El Partido Obrero (PO) publicó un artículo titulado “Un aporte al debate de la crisis del Nuevo MAS” (13/08/24) en el que presenta algunas reflexiones sobre la deriva del Nuevo MAS apropósito del retiro de todos los militantes de la regional La Plata, Berisso y Ensenada de ese partido, junto a compañeros de otras regionales, junto a una serie de debates con nuestra agrupación política nucleada en el “Centro Político-Cultural Estación Obrera”. Presentamos a continuación una respuesta al debate que proponen los compañeros.

Según el PO, en el documento donde presentamos nuestras razones para retirarnos del Nuevo MAS no hay ni un “balance claro” ni un debate que vaya “a la raíz de las deformaciones” del Nuevo MAS. Según los compañeros, a partir de las razones que esgrimimos en nuestro texto, “no se está procesando hasta el final las posibilidades de superar a la política fallida del Nuevo MAS”.

El argumento principal sobre el que gira la crítica del PO consiste en considerar que nuestras diferencias con el Nuevo MAS se limitan al giro constructivo y organizativo, pero que esta crítica no va hasta el final porque “no cuestiona el seguidismo del Nuevo MAS al peronismo en general y al kirchnerismo en particular”. Según el PO, el giro constructivo oportunista del Nuevo MAS sería sólo un “síntoma” de la crisis, cuya verdadera causa sería la política de “adaptación al nacionalismo burgués”.

El debate sobre el frente único

El PO presenta tres episodios que confirmarían, según ellos, esta deriva. En primer lugar, se remite a 2019, cuando el Nuevo MAS caracterizó que el triunfo de Alberto Fernández era una expresión deformada de la movilización popular contra Macri. Un segundo momento de esta deriva habría sido marchar en repudio al intento de asesinato de Cristina Kirchner, el día siguiente al atentado. Por último, el supuesto “llamado a votar a Massa” en el balotaje del año pasado.

No nos vamos a detener en cada uno de estos hechos, sino que quisiéramos ir directamente al que nos parece es el centro del debate en todos ellos: qué ubicación política tener para ganar al movimiento de masas para las filas de la izquierda revolucionaria, en tanto es la burocracia sindical y el peronismo quienes dirigen los organismos de masas. En este sentido, nos parece que la crítica del PO revela una incomprensión sobre las diferencias que subyacen entre los distintos gobiernos burgueses y su relación con las distintas clases. Y esta incomprensión se proyecta también sobre los alcances y posibilidades reales de la política del frente único.

Este debate no es nuevo, sino que viene desarrollándose hace ya varios años. Durante todo el gobierno de Macri, tanto el PO como el FIT (PTS centralmente) en general criticaron sistemáticamente la política de impulsar el frente único y la unidad de acción con los sectores que salían a luchar contra el macrismo. Desde el día uno, llevaron adelante la política de que Macri y el kirchnerismo “eran lo mismo”. Es decir, igualaban a un gobierno como el kirchnerismo, cuya naturaleza era la mediación y la “administración” burguesa de las relaciones de fuerzas entre las clases nacidas después del Argentinazo, con Macri, un gobierno mucho más reaccionario cuyo objetivo era derrotar esas relaciones de fuerzas. De igual manera, durante el gobierno de Alberto Fernández el PO y el FIT se mantuvieron en esta política cuando se negaron escandalosamente a salir a la calle frente a un grave ataque a las libertades democráticas como fue el intento de asesinato de Cristina Kirchner con la excusa de que se trataba de un “acto kirchnerista”. Si un grupo derechista asesinaba a la entonces vicepresidenta, ¿Qué cree el PO que iba a pasar con las organizaciones de trabajadores? ¿La izquierda y los luchadores íbamos a estar en mejores o en peores condiciones para pelear por la defensa de las libertades democráticas? Haberse quedado en su casa el día posterior al atentado, cuando todos los sectores democráticos de la sociedad salieron a marchar para repudiarlo, constituye un gravísimo antecedente que pesa tanto sobre el PO como sobre la totalidad de los partidos del FITU.

