Entre el 16 y 18 de mayo más de 30 partidos y grupos políticos de distintas tradiciones de la izquierda revolucionaria se reunieron en París para analizar y debatir sobre la situación política internacional y cuáles son las tareas que tenemos por delante los trabajadores y las organizaciones que luchamos por una transformación revolucionaria de la sociedad.
La iniciativa ya va por su tercer encuentro, en donde los dos primeros se realizaron en Milán, y cuenta entre sus principales organizadores al NPA-Revolucionarios de Francia y a Lotta Comunista de Italia. Desde la OST participamos con una delegación donde presentamos nuestros puntos de vista en relación a la coyuntura cada vez más convulsionada del mundo y a la necesidad de impulsar partidos socialistas revolucionarios que nucleen a la vanguardia que se expresa en las distintas peleas.
También participaron una larga lista de corrientes políticas de Inglaterra, Estados Unidos, varios partidos de izquierda de Italia, España, Alemania, Portugal, Australia, Grecia, Turquía, Rusia, Bulgaria, Irán, entre otros. Por otro lado, una serie de organizaciones de países de Asia y Medio Oriente, enviaron presentaciones virtuales, reflejando los pasos iniciales en la constitución de nuevos partidos socialistas revolucionarios. Cabe destacar que, si bien fueron invitadas a formar parte de la Conferencia, tanto la FT-CI (PTS-Argentina) como el Partido Obrero de Argentina, negaron su participación en una actitud que refleja un rutinarismo político sectario que no parte de reconocer que estamos en una situación mundial que requiere crecientes grados de debate, intercambio y coordinación entre fuerzas revolucionarias a nivel internacional.
Algunas coordenadas comunes
Las razones para que una amplia y heterogénea gama de organizaciones de izquierda nos reunamos a analizar y debatir las tareas son varias, pero una es clara. Los nuevos tiempos que se están abriendo en el mundo anuncian mayores y múltiples crisis, desde el plano de la economía, pasando por los impactos ambientales de la dinámica destructiva del capitalismo, desplazamientos migratorios forzados por guerras y hambrunas, enfrentamientos militares y también, como consecuencia del incremento de todos estos padecimientos, la posibilidad de nuevos eventos revolucionarios. Se trata de una caracterización del actual momento político mundial que fue común a la mayoría de las organizaciones, lo que es un elemento progresivo y traza un piso de acuerdo que no se limitó a ese aspecto.
Hubo también una visión extendida de la centralidad de adquirió en un último período la pelea inter-imperialista entre EEUU y China y la emergencia categórica de esta última en una potencia capitalista que le disputa la hegemonía internacional al declinante imperialismo norteamericano. A pesar de que algún grupo sigue pensando en la vetusta categoría de “estado obrero degenerado” para explicar la realidad de la sociedad china, la gran mayoría reconoce que se trata de un imperialismo en ascenso. Además, se destacó en varias intervenciones que, producto del desarrollo industrial de las últimas décadas, China concentra la clase obrera más grande del mundo y por tanto uno de los bastiones fundamentales donde se desarrollará la lucha de clases en todo el período histórico que tenemos por delante. Si bien hoy la actividad de las bases obreras es más bien molecular y cada tanto se desencadenan rebeliones en mega-fábricas y su estado de organización y de conciencia está en proceso de gestación, promete protagonizar enormes peleas en los próximos años.
El tercer elemento que se expresó en muchas intervenciones fue que, a pesar de que estamos entrando en un mundo mucho más “duro” en el sentido del aumento de la agresividad del capitalismo y sus expresiones políticas, no obstante, traerá respuestas de lucha por parte de la clase trabajadora y los explotados y oprimidos alrededor del mundo. De hecho, es algo que es verificable en la enorme resistencia internacional en defensa del pueblo palestino o en la reciente rebelión de la juventud en Bangladesh. Donde hay ataques, hay respuesta. No estamos en un período de derrotas como a finales del Siglo XX, sino de golpes y contragolpes, de ataques durísimos, como el que está sufriendo el pueblo palestino, pero también de respuestas que, si bien aún no logran torcer la balanza y ponerles un freno e incluso una derrota a esos ataques, reflejan un estado de vitalidad y reconstrucción de las fuerzas por abajo que es prometedor. Tomando en consideración que estamos en un nuevo período más convulso, pero al mismo tiempo no contamos con fuerzas políticas que ya dirijan a la clase trabajadora, es que hubo en la Conferencia una compresión bastante común de que estamos en un momento preparatorio, de reconstrucción de las fuerzas de la clase y de sus expresiones políticas revolucionarias.
