Desde que gobierna Javier Milei la situación política en Argentina se volvió sumamente inestable. De un día para el otro el gobierno ultraderechista “pateó el hormiguero” de la sociedad, produciendo una desestabilización general de la vida de las grandes mayorías por la vía de producir un ajuste brutal de sus condiciones económicas y sociales. La pulverización salarial y que “la plata no alcanza para nada” es el motor que alimenta ese estado de malestar que es el tema de conversación universal entre los trabajadores y la juventud.
En ese marco general estamos atravesando una coyuntura de crecientes contradicciones con una dinámica tendiente al crecimiento de la conflictividad social. Mientras el gobierno no saca el pie del acelerador y todos los días prepara un nuevo ataque, como los recientes despidos masivos en la AFIP y la privatización del Belgrano Cargas, la novedad categórica de la situación consiste en que el movimiento estudiantil, en tanto sujeto político independiente, está llevando adelante sus primeras acciones de lucha de importancia en muchísimos años. Una reacción contundente contra las políticas de Milei, en este caso en el frente de defensa de la educación pública.
Si bien la movilización popular contra Milei nació casi en simultáneo a la llegada del gobierno, hasta estos últimos días esas luchas -que en algunos casos lograron niveles de masividad históricos- no habían logrado romper el “molde” de las conducciones sindicales y políticas burocráticas que las mantenían subordinadas a la institucionalidad y la negociación con el gobierno, como es el caso de la CGT, pero también los rectores de las universidades. Toda esa dinámica donde la bronca contra Milei se expresaba limitadamente en luchas “contenidas”, se trastocó cuando, luego del veto del gobierno, el movimiento estudiantil emergió desde abajo y con sus métodos históricos puso en pie una verdadera irrupción como hacía años no se veía, cambiando el signo de la coyuntura a uno donde no sólo están los ataques del gobierno -que persisten- sino también la aparición de un actor dispuesto a enfrentar realmente esos ataques. La antesala de esta rebelión de los estudiantes la habían dado ya los trabajadores de la salud, cuando lograron evitar el cierre del Hospital Laura Bonaparte mediante la ocupación pacífica del edificio.
Como veníamos señalando en notas anteriores, la situación política venía ya signada por dos rasgos contradictorios: a los ataques sin fin del gobierno se sumaba su cada vez mayor impopularidad y crecimiento de la bronca por el malestar social. Sin embargo, esa contradicción se agudiza aún más ahora, cuando el malestar y la bronca se transforman en lucha y desborde a las conducciones burocráticas, en este caso a las de la universidad.
Una estabilidad política y económica con interrogantes
Si bien la caída en la imagen de Milei parece sostenida, este momento de lucha coincide con un momento de estabilidad del gobierno en relación a las variables macroeconómicas y en su relación con la gran burguesía y los buitres de las finanzas. Mientras crece la bronca por abajo, por arriba la burguesía estrecha filas con Milei, impulsados por la persistencia, ferocidad y cotidianeidad de sus ataques: todos los días el gobierno anuncia alguna nueva medida contra los intereses de los trabajadores, los jubilados, los jóvenes y el conjunto de la población oprimida y explotada. Esta clara orientación a la ofensiva del gobierno es la que induce a los grandes empresarios a manifestarle su apoyo entusiasta, aunque sea uno circunstancial, pero con un ojo puesto en el horizonte estratégico de reventar las relaciones de fuerzas entre las clases del país. Así lo sintetizaron de manera cabal los organizadores del coloquio anual de IDEA, que reúne a lo más granado del empresariado local, y que decidieron titular su conferencia con la sugestiva pregunta: “Si no es ahora, ¿cuándo?”.
Precisamente así se explica la contradicción de que, aun estando el gobierno en el momento de mayor cuestionamiento junto con la emergencia de un movimiento de lucha, algunas de las variables económicas más importantes se encuentran temporalmente estabilizadas, como el dólar y la tendencia bajista del riesgo país, precisamente dos variables estrechamente relacionadas con el “humor” (y/o el temor) de la burguesía respecto al plan económico.
Sin embargo, a pesar de estas tendencias favorables para el gobierno (donde hay que contar también la desaparición total de la escena de la CGT), la irrupción desde debajo del movimiento estudiantil y lo que puede anunciar como expresión de sectores más amplios de la población pasando a la oposición al gobierno, puede amenazar con echar por tierra toda la frágil estabilidad del gobierno “libertario”.
Párrafo aparte para la interna del PJ que, desde el campo de la oposición, vendría a representar la total contracara de la lucha estudiantil y la organización por abajo. Con una perspectiva opuesta al movimiento estudiantil que plantea luchar hoy para hacerle frente a los ataques del gobierno, el peronismo se embarcó en una interna que cada vez se agita más pero que tiene como perspectiva común -y única- las elecciones de medio término de 2025, todo lo contrario a lo que están haciendo los estudiantes. En todo caso, lo que discuten las facciones de la interna es acerca de la estrategia electoral más adecuada: si es continuar con la conducción revisionista de una Cristina Kirchner que pregona a favor de una reforma laboral y las cuentas fiscales, o si, tal como propone Quintela, se va a un armado de perfil más conservador, que buscaría incluir a peronistas aliados de Milei como Schiaretti o Randazzo. En definitiva, el peronismo está jugado, por medio de sus sindicatos y centros de estudiantes, a llevar toda la bronca al terreno electoral y no a organizar la lucha persistente y en serio contra los ataques del gobierno. Una nítida declaración de fe de respeto a las instituciones del Estado capitalista.