Lejos de tratarse de una discusión sobre el pasado, esa misma incomprensión continúa vigente posiblemente con más fuerza hoy, cuando igualan a un gobierno ultra reaccionario como el gobierno de Milei con cualquier otra variante burguesa, como lo hicieron desde el minuto cero cuando se supo que la elección presidencial se definiría en un balotaje. El gobierno de Milei no es un gobierno burgués más: se trata del gobierno más reaccionario desde la caída de la última dictadura, cuya pretensión no es sólo derrotar a la clase obrera y las relaciones de fuerzas conquistadas, sino incluso transformar el régimen político en un sentido mucho más antidemocrático.

En última instancia, en la lógica del PO la democracia y otros regímenes como el fascismo o el bonapartismo “son lo mismo” porque son todos regímenes burgueses. Esta burda deformación del marxismo revolucionario es contraria a las mejores enseñanzas de Trotsky al respecto de la experiencia en Alemania, que criticó de manera implacable la política ultraizquierdista del “tercer período” que aplicaba el estalinismo, que igualaba a la socialdemocracia con el fascismo y que condujo a la tragedia histórica del ascenso de Hitler al poder. En 1931, en su carta Por un frente único obrero contra el fascismo, Trotsky señalaba que, para justificar su orientación contraria al frente único, el Partido Comunista Alemán se amparaba en consideraciones estratégicas correctas como que “es imposible vencer al fascismo sin vencer previamente a la socialdemocracia”. Pero advertía que “una idea que es correcta desde el punto de vista de la estrategia revolucionaria se vuelve una mentira, y en este caso una mentira reaccionaria, si no es traducida al lenguaje de la táctica”. Y la táctica necesaria era precisamente un frente único de lucha con la socialdemocracia contra el fascismo. Continúa Trotsky más adelante: “La socialdemocracia, con todas sus contradicciones internas, está forzada a duros choques con los fascistas. Nuestra tarea es sacar ventaja de este conflicto en lugar de unir enemigos contra nosotros”. Este es el sentido profundo de la táctica del frente único: ganarnos a los obreros para la revolución, no “llamándolos” a romper con sus dirigentes, sino poniendo a estos a prueba: “La aplastante mayoría de los obreros socialdemócratas quiere pelear contra los fascistas, pero, por el momento, sólo junto a sus organizaciones. Es imposible saltearse esta etapa […] Debemos ayudar a los obreros socialdemócratas a verificar en la práctica lo que valen sus organizaciones y sus líderes”. Podrían citarse páginas enteras de Trotsky al respecto, pero creemos que está clara la idea.

Esto último no significa que igualemos al gobierno de Milei con el fascismo. Por el contrario, estas enseñanzas de Trotsky respecto al Frente Único tienen un alcance más amplio que la experiencia de la lucha contra el nazismo en Alemania. La táctica del frente único es una herramienta fundamental de los revolucionarios para intervenir en la lucha de clases cuando las masas y sus organismos son dirigidos por sectores burgueses o reformistas. Negarse a desarrollar esta táctica por el “temor” a marchar junto a sectores no revolucionarios equivale a renunciar a la pelea por la organización y conciencia política independiente de la clase trabajadora, dejando el campo libre así a que domine la ideología burguesa imperante en alguna de sus mil variantes.

Por otra parte, la negativa del PO a llevar adelante la táctica del Frente Único para la lucha es mucho menos inflexible cuando se trata de hacer frente único por arriba, no para la lucha sino para el oportunismo. Un ejemplo ilustrativo fue cuando en el 2004 marchó con el derechista Blumberg que pedía “mano dura contra los delincuentes” (“Cual es la mano dura que necesitamos”, Prensa Obrera N°847, abril 2004). Aquí tampoco se trata de un mero racconto histórico, sino de toda una concepción que se mantiene vigente hasta hoy. Al respecto, en su nota los compañeros consideran que nuestro llamado a “unidad de los que luchan contra Milei” es correcto, pero advierten que “cabe distinguir, en todo caso, las luchas de las maniobras de las burocracias sindicales que trafican ‘la unidad del campo popular’ para atar a los trabajadores al peronismo”. Esto está escrito nada más que unos pocos meses después de que el PO haya participado del acto del 1 de Mayo de la CGT, un acto político de la burocracia peronista, y más recientemente participaron de la marcha de San Cayetano, una marcha cuyo contenido explícito era la “paz social”.