Por último, otro elemento que apareció en el debate, pero de manera más soslayada, es la fuerte crisis que está atravesando el reformismo (Podemos, Syriza) y de las formaciones políticas “progresistas” burguesas (Partido Demócrata, peronismo, etc.). Se trata de un largo derrotero de traiciones y adaptaciones a las políticas de ajuste, de austeridad, de recortes en gastos sociales, etc., que se traduce en una pérdida de apoyo de sus bases trabajadoras, populares y de sectores medios. Y ante la falta de una perspectiva superadora por izquierda, lo que es el déficit más dramático de la presente época histórica, amplios sectores giraron hacia la derecha e incluso hacia la extrema derecha. De ahí la enorme tarea que tenemos los revolucionarios de impulsar las luchas contra los ataques de la extrema derecha, así como desenmascarar las falsas y precarias ilusiones de mejora social que aún pregonan las alternativas reformistas.
Por tanto se trata de una nueva situación internacional que no puede ser tomada a la ligera y requiere de la mayor atención y seriedad a la hora de establecer cómo nos preparamos los trabajadores y la izquierda para encarar estos renovados desafíos históricos.
Los debates de la conferencia
La Conferencia se dividió en dos momentos. El primer y segundo día se realizaron análisis y posicionamientos sobre distintos elementos que hacen a la situación internacional y el tercer día a la discusión sobre cómo intervenir en el movimiento obrero desde una perspectiva socialista.
La guerra en Ucrania
De todas las cuestiones que se abordaron sin dudas la de la guerra en Ucrania fue la más sobresaliente y divisoria de aguas políticas. No es para menos, ya que han pasado más de tres años de guerra en el corazón de Europa, hecho que no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial, y por el momento no está claro ni cuándo ni bajo qué situación podría llegar a su fin. E incluso, como vemos en la última semana de ataques y contraataques de ambos bandos, crece el peligro de que se instale una dinámica más general de enfrentamientos regionales y continentales. Claramente las posiciones políticas de los diferentes partidos no fue la misma y básicamente se dividió en tres líneas de intervención.
Por un lado, se encuentran los grupos, como Lotta Comunista que plantean que la cuestión nacional en Ucrania no tiene relevancia y que sólo se trataría de un discurso chovinista de la burguesía para embaucar a los trabajadores. Así, niegan que Ucrania sea una nación que históricamente ha sido oprimida y que por lo tanto niegan la tarea de pelear por su derecho a la autodeterminación. Para los socialistas revolucionarios todo pueblo tiene derecho a tener un gobierno y un Estado soberanos. Y esto, incluso los planteamos, como hiciera en su momento Lenin, en relación a una sociedad, un país y un Estado capitalistas. El reclamo de la independencia nacional es un principio democrático elemental que, claro, no es socialista, pero los socialistas luchamos por los derechos democráticos de los pueblos y planteamos que, en la época actual donde la burguesía es una clase social reaccionaria y conservadora, sólo bajo un gobierno de los trabajadores es posible realizar esa tarea elemental. El hecho de que no sea una tarea socialista no implica que la descartemos o peor aún, que nos ubicamos en la vereda de enfrente, es decir, del lado del imperialismo opresor.

Para Lotta Comunista la guerra en Ucrania se trataría sólo de una confrontación interimperialista a secas, un escenario donde Estados Unidos y la OTAN de un lado y Rusia del otro ajustan sus cuentas por el dominio mundial. Con esta caracterización, echan mano de la política que planteaba Lenin para las guerras donde se enfrentan dos países imperialistas, conocida como «derrotismo revolucionario», esto es, que la apuesta política sólo esté dirigida a detener la guerra. El problema es que Ucrania es efectivamente un país oprimido, que fue invadido por un país imperialista como Rusia. Entonces sostener el derrotismo revolucionario en este caso concreto, deja de lado los intereses de la clase trabajadora ucraniana, la defensa de su soberanía territorial y el derecho a la explotación de sus recursos naturales. Una política derrotista que hoy es la que están negociando Trump y Putin para profundizar el sometimiento del pueblo ucraniano.
