¡Hay que luchar hasta ganar!
Una nueva inmensa movilización en defensa de la universidad pública ratificó que al gobierno de Javier Milei se le terminó el veranito que disfrutó después de la aprobación de la Ley Bases, pero continúa llevando adelante su programa de ataques reaccionarios. En consecuencia, la situación política del país contiene estos dos rasgos contradictorios. En junio, la aprobación de dicha ley dio por cerrada una coyuntura marcada por luchas masivas en el primer semestre y dio lugar a una coyuntura más reaccionaria. Sin embargo, otra vez la cuestión jubilatoria funcionó como una “línea roja” de la política argentina, y si bien el gobierno pudo vetar la ley de aumento de jubilaciones (ley que por otra parte significaba un aumento irrisorio) con la colaboración inestimable de los diputados que le fueron cómplices, el impacto social que tuvo la prepotencia que mostró el gobierno con los jubilados, uno de los sectores que hoy son los más golpeados por el ajuste, además de que suelen ser una fibra extremadamente sensible del humor social, hizo que el gobierno sienta el costo político, y las críticas hacia Milei comenzaron a ser moneda común en las conversaciones en los barrios y en los lugares de trabajo y de estudio.
La resultante fue que hace algunas semanas comenzó a darse un deshielo de la coyuntura política. Aunque es difícil de cuantificar, una medida fue el desplome de rating televisivo que todos los medios burgueses destacaron cuando Milei dio una cadena nacional dos domingos atrás para anunciar el presupuesto 2025. A esto se le suma la publicación de numerosas encuestas que comparten un signo común: todas señalan que en el último mes la imagen de Milei cayó marcadamente, y que de manera unívoca la “imagen negativa” superó por primera vez a la positiva. En este marco se dio la segunda marcha educativa federal, que si bien no alcanzó las dimensiones de la anterior, mostró la legitimidad social que sigue teniendo el reclamo por la educación pública.
Con todo, se trata de reflejos parciales que hay que tomar no como datos objetivos de la realidad, sino más bien como señales que indican que podría estar gestándose un cambio de situación en la relación de la sociedad con el gobierno. Los que sí constituyen datos objetivos, y de enorme importancia, que colaboraron con el cambio de coyuntura, fueron los escandalosos números de pobreza e indigencia que la semana pasada publicó el INDEC. El 53% de pobres y el 18% de indigentes fueron un baldazo de agua fría para el discurso del gobierno. Ya poco puede hacer para seguir repitiendo la cantinela de la “herencia recibida”, ya que estos números pertenecen al primer semestre de este año, es decir, pleno gobierno Milei, y representan un empeoramiento de los que había dejado Alberto Fernández. Son datos que muestran la magnitud histórica de la crisis social y, al mismo tiempo, la ferocidad del ajuste de Milei. Para peor, los números de recesión y los niveles de empleo no muestran ninguna de las “señales positivas” con las que Milei y Caputo mienten descaradamente, mientras la inflación continúa a paso firme.
A pesar de esta acumulación de señales negativas para el gobierno, la postura de Milei sigue siendo a la ofensiva, y ante cada síntoma de crisis o atisbo de respuesta a los ataques pretende continuar redoblando la apuesta, como hizo con el veto a los jubilados y como pretende hacer por estas horas con el reciente veto a la Ley de financiamiento universitario.
Alcances y límites de una jornada multitudinaria
Es en este contexto que se realizó la segunda marcha federal universitaria. Se trató de una jornada de gran importancia ya que por un momento el ritmo de la coyuntura volvió a estar marcado por la acción callejera. La movilización fue nuevamente masiva, aunque estuvo lejos de alcanzar la magnitud sin precedentes de aquella del 23 de abril. Sin embargo, y a pesar de que esta vez tuvo un contenido más circunscripto a la problemática del salario docente universitario, más de 300.000 personas se congregaron en la Plaza de los Dos Congresos para defender la universidad pública y exigirle al Congreso que rechace el veto de Milei. La diferencia de convocatoria en ambas marchas hay que leerla sabiendo que en aquella primera movilización se logró ponerle un freno parcial al ataque de Milei, cuando lo que convocaba era ni más ni menos el riesgo de que las universidades lisa y llanamente dejen de funcionar por falta de presupuesto.
A pesar de su gran magnitud y de la participación de miles de estudiantes, las direcciones burocráticas continúan cerrando la puerta a que el movimiento estudiantil ingrese de manera organizada al proceso, como un actor con peso propio. Esto se debe principalmente a la política de los rectores, la burocracia docente, las federaciones y los centros de estudiantes, que intercedieron de manera activa para que la marcha no se llene de participación estudiantil organizada, es decir, que el movimiento estudiantil no solo vaya a llenar la plaza, sino que sea un actor protagónico y con poder de deliberación y decisión en esta lucha. Las direcciones universitarias se limitaron a intentar hacer la movilización lo más grande posible pero “contenida” en las estructuras de las autoridades y la burocracia estudiantil, que allí donde pudo intentó bloquear cualquier iniciativa de asambleas y organización desde abajo de los estudiantes. La movilización cuenta con un enorme respaldo social, pero los rectores y las direcciones radicales y peronistas de las universidades se encargan de que nada se salga de los carriles “normales”, evitando cualquier “riesgo” de radicalización del proceso, lo que significaría inevitablemente el ingreso del movimiento estudiantil de manera independiente, que es además la enorme mayoría de la comunidad universitaria.