Mientras el PO hace “frente único” por arriba, critican la política del frente único por abajo, para la lucha, una táctica que se mostró muy necesaria los primeros seis meses de gobierno de Milei, con episodios importantísimos de lucha, como los dos paros generales de la CGT y la histórica movilización educativa del 23 de abril. Luego de la aprobación de la Ley Bases, la burocracia peronista definió abandonar cualquier acción callejera y se sentó a negociar la reforma laboral con Milei. Defendemos la política del frente único siempre que sea posible luchar para arrancárselo a las conducciones burocráticas. En esta coyuntura, con la burocracia jugada por entero a que no vuele una mosca, la tarea principal consiste en denuncia a la burocracia traidora, y aun así continuamos exigiéndole paro y plan de lucha para enfrentar los ataques de Milei.

Las razones de fondo

La crítica del PO hacia nuestra agrupación sostiene que, más allá de las críticas en relación con la construcción partidaria, esquivamos el debate político. En realidad, es el PO el que no dice nada de un debate mucho más profundo, estratégico, contenido en nuestra carta: el balance del estalinismo y de las revoluciones de posguerra como horizonte estratégico determinante desde donde encarar la construcción de un partido revolucionario. Precisamente ese es el punto central de nuestra crítica y alejamiento del Nuevo MAS: que el problema de la construcción del partido se escindió mecánicamente del balance estratégico del Siglo XX, culminando en un giro oportunista que abandonó la perspectiva de construir un partido de vanguardia.

De este debate, mucho más profundo que la superficial crítica de “hacerle seguidismo al peronismo”, el PO no dice una palabra, y no puede decirla porque se trata de un partido -característica compartida por amplios sectores del trotskismo- marcado por una rampante negación a elaborar mínimamente elementos de un balance estratégico sobre las revoluciones del Siglo XX. Su “elaboración” consiste en repetir, mecánicamente y escindido del proceso histórico real posterior, lo que Trotsky caracterizaba para 1930, es decir, que la crisis del movimiento revolucionario es la crisis de su dirección. Cuando en el PO apenas asomaron atisbos de querer encarar este debate en relación a Cuba, estalló la crisis interna que derivó en la expulsión de Altamira, Ramal y un grupo importante de militantes. En el PO, el debate quedó clausurado de antemano. Altamira, por su parte, apenas lo dejó sugerido, negándose a avanzar hacia una elaboración en ese sentido.

La ausencia de este balance implica una concepción fatalmente objetivista de la revolución socialista. El objetivismo termina desestimando el problema fundamental de la conciencia y la experiencia de la clase obrera, encarando unilateralmente como única cuestión estratégica a resolver “el problema de la dirección”. Así, se confunde el problema de ganar a la clase obrera para la Revolución con ganarla para el propio partido, o lo que es lo mismo, toda la orientación política está en tratar de “dirigir”, pero escindido de la conciencia de la clase obrera. Para el objetivismo al que suscribe el PO esto aparece como un falso problema, ya que la cuestión de la conciencia queda resuelta de manera automática junto con la de la dirección. Nos parece que un balance de las experiencias revolucionarias del Siglo XX debe conducir a la conclusión opuesta.