Por otro lado, como error simétrico opuesto y unilateral se encuentran corrientes como la LIS (MST-Argentina) y el PCL de Italia que sólo ven la guerra enfocada en la ocupación de los territorios por parte de Rusia y por lo tanto solo se trataría de una guerra de opresión nacional, lo que desprende como principal la tarea de impulsar la resistencia ucraniana contra la ocupación incluso dándole la bienvenida a todo tipo de apoyo internacional en relación a dinero y armas. Una posición que no reconoce lo que la anterior posición ubica como único enfrentamiento: la presencia abrumadora de la OTAN y EEUU en la comandancia política, económica y militar al interior del Estado ucraniano. Un nivel de intromisión del imperialismo norteamericano muy avanzado en lo que hace a los asuntos de la nación y por tanto reducir la guerra a un conflicto entre Rusia y Ucrania lleva al grave error político de trabajar como ala izquierda de la OTAN, como una cobertura «de izquierda» para hacer asequible la intervención política imperialista. Como señaló durante la confederación uno de los postulantes de esta posición: «no podés estar a favor de la independencia de Ucrania y rechazar el envío de armas de EEUU», quedando, en la práctica, del lado de la política del rearme militar de los Estados capitalistas de toda Europa.
Desde la OST tenemos un punto de vista en relación a la guerra que parte de reconocer las fuerzas sociales actuantes en la contienda, las relaciones de dominación entre los Estados y la lucha de clases. Desde este abordaje es claro que existe en Ucrania un problema histórico con la cuestión nacional y su subordinación y opresión en general al imperialismo ruso, pero también en los últimos tiempos al imperialismo norteamericano. Por eso es que defendemos el derecho de su pueblo y su Estado a defenderse frente a la invasión rusa, a exigir el retiro de las tropas de sus territorios ocupados, esto es, de pelear por una paz sin anexiones.
Pero la pelea por la soberanía de Ucrania no puede hacerse de la mano de otro imperialismo, como el norteamericano, puesto que sería liberarse del yugo de uno para subordinarse a otro. Por eso hay que defender el derecho de Ucrania a autodeterminarse desde una posición de independencia política de ambas potencias imperialistas, de ambos bandidos que sólo quieren operar un saqueo mayor de los territorios y recursos naturales y energéticos. Solo una posición que combine la defensa de los derechos nacionales, que son derechos democráticos fundamentales, con una posición internacionalista, es decir, independiente de los imperialismos, es una ubicación propia del marxismo revolucionario.
Algunos enfoques objetan nuestra posición porque dicen que «no hay resistencia obrera y popular» en Ucrania contra la invasión y por eso no está vigente una cuestión nacional abierta que resolver. Pero en esta objeción se mezclan determinaciones de carácter objetivo, como la relación de opresión nacional, con determinaciones de carácter subjetivo, como el estado actual de conciencia política, disposición a la lucha de clases y al enfrentamiento con la invasión militar. Y se termina desechando un elemento estructural por la ausencia de un desarrollo subjetivo, lo que evidentemente es un error de análisis político de importancia.
Con esto no queremos decir que toda la ubicación política se postule sobre la base exclusiva de las condiciones objetivas sin tomar como un factor fundamental el estado de conciencia, de organización y moralización de los trabajadores, explotados y oprimidos. Pero deducir la política sólo y exclusivamente a este factor puede hacernos recaer en todo tipo de subjetivismos, ya sea más conservadores (negando el derecho a la autodeterminación), como oportunistas (embarcándose en una patriada sin delimitación política de ambas potencias imperialistas).
