Luego de varios meses de estabilidad política y envalentonado por el inicio del segundo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca del cual él fue invitado estelar, el presidente viajó directo desde Washington al foro mundial de Davos, con el objetivo de convertirse en el portavoz mundial de la agenda «anti-woke» frente al gran capital internacional. No le pudo haber salido peor: su discurso fue tan reaccionario, tan retrógrado y cargado de odio que produjo una inmensa reacción política que culminó en la masiva movilización democrática, antifascista y antirracista que este sábado reventó las calles de la Ciudad de Buenos Aires y de cientos de otras ciudades del país y del mundo.
El año político comienza así con un duro golpe para Milei. Una enorme movilización democrática, una inmensa respuesta social contra sus dichos y sus iniciativas misóginas y homofóbicas pusieron al gobierno a la defensiva, teniendo que abandonar una a una sus bravuconadas y, en cambio, ensayar pobres intentos de desdecir las aberraciones que ya todo el mundo había escuchado: primero, Milei salió a twittear que lo estaban «tergiversando», y luego, después de la marcha, repitió que lo habían sacado de contexto utilizando un «recorte malintencionado». Signos inequívocos de que el gobierno acusó el golpe.
Pero la movilización tuvo un significado político más profundo que repudiar los discursos de odio de Milei: funcionó como catalizador de amplios sectores sociales que expresaron su creciente bronca y malestar con el gobierno, así como fue una demostración para esos mismos sectores de que la fuerza social para enfrentar al gobierno no ha sido derrotada y que Milei aun no logra torcer las conquistas democráticas y sociales más profundas del país.
Una marcha unitaria contra Milei
El discurso vomitivo de Milei acerca de que «los homosexuales son pedófilos», que «las mujeres tienen más privilegios que los hombres» o a favor de reducirle la pena a los femicidas hicieron estallar la indignación rápidamente, y la marcha tomó forma luego de una masiva asamblea con más de 5000 personas en el Parque Lezama. La aparición de provocadores militantes de Milei en esa asamblea y otras, abrió también en el movimiento un debate importantísimo para la actual situación política: la necesidad de organizarse y luchar para frenar a los fachos y los provocadores.
Cebado por el discurso ultraconservador de Trump y las provocaciones nazis de su ídolo Elon Musk, Milei se metió con uno de los movimientos de lucha más fuertes en nuestro país y en el mundo: el movimiento de mujeres y LGBT, que viene de protagonizar luchas masivas y conquistas históricas en los últimos años, como el derecho al aborto en nuestro país. A pesar de que el movimiento fue perdiendo presencia en las calles en los últimos años debido a la política de sumisión al gobierno anterior por parte de las direcciones peronistas, el movimiento feminista no desapareció ni fue derrotado, y logró ganar un consenso social mayoritario sobre los derechos de las mujeres y diversidades que aún está vigente.
El gobierno ya mostraba síntomas de nerviosismo frente a la movilización ya desde la previa, cuando se vieron obligados a retirar cualquier presencia policial de la marcha y tener que renunciar a la aplicación de su política «antipiquetes».

Sobre esta base fue que, a pesar de la evidente centralidad que tuvo el movimiento de mujeres y LGBT en la convocatoria y luego en la movilización, la marcha catalizó y logró expresar de manera unitaria todo un conjunto de reclamos y luchas que enfrentan las políticas de Milei, no sólo en lo concerniente a los derechos de las mujeres y diversidades, sino también del conjunto de los trabajadores que sufren el ajuste. Así fue como en la movilización tuvieron lugar los trabajadores en lucha del Hospital Bonaparte, los despedidos de Shell, de numerosas estructuras estatales, una enorme columna de jubilados en lucha, organismos de DD.HH., entre muchas otras. La marcha tuvo un fuerte componente unitario, y en ese sentido, fue políticamente muy clara respecto a que no se trata aisladamente de un ataque misógino y patriarcal de Milei sino al conjunto de la sociedad explotada y oprimida. Hubo conciencia alrededor de que este ataque de Milei expresa todo un intento de transformar las relaciones sociales en un sentido mucho menos solidario e igualitario, y por lo tanto, inescindible de los ataques en el terreno de la economía, las relaciones laborales, la cultura, etc. Así fue que se trató de una marcha que golpeó como un solo puño reuniendo los reclamos de la clase trabajadora contra los despidos y el ajuste, los jubilados, la defensa de la educación y salud pública, en defensa de la cultura y de las libertades democráticas. Una verdadera marcada de cancha a Milei que puso al gobierno a la defensiva por primera vez en varias semanas.