Este objetivismo impregna toda la política del PO, como no podía ser de otra manera, incluida su concepción del frente único. Así, como no hay que pelear la conciencia de la clase obrera sino únicamente su dirección, se reniega del frente único como táctica en los hechos en los que las masas llevan adelante luchas enormemente progresivas a pesar de que no rompan necesariamente con sus direcciones burocráticas o reformistas (algo que, por otra parte, suele ser lo común en situaciones no revolucionarias), como ocurrió durante el gobierno de Macri, en repudio al atentado contra CFK o durante el primer semestre de gobierno de Milei. Correlativamente, se “ensalza” al frente único cuando es el PO el que ya está a la cabeza, por eso no sorprende que la nota ponga como ejemplos a seguir del frente único al SUTNA y a la Multicolor docente, y hable de la importancia de los “frentes únicos antiburocráticos”. Así, queda totalmente tergiversado el sentido original de la táctica del frente único, que es precisamente una táctica para condiciones en los que no somos la dirección del movimiento. En su concepción objetivista, el PO termina concibiendo al FU como “frente entre organizaciones” por arriba, y no como una táctica para dar la pelea por abajo, es decir, para pelear la conciencia de los trabajadores y no sólo ni unilateralmente su dirección. El resultado de esta concepción objetivista son dos tendencias opuestas pero complementarias: para desarrollar la lucha de la clase obrera (dirigida por sectores no revolucionarios) se rechaza la táctica del FU, cayendo en el sectarismo; para dar la pelea “por la dirección” desligada de hacer avanzar la conciencia se cae en el más rampante oportunismo. Esta crítica al objetivismo está orgánicamente conectada con las razones por las que nos retiramos del Nuevo MAS, pero las anteojeras objetivistas vuelven invisible para el PO esta conexión.

Nuestras críticas al Nuevo MAS y la situación de la izquierda

En nuestra crítica al Nuevo MAS a partir de la cual tomamos la decisión de retirarnos de ese partido no explicamos el giro en la construcción partidaria como un problema en sí mismo, surgido de la nada, sino precisamente como subproducto de haber abandonado el horizonte estratégico en favor de “atajos constructivos” que brinden éxitos a corto plazo. Toda la nueva orientación del Nuevo MAS fundada en el objetivo de “conquistar representaciones” no es más que un nuevo ropaje apenas disimulado para darle justificación constructiva al oportunismo. La “conquista de representaciones” desligado de la pelea por la conciencia se volvió el punto cardinal que orienta la política del Nuevo MAS, lo que acarreó dos consecuencias íntimamente conectadas. Primero, en la práctica se abandonó la construcción en los sectores estratégicos de la clase obrera, quedando claramente relegado en la orientación constructiva en favor de sectores más “accesibles” que no tienen una burocracia sindical con la que “lidiar”, como los repartidores. Es esta la verdadera razón por la que el Nuevo MAS viene en retroceso en el movimiento obrero y no, como afirman los compañeros en su nota, por la negativa a construir un movimiento piquetero, lo que “diluyó su carácter de clase”. En segundo lugar, como la orientación constructiva es “ganar representaciones”, es decir lo que el PO entiende por “dirigir”, la política quedó reducida a un sindicalismo chato y vergonzoso para un partido revolucionario, como se expresó en estos días en la campaña estudiantil en la UBA.

La conclusión, que para nuestro interlocutor puede sonar paradójica, es que con la actual orientación el Nuevo MAS está mucho más cerca del PO de lo que los compañeros creen. Creemos que nuestra crítica es extensiva tanto al PO como al Nuevo MAS. La orientación de “ganar representaciones” en ausencia de dar una lucha tenaz por el avance de la conciencia de clase y por el desarrollo de la experiencia de la clase obrera y los sectores explotados culmina, a nivel de la táctica política, en el abandono de la política del frente único, limitando y perjudicando ampliamente la capacidad de la izquierda de convertirse en un actor en la actual situación política marcada por los ataques de un gobierno ultra reaccionario como el de Milei.

Por último, una apreciación sobre la necesidad de que la izquierda pueda darse estos debates. Como intentamos mostrar, no se trata de diferencias episódicas sino de discusiones profundas y necesarias. Al final de su artículo, en referencia a nuestro retiro del Nuevo MAS, los compañeros advierten que una mayor fragmentación de la izquierda en más partidos no es algo positivo para los intereses históricos de nuestra clase. Consideramos que es un debate válido. Opinamos que para enfrentar la fragmentación se requiere superar la experiencia del FITU como “suma de partes” cerrada, que actúa como tal únicamente en el terreno electoral y que no abre ningún espacio de organización y discusión real. Es necesario transformarlo en un centro de reagrupamiento de la vanguardia, donde puedan procesarse estos debates de importancia estratégica, algo que el FITU no ha sido en ningún momento después de más de una década de existencia.

Saludamos el debate propuesto por los compañeros y esperamos haber podido contribuir a su desarrollo, el cual nos parece necesario continuar.

Laura Granillo y Renzo Fabb

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