El reciente acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional tiene múltiples significados para la situación política del país. Por un lado, es la confesión de un fracaso prematuro del plan económico diseñado por Milei-Caputo, luego de largos meses en los que juraron y perjuraron que no haría falta modificar el esquema cambiario, que la salida del “cepo” no sucedería hasta mediados de 2026 e incluso que el dólar iba a “bajar hasta los $600” . Por otro, se trata de una nueva declaración de guerra de Milei y el FMI contra la clase trabajadora de nuestro país, formalizando un acuerdo que pretende redoblar el ajuste fiscal, avanzar con las privatizaciones de empresas públicas, aumentar la edad jubilatoria y eliminar los derechos laborales. 

Es que las últimas semanas fueron de zozobra económica para el gobierno: Las reservas del BCRA no paraban de caer, la brecha entre el dólar oficial y los paralelos aumentaba día a día y, para peor, en marzo hubo un fuerte repunte de la inflación, el principal caballito de batalla con el que el gobierno pretende revalidarse en las elecciones de este año. Todo este panorama se desarrollaba luego de dos meses de fuerte desgaste político del gobierno, comenzando con el discurso fascistoide de Davos, el escándalo con la estafa de Libra y la indignante feroz represión con la que cada miércoles ataca a los jubilados que se manifiestan en el Congreso. En todo este panorama, y a pesar de las dudas debido a los insostenibles niveles de endeudamiento de Argentina con el organismo, el Fondo tuvo que salir al rescate de Milei. Para los trabajadores no hay “rescate”: el consumo no repunta y cada día los salarios alcanzan para menos. 

El gobierno gana tiempo, pero no resuelve la crisis estructural 

Los U$S20.000 millones que desembolsará el FMI significan un respiro para el esquema macroeconómico armado por el gobierno, que empezó a dar signos de agotamiento muchísimo antes de lo que ellos mismos esperaban: no sólo no llegaron a las elecciones, como pretendían, sino que no llegaron ni a la campaña electoral. La presentación de este nuevo acuerdo como una “Fase 3”, parte de un plan minuciosamente estructurado, no puede ser más ridícula. Milei y Caputo tuvieron que desdecirse de todo lo que habían sostenido los últimos tres meses sobre la sostenibilidad del plan económico. 

El esquema de “bandas” al que quedó regido el dólar después del acuerdo aparece como una especie de punto intermedio entre el dólar congelado que promovía Caputo y la “libre flotación” que exigía el Fondo. Sin embargo, el cambio de régimen es mucho menos significativo de lo que el FMI hubiera querido. El gobierno sigue habilitado a utilizar reservas para contener el precio de la divisa en los límites de las bandas ($1000 y $1400, que ajustan a 1% mensual), e incluso no tiene explícitamente prohibido hacerlo en cualquier valor intermedio. La razón de estas concesiones del Fondo no proviene de la técnica económica sino de la política: El FMI no puede “soltarle la mano” a Argentina por la sencilla razón de que es, por lejos, su principal acreedor, sumado al apoyo de Trump a Milei. 

Así fue como el peso se devaluó un 10% aproximadamente el día que debutaron las “bandas de flotación”, e incluso retrocedió un poco desde allí días después, contrario a las expectativas que esperaban un reajuste casi inmediato más cerca de los $1400. La razón es que, como venimos señalando, los cambios no son tan profundos como el gobierno los presenta. La “salida del cepo” sólo es válida para personas físicas (entre las cuales un porcentaje importante no tiene capacidad no ya de comprar dólares sino de llegar a fin de mes), mientras que los controles cambiarios continúan para las empresas, que son los que realmente mueven volúmenes significativos como para impactar fuertemente en las cotizaciones. Como adición, y atento al salto en el número de inflación, el Banco Central subió la tasa de interés, enviando un mensaje claro a los bancos y las empresas de que no se dejen engañar: la fiesta del carry trade continúa y sigue siendo más negocio que irse al dólar. Entre los de arriba, los decepcionados de toda esta ecuación fueron los exportadores, en particular las patronales del campo, que estaban reteniendo la cosecha esperando una devaluación mucho mayor y que ahora están en plena tensión con el gobierno, que quemando todos los manuales de la ortodoxia económica ya salió a amenazarlos con que “liquiden ahora porque en junio vuelven las retenciones”. 

Los fondos frescos con los que el gobierno logró engrosar temporalmente las reservas del BCRA le otorgarán paz cambiaria durante un tiempo, pero el problema estructural de la economía argentina está lejos de resolverse, y la deuda aumenta. En el corto plazo, sin lugar a dudas el dato más importante que es una mancha en el cuadro paisajístico que nos quiere pintar el gobierno es el de la inflación: dio un fuerte repunte del 2,8% a 3,7% en marzo, y desde antes de la firma del acuerdo ya se evaluaba que la de abril será mayor. Por eso, Caputo salió a cruzar a las empresas alimenticias que este lunes habían mandado listas de precios con aumentos en productos básicos de hasta 9%, aumentos que fueron cuestionados hasta por las cadenas de supermercados, no por buena voluntad ni nada que se le parezca, sino porque los niveles de ventas están por el piso, según revelan los datos de consumo. De todas maneras, cualquier elemento externo o interno que desestabilice los precios de la economía (Por ejemplo, la guerra comercial, que continúa a pesar de la relativa tregua) puede volver a echar nafta al combo dólar-inflación. 

