra la clase trabajadora y las mayorías populares. La salida no puede ser más ajuste, despidos y represión. Los trabajadores tenemos que rechazar la devaluación con la que buscan pulverizar aún más nuestro salario, así como tenemos que luchar por cada puesto de trabajo que intenten atacar con despidos. Para eso, hace falta romper con la pasividad criminal de las conducciones sindicales de la CGT y la CTA, a las que les exigimos ya mismo un nuevo paro general para enfrentar este plan de hambre y miseria.

Renzo Fabb

Centro Político Cultural Estación Obrera

4 de Julio de 2024

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