El candidato de Milei, Manuel Adorni, finalmente se alzó con el triunfo en las elecciones de la ciudad de Buenos Aires a la legislatura porteña: el candidato “libertario” alcanzó el 30% de los votos, el peronismo no pudo aprovechar la fragmentación y quedó segundo con un 27%, mientras que el Pro sufrió una debacle en su bastión histórico rozando apenas el 16% de los votos. Sin embargo, el dato más impactante de la elección es el desplome de la participación electoral: apenas 52%, más de 15 puntos por debajo que las últimas legislativas de ese distrito, todavía con pandemia. 

El impacto de los números de la elección significa evidentemente un impulso político para el gobierno Milei que lo ubica en mejores condiciones de cara al resto del año electoral. Su principal objetivo fue la disputa con el PRO, la pelea por saldar la representación política de la derecha en el lugar más politizado del país y además bastión histórico de ese partido. De todas las elecciones llevadas adelante este año, esta es la primera donde pierde el oficialismo local. Es que la jugada no le podría haber salido peor a los Macri. Se intentó “municipalizar” la elección adelantándola lo más posible de las nacionales, buscando así instalar debates de una insulsa legislatura porteña con nulo peso político propio. Pero al ser las primeras en un distrito de importancia y al ser la capital del país, las elecciones terminaron naturalmente adquiriendo un carácter nacional, que el propio Adorni aprovechó utilizando la figura de Milei, y apostando a una campaña de contenido exclusivamente antikirchnerista, empatizando con el histórico electorado “gorila” votante del Pro de la Capital. El efecto fue el esperado. Los votos del PRO se tiñeron de violeta. Con este resultado a cuestas, al futuro del Macrismo como opción de la derecha republicana le queda poco margen, sobre todo de cara a la elección de la provincia de Buenos Aires. Se verá si Milei logra absorber al resto de ese partido o se jugará por jubilarlo definitivamente. 

Por su parte el peronismo no obtuvo los resultados que esperaba. Apareciendo como favorito en las encuestas y con una fragmentación electoral de la derecha en por lo menos cuatro listas, no logro salir primero e incluso retrocedió en términos nominales de las elecciones anteriores. Santoro hizo todo lo posible para ocultar su crisis, se pintó de verde, se disfrazó bajo el inocuo nombre de “Ahora Buenos Aires” y evitó por todos los medios aparecer relacionado a Cristina Kirchner o algún otro dirigente nacional. Sin embargo, no pudo aumentar su caudal de votos y, en los barrios del sur donde el peronismo suele ser más fuerte, fue donde más se sintió la abstención electoral.

No todo lo que brilla es oro

Este triunfo pone al gobierno a la ofensiva de cara a las elecciones nacionales y bonaerenses para lograr un armado con el PRO más favorable a los libertarios como veníamos diciendo. Sin embargo, falta un largo trecho todavía para esas elecciones en las que está por verse como saldrá parado Milei, pensando en las reformas estructurales reaccionarias que el gobierno prepara para el día después a que se oficialice la nueva composición del Congreso, así como para los ataques que ya está llevando adelante. Es evidente que los resultados de la elección no podrían haber existido sin la ayuda del Fondo Monetario Internacional que aportó una suma irrisoria de 20 mil millones de dólares de nueva deuda, sobre la que se sostiene un esquema económico de dólar barato e inflación a la baja, a fuerza de recesión, atraso salarial y desindustrialización y que carece de toda sustentabilidad. En ese contexto no es para nada notorio el quiebre de “clase” entre los sectores de mayores recursos que votaron mayoritariamente por LLA y las comunas con mayor composición trabajadora que lo hicieron por Santoro.  

Sin embargo, la verdadera dimensión política del triunfo electoral de Adorni queda desdibujada en gran medida por el otro gran dato político de la elección, que es el desplome de la participación, algo inédito desde 1983. Se trata ya de una tendencia a nivel nacional que mostraron las últimas elecciones provinciales y que con las elecciones de este domingo se terminó de confirmar: la oferta electoral no consigue atraer a una clase trabajadora donde prima un creciente malestar por la situación económica y el empeoramiento sistemático de las condiciones de vida al que está sometida la población gracias a las políticas de este gobierno. Pero la desafección y apatía hacia las elecciones y los asuntos políticos más generales de la sociedad, también tiene sus raíces en el fracaso de los últimos gobiernos, y en particular del peronismo. Así se entiende también que, incluso teniendo a su favor la fragmentación de la derecha, el peronismo “light” de Santoro no haya conseguido ser el más votado. 

 Y aunque todavía no se evidencie una ruptura con las direcciones políticas y sindicales tradicionales por el desencanto que recorre amplios sectores de la sociedad, la bronca por la miseria salarial y por la pasividad de los dirigentes comienzan a abrirse paso en la situación política. Desde la convocatoria de hinchadas en defensa de los jubilados hasta el paro de la UTA y otros sectores que comienzan a movilizarse por la presión de las bases, se fue instalando en cada vez más amplios sectores que el salario no alcanza.  

Esta situación de crisis salarial se combina con la situación de precariedad general: pueblos enteros inundados por las fuertes lluvias y la nula inversión en infraestructura, despidos y suspensiones en la industria por la política de importaciones del gobierno, ajuste a la salud y educación públicas, etc. Ninguno de estos temas tuvo lugar en las elecciones y como resultado uno de cada dos porteños no fue a votar. La alta abstención fue aún mayor a la media en las comunas del sur, de composición más trabajadora y popular, llegando a pisos que rondaron el 45%. Es el mismo sector social que en gran medida se volcó al voto por Milei en las presidenciales del 2023 y que ahora aparece dándole la espalda por lo menos en el terreno electoral. 

Por su parte, la izquierda tampoco logro capitalizar el descontento que hay por abajo y que no tuvo expresión electoral. Si bien el FIT-U logro renovar una de las dos bancas que tenían en juego, obtuvo una votación menor a la última elección a legisladores.  

En síntesis, en una elección conservadora y corrida a la derecha, marcada de manera estrepitosa por el ausentismo y la desconexión de los sectores populares con la agenda de los partidos del régimen, se hace más necesario que nunca que aparezcan en la palestra las reivindicaciones de los trabajadores. La principal tarea de la izquierda debe ser el de organizar la bronca creciente por abajo para que se exprese de manera contundente en las calles. Esa será la única manera de transformar la apatía en acción política a favor de una agenda y programa de los trabajadores.

Agustín F. Y Renzo Fabb

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