Lejos de la supuesta algarabía por poder comprar dólares, el salario de los trabajadores viene en franco retroceso. Según un informe de la CTA-A, los salarios registrados perdieron hasta un 7% durante el primer trimestre del año, una caída que hay que estimar mayor en los sectores no registrados1. Este dato va en consonancia con los números de consumo, que continúan fuertemente para abajo: en marzo el consumo masivo cayó 5,4% interanual, y cerró un 8,6% de caída en el primer trimestre del año2

Salir a las calles para defender el salario 

El acuerdo prepara un redoblamiento del ajuste contra los trabajadores, sobre un panorama social que es de fuerte deterioro de los ingresos. Entre las filas de la clase trabajadora es conversación corriente que la plata no alcanza para nada, mientras los precios siguen aumentando. Aunque todavía hay sectores con expectativas, el gobierno viene sufriendo un desgaste político. Si ese desgaste no se traduce todavía en una nítida ruptura política es porque la experiencia de las masas con el gobierno está fuertemente mediada por la política traidora de las centrales sindicales y por el espiral de crisis en el que está sumido el peronismo. 

La CGT viene de realizar un paro pasivo el pasado 10 de abril. Un paro que estuvo pensado para que se lleve a cabo como finalmente fue: en frío, sin organizar ni movilizar trabajadores, incluso sin militar el paro de manera real en los lugares de trabajo. Los sindicatos cuidaron las formas marchando el día anterior al congreso, aunque movilizando sólo a los cuerpos orgánicos de la burocracia, sin apostar a una gran movilización de trabajadores. Todo esto sumado a la siempre inestimable ayuda de la burocracia de la UTA al gobierno, que socavó el impacto del paro, lo que dio como resultado una huelga desigual, no porque no haya bronca contra el gobierno, sino porque la acción quedó reducida a un paro pasivo, aislado, sin perspectiva alguna hacia adelante, lo que produjo que muchos trabajadores no se hayan sentido movilizados a parar. Así fue incluso para compañeros claramente opositores a Milei pero que quieren llevar adelante una lucha en serio y no testimonial contra el gobierno. Contradictoriamente, el desgaste del oficialismo se expresó en que pararon por primera vez otros sectores que el año pasado tenían más expectativas en el gobierno. 

El peronismo sigue sumando capítulos a su interna, mientras continúa el enorme desprestigio político en el que quedó tras la experiencia Alberto Fernández. Kicillof tomó la inédita decisión de desdoblar la elección bonaerense de las nacionales, y luego de varios días de crisis abierta, CFK llamó a una tregua para poder encarar el debate de la conformación de listas. Entre muchos trabajadores que simpatizan con el peronismo, domina la sensación de que «no se entiende» la interna entre Kicillof y Cristina Kirchner. Y es lógico que así sea, porque el peronismo de conjunto se está mostrando incapaz de ofrecer una alternativa a Milei y al FMI, por lo que la interna se traduce a una cuestión de liderazgo político más que de programa. Más bien al contrario, respecto al programa parece haber un consenso tácito acerca de la necesidad de aggiornarse al nuevo momento político, es decir, hacerle concesiones a Milei en relación con la política económica, leyes laborales, seguridad, entre otros temas. Incluso Grabois se subió a este barco y se despachó con declaraciones carneras y pro-patronales contra trabajadores de la salud y docentes, dos de los sectores que más están sufriendo la miseria salarial y la precarización de sus condiciones. 

Mientras, el calendario electoral comenzó oficialmente con las elecciones en Santa Fe, donde el dato más significativo fue la estrepitosa caída de la participación electoral, que apenas alcanzó el 55%, el porcentaje más bajo en la provincia desde el retorno de la democracia3. Por lo demás, primó la fragmentación: El gobernador Pullaro salió primero pero con casi 15 puntos menos que con los que ganó la gobernación hace dos años; el peronismo, dividido en tres listas, salió segundo pero lejos, y La Libertad Avanza tuvo que resignarse a un cómodo tercer puesto. Un dato que habrá que cotejar con otros comicios (en Mayo habrá más elecciones provinciales, con los ojos puestos especialmente en las de CABA) pero que ya da indicios de una crisis política que atraviesan el conjunto de los partidos del sistema, crisis que hoy en el terreno nacional juega a favor de Milei, pero que puede volvérsele en su contra ante un giro en la coyuntura por medio de la irrupción de la clase trabajadora en la escena. 

Es por esto que hay que impulsar y organizar toda manifestación de bronca contra el gobierno, denunciar el rol pasivo y traidor de las centrales sindicales, así como continuar exigiendo la necesidad de un plan de lucha real que vehiculice la creciente bronca y desazón con el gobierno de Milei, que prepara más y mayores ataques de la mano del FMI. Esto pone a la izquierda en la necesidad de tener una política clara de impulsar la lucha con todos los sectores que quieran enfrentar al gobierno, con el ejemplo de la histórica movilización unitaria del pasado 24 de Marzo, para desarrollar la experiencia de una clase trabajadora que no ha sido derrotada.


  1. https://www.rosario3.com/-economia-negocios-agro-/Los-salarios-cayeron-hasta-un-7-durante-el-primer-trimestre-del-ano-y-advierten-que-la-situacion-se-agravara-en-abril-20250416-0043.html ↩︎
  2. https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/la-reactivacion-no-llega-al-consumo-nid16042025/ ↩︎
  3. https://www.lacapital.com.ar/politica/elecciones-santa-fe-la-participacion-fue-del-556-la-mas-baja-el-regreso-la-democracia-n10190009.html ↩︎

TE PUEDE INTERESAR