Esta comprensión del carácter global del ataque de Milei se expresó también con la innumerable presencia de pancartas, carteles y consignas dedicadas a la burocracia sindical de la CGT, que jugó a las escondidas hasta último momento haciendo todos los malabares posibles para no convocar a la movilización, en el marco en que llevan adelante hace largos meses una escandalosa tregua y negociación con el gobierno. Los cantos exigiendo un paro general y denunciando la parálisis de la central sindical fueron un componente protagónico de la marcha entre todos los sectores.
Esto representa un punto de apoyo muy progresivo para enfrentar al gobierno: la comprensión de que es necesaria la unidad para luchar, frente a un gobierno que lleva adelante ataques globales.
Comenzó el año político
Esta acción unitaria expresó también los límites actuales de la situación política. Después de la asamblea masiva de Parque Lezama, en las reuniones posteriores los sectores del peronismo se negaron rotundamente a que la marcha culmine con un acto en Plaza de Mayo, lo que hubiera sido una enorme tribuna para que se expresen todas esas luchas y habría magnificado aún más el impacto político de la marcha.
Esto se explica porque el peronismo, aunque políticamente sea opositor a Milei, tiene como estrategia no la lucha sino la gobernabilidad, para que Milei pueda realizar muchos de sus ataques y luego toda esa bronca se manifieste por la vía electoral e institucional. Al mismo tiempo, como fuerza política que defiende el orden capitalista, el peronismo no es capaz de postular un programa alternativo al ajuste: necesitan que Milei lo haga, pero temen que su estrategia de guerra contra la clase trabajadora desate luchas que puedan llegar a cuestionar al sistema en su conjunto. Son opositores a Milei, pero mucho más son aliados del régimen político que lo contiene.
Ese fue el centro de la crítica que Cristina Fernández le espetó a Milei en la red social X: «Te pasaste dos pueblos», «Aflojá un poco… que vas a necesitar resto para cuando se te acabe la nafta del dólar planchado», o «los argentinos ya tenemos demasiadas divisiones como para agregarle diferencias por el género». En todas estas expresiones de la ex presidenta está contenida una misma idea: le advierte al presidente que amaine los ataques porque la situación se le puede ir de las manos. A Cristina le gustaría que Milei fuera otra cosa: No un gobierno que no ajuste, sino un gobierno burgués más «normal» que haga el ajuste que pide toda la clase capitalista, pero con una estrategia más conciliadora. Es precisamente lo que viene diciendo hace meses la propia CFK las veces que se refirió a la necesidad de rediscutir las leyes laborales y revalorizar el «equilibrio fiscal», es decir, el ajuste, pero de una manera «responsable».

La advertencia de CFK tiene que ver con la contradicción principal de la actual situación política en el país: ataques reaccionarios del gobierno, un movimiento de masas que no está derrotado y que supo luchar durante el año pasado, en el marco de un régimen político jugado a la gobernabilidad de Milei, pero que una y otra vez se encuentra tensado por ambos polos. En suma, un frágil equilibrio que amenaza con trastabillar frente a cada nuevo zarpazo reaccionario del gobierno.
La movilización del último sábado inició con todo el año político, el segundo de la era Milei, donde el escenario electoral, instalado desde ya por los de arriba, se encuentra todavía difuminado por la irrupción de las luchas de los de abajo.
Para nuestra incipiente organización, la movilización del sábado significó haber marchado como OST por primera vez por las calles del centro político del país hacia la Plaza de Mayo, con una columna de más de 80 compañeros y compañeras.
Con esta fuerza tenemos que ya mismo ir preparando grandes movilizaciones para el 8 de marzo, Día Internacional de la mujer trabajadora, y para el 24 de marzo, en defensa de los DD.HH. frente a este gobierno negacionista y represor, al mismo tiempo que seguir apoyando todas las luchas de trabajadores que están desarrollándose en este momento.