Porque el ingreso del movimiento estudiantil a la escena de manera organizada es una condición indispensable si la perspectiva es realmente luchar para derrotar los planes privatizadores de Milei. El movimiento estudiantil tiene que ingresar a la lucha con sus propios métodos y la masividad que le es propia para garantizar llevar la lucha hasta el final, cuestionar las direcciones conciliadoras e ir a un proceso más radicalizado que es la única garantía para habilitar la perspectiva de derrotar a Milei en serio. Un ejemplo a pequeña escala de la potencialidad que tiene el movimiento estudiantil cuando ingresa de manera independiente es el enorme repudio organizado que se llevó adelante este viernes contra los diputados libertarios que provocadoramente -y con la vergonzosa habilitación del rectorado- quisieron organizar una charla de “políticas universitarias” en la UNLP. ¡Pero gracias a la acción independiente no sólo se repudió la actividad, sino que ni siquiera pudieron llevarla adelante, teniendo que huir como ratas ante el movimiento estudiantil organizado, a los que se sumaron docentes y trabajadores de la universidad!
A pesar de que hoy estén políticamente enfrentados a Milei, ni las autoridades universitarias ni la burocracia estudiantil están realmente interesadas en que el movimiento estudiantil irrumpa con esta potencialidad y esta fuerza propia. Pero es este precisamente el camino para que pararle la mano a Milei sea una posibilidad real. Así ha sido históricamente en el mundo y también en nuestro país, con una larga tradición que viene desde la Reforma Universitaria, la unidad obrero-estudiantil en el Cordobazo y el protagonismo de la juventud estudiantil en el Argentinazo de 2001.
¿Lucha o «desgaste»?
Este balance de la marcha del pasado 2 de octubre está estrechamente conectado con el debate más general acerca de cómo enfrentamos los ataques de Milei. A pesar de su creciente descrédito político, el gobierno continúa con sus graves ataques, no sólo insistiendo con un nuevo veto, sino también avanzando con privatizaciones (Aerolíneas Argentinas a la cabeza) y desmantelamiento del Estado, con miles de despidos mediante.
Frente a esta ofensiva que se mantiene es imperioso organizarse para luchar de manera real, es decir, con la perspectiva de realmente derrotar los planes reaccionarios de Milei y no solamente apostar al “desgaste político”.
Estos son los términos en los que está puesto el debate con las conducciones burocráticas y peronistas de centros de estudiantes y sindicatos: si vamos a un enfrentamiento real para derrotar a Milei o si, en cambio, administramos la creciente bronca especulando con capitalizarla electoralmente el año que viene. Este debate es el que queda más planteado que nunca tras la reciente marcha universitaria y el rol que jugaron los centros de estudiantes peronistas y la burocracia docente.
Por un lado, la del kirchnerismo es una estrategia riesgosa y hasta contraproducente. Porque el “desgaste” por sí mismo no necesariamente va a conducir a una (todavía muy lejana en el tiempo) derrota electoral de Milei. Esta idea la sintetizó Máximo Kirchner en su reciente acto en La Plata: “no hay que enojarse con el veto”, “tenemos que construir otra alternativa”. Precisamente si “no nos enojamos” dejamos pasar todos los ataques, si no luchamos para realmente pararle la mano al gobierno, el riesgo es más bien que Milei se estabilice sobre un terreno mucho más reaccionario, incluso con su deslegitimación social en aumento, pero que puede llegar a manifestarse bajo la forma de la desmoralización. Esta es una tendencia que ya hoy está presente: las mismas encuestas que arrojan una caída de la imagen de Milei también advierten un porcentaje creciente de la población (en torno al 30%) que dice no sentirse representado por ningún sector político. La estrategia de “dejar que Milei rompa todo para después venir nosotros y ganar las elecciones” es criminal y extremadamente riesgosa frente a un gobierno que pretende llevar adelante un programa de reformas estructurales reaccionarias.
Esta estrategia implica habilitar que el gobierno avance con su agenda reaccionaria llevando adelante ataques concretos contra la clase trabajadora y la juventud. La del peronismo no es una estrategia para derrotar a Milei sino para regresar al poder. Por eso es necesario dar la pelea en cada lugar de estudio, cada lugar de trabajo donde la burocracia busca imponer la pasividad y el derrotismo para salir a activar la creciente bronca contra el gobierno y dar la pelea para que se exprese en la lucha. Nuestra consigna es la contraria a la planteada por Kirchner: hay que organizar el enojo y transformarlo en lucha.
Un primer e inmediato escenario donde hay que intervenir de manera masiva es el próximo 9 de octubre, cuando la cámara de Diputados trate el veto de Milei a la Ley de Financiamiento Universitario. ¡Tenemos que organizar asambleas en todas las facultades para que el movimiento estudiantil irrumpa de manera masiva frente al Congreso y les imponga a los diputados que rechacen el veto!
En esta coyuntura donde Milei redobla sus ataques, pero crece la bronca y las posibilidades de que más amplios sectores hagan la experiencia con el gobierno, se vuelve una tarea de primer orden romper con la pasividad que quieren imponer desde arriba los sindicatos, la burocracia estudiantil y las autoridades universitarias. Hay que redoblar los esfuerzos para que la juventud y los trabajadores irrumpan desde abajo con sus métodos, abriendo el camino para la perspectiva de derrotar los planes reaccionarios de Milei.