Una semana histórica
Lo que sucedió la semana pasada en el movimiento estudiantil fue histórico. Se trató de un levantamiento estudiantil como hacía años no se veía, con dimensiones inéditas. Hubo más de 70 facultades tomadas en todo el país, algunas de ellas por primera vez en su historia, como la facultad de Derecho en la UBA. Las tomas no sólo alcanzaron a las universidades más grandes (Buenos Aires, La Plata, Córdoba) sino también a las del interior (Tucumán, Rosario, Misiones y otras) e incluso las universidades más jóvenes del conurbano bonaerense.
Se trató de una explosión de bronca después de que el gobierno de Milei vetara la ley de Financiamiento Universitario, un veto que venía de ser rechazado masivamente en la marcha convocada por los rectores, pero sin que esa masividad redunde en la aparición del movimiento estudiantil de manera independiente. Eso es lo que sí ocurrió cuando el veto finalmente se confirmó: miles y miles de estudiantes de todo el país se pusieron de pie en rechazo al ajuste de Milei a la universidad, y lo hicieron con sus métodos históricos: la organización democrática en asambleas y la toma de facultades. Como sosteníamos en editoriales anteriores, la irrupción independiente de las/os estudiantes era una condición indispensable para que se abra la perspectiva de luchar realmente en defensa de la universidad pública. La condición de la masividad ya estaba en las movilizaciones anteriores, pero la diferencia es que ahora los/as estudiantes irrumpen como sujeto activo que se puso a la cabeza de la lucha.
Esto produjo una combinación de enorme importancia. El proceso tiene una masividad inmensa, como se expresó en marchas en distintos puntos del país, donde, por ejemplo, en La Plata coparon las calles más de 30.000 estudiantes, docentes y trabajadores. Pero además de la masividad, este despertar implica la recuperación de métodos más radicales como las tomas que conquistaron una simpatía y un apoyo social enorme, debido al gran consenso social que subsiste en nuestro país acerca de la importancia de la educación pública y gratuita, consenso que -como se está demostrando- al gobierno no le será para nada sencillo derrotar.
Una oleada de ocupación de edificios que demuestra la inmensa fuerza que tiene el movimiento estudiantil, un “gigante dormido” que, cada vez que se despierta puede mover montañas. Por otro lado, hay que tomar nota también que se trata de la emergencia de toda una nueva vanguardia estudiantil que empieza a forjar sus primeras armas en la lucha contra el ajuste de Milei, transformándose en un actor que vino para quedarse en el nuevo período político que estamos viviendo.
A pesar de toda esta potencialidad, subsiste el problema de que entre el movimiento estudiantil hay todo tipo de debates y peleas de hacia dónde debe encausarse la lucha, debido a que el veto de Milei ya pasó y que las conducciones estudiantiles peronistas y reformistas -que, si bien fueron desbordadas, continúan jugando un papel de contención- tiran para atrás intentando dar por terminadas las tomas, queriendo reducirlas a manifestaciones de “protesta”, de carácter “simbólico” quitándole así toda su potencialidad. Muy por el contrario, nuestra perspectiva tiene que ser reforzar el proceso con el objetivo de poner en pie una nueva gran marcha nacional educativa a Plaza de Mayo, esta vez no encabezada por los rectores que negocian con Milei y la burocracia sindical, sino por las asambleas, las tomas y todas las expresiones de organización por abajo del movimiento estudiantil junto a los docentes y no docentes, y todos los trabajadores en lucha.
Los desafíos de la clase trabajadora
Mientras un sector de la CGT se juega a la traición abierta negociando la reforma antilaboral con el gobierno, otro sector, ligado a Pablo Moyano está convocando un paro del transporte marítimo, aéreo, de trenes y camiones para el próximo 30 de octubre. Se trata de una huelga ya suspendida una vez luego de largas negociaciones por aumento salarial que las patronales se niegan a otorgar en sintonía con un gobierno ultracapitalista que no quiere tampoco que los aumentos vayan por encima de la inflación.
Este sector de la burocracia sindical, aunque se muestra más duro con el gobierno, en los hechos viene apostando todo a la negociación entre cuatro paredes y no a la movilización de los trabajadores, a un verdadero plan de lucha que ponga contra las cuerdas a las patronales. Si ahora llaman al paro es porque no les quedó otra y en los lugares de trabajo el malestar no para de subir frente a una pérdida enorme del poder adquisitivo. De hecho, si este sector sindical estuviera a la altura de las circunstancias estaría convocando un Paro General de trenes para frenar la anunciada privatización del Belgrano Cargas, tomando como ejemplo la enorme huelga de los aeronáuticos que lograron frenar, al menos por el momento, las amenazas de privatización del gobierno.
Por otro lado, continúan las negociaciones paritarias de la UTA, que está tratando de evitar tener que ir al paro, a pesar de las duras posiciones de las patronales del transporte. Incluso ahora, ante la intransigencia de la patronal y en vistas del vencimiento de la conciliación obligatoria, buscan ir hacia una medida de fuerza separada del 30/10, con el objetivo de no producir lo que sería una huelga enorme al unificarse con los demás gremios del transporte, pero que golpearía de lleno al gobierno que están buscando sostener a toda costa.
Frente a toda esta política de entrega de la burocracia sindical, los trabajadores, los estudiantes, los jubilados y todos los sectores que están dando pelea, tenemos que ir forjando nuestra propia organización desde abajo en cada lugar de trabajo, al mismo tiempo que ir impulsando la unificación de las distintas peleas para imponerle a las centrales sindicales un verdadero plan de lucha y un Paro General que derrote todos los planes de hambre, miseria y represión del gobierno. ¡Ahora es cuando!