La cuestión palestina
La segunda cuestión que recorrió la Conferencia fue la guerra-genocida del Estado de Israel contra el pueblo palestino. Tras meses de invasión y matanza sistemática, la situación actual en Gaza es extremadamente dramática. Días atrás el Ministerio de Sanidad de Gaza publicó que ya se superaron los 54.000 muertos directos por ataques del ejército israelí, sin contar fallecidos por enfermedad y otras causas indirectas. Además, más de 600.000 palestinos fueron desplazados de sus tierras y cuando quisieron regresar en los pocos días que duro el alto al fuego se encontraron que el ejército sionista había derribado todas sus casas con topadoras, de modo de resultar inhabitables, dejando a la vista claramente que se trata de un plan de exterminio, desplazamiento de los sobrevivientes y de ocupación permanente de los territorios.1
Un plan genocida y colonial que cuenta con el apoyo de las grandes potencias imperialistas y si bien varios gobiernos del mundo elevan voces críticas contra el descarnado genocidio, no pasan de las palabras y no toman medidas contundentes contra Israel. Son las juventudes y sectores de trabajadores los que en diferentes partes del mundo se vienen movilizando en repudio del genocidio, exigiendo el alto al fuego inmediato y la retirada de las tropas de los territorios ocupados. Y también le reclaman a sus gobiernos que rompan relaciones con el Estado de Israel, que le quiten ayuda económica, militar y den de baja todos los acuerdos de colaboración existentes.

En la Conferencia la mayoría de los partidos acordaban en apoyar la causa Palestina e incluso en la perspectiva histórica por la que peleamos los socialistas revolucionarios: que la solución de fondo, real y duradera para el pueblo palestino sólo puede existir si en una causa común los pueblos de Medio Oriente derrotan al ejército y destruyen al Estado sionista y ponen en pie en todo el territorio histórico de Palestina un solo Estado laico, democrático, libre y socialista. Esto es un Estado gobernado por los trabajadores, donde todas las nacionalidades y grupos religiosos puedan convivir en paz. La historia y los hechos recientes demuestran que es imposible que pueda existir un Estado Palestino en paz de forma paralela al Estado de Israel, porque el proyecto estratégico de este último es desde su origen el exterminio de los palestinos y la ocupación de sus territorios.
Por otro lado, sobre un fondo de común acuerdo en torno al apoyo, también hubo debates y distintas posiciones. Sin embargo, ese acuerdo generalizado tuvo una excepción. El partido Lotta Comunista no expresó posición sobre la causa Palestina, pero en sus prensa, bajo una insólita argumentación de que el capitalismo tendría una “uniformidad” en todo el mundo, no establecen una diferenciación entre países imperialistas y países oprimidos. Por lo tanto, para ellos, la causa palestina como cuestión nacional de un pueblo oprimido no existe. Es decir, la ocupación, opresión y guerra genocida no es un hecho que para los marxistas-leninistas tenga relevancia y por lo tanto se declaran “neutrales”. Así, no llaman ni se movilizan para enfrentar el genocidio y ni siquiera reclaman el alto al fuego, una posición grave donde por medio de “argumentos” de ropaje izquierdista se termina asumiendo una posición que es común en buena parte de la burguesía internacional.
Entre las filas de quienes apoyamos la causa y la lucha del pueblo palestino el debate giró sobre el problema de la dirección política actual del movimiento en manos de Hamas. La cuestión del debate tiene muchos años, pero recobró fuerzas tras la incursión militar de Hamas el pasado 7 de octubre, donde además de estar dirigida contra algunos objetivos militares del Estado de Israel, tuvo como objetivos la población civil. Se trata de un ataque sobre la población civil que los marxistas no compartimos ni por lo tanto apoyamos. Pero eso no implica que dejemos de defender de forma incondicional el derecho que tiene un pueblo que está siendo masacrado a rebelarse, a armarse y a oponer resistencia por todos los medios de que disponga. De la misma manera que había que defender las múltiples formas de resistencia y rebeldía que tenían lugar en los campos de concentración bajo la Alemania nazi, en los centros clandestinos de detención en la última dictadura de Argentina. Siempre que de un lado exista un Estado opresor, que somete por la fuerza a un grupo o una población, que empuja a su exterminio, los marxistas revolucionarios vamos a defender de forma incondicional su resistencia.
Ahora bien, defendemos la resistencia, incluso armada del pueblo palestino, pero no acordamos ni apoyamos a Hamas en su estrategia para encarar la resistencia ni en su plan político de gobierno. Desde sus orígenes ha buscado concertar alianzas con distintos gobiernos reaccionarios de la región y su proyecto político es el de un Estado islamista, no una sociedad democrática bajo un gobierno de los trabajadores. No se trata de un proyecto de emancipación ni de la clase trabajadora ni de los explotados y oprimidos. Y precisamente por no tener una estrategia realmente ligada a un proyecto de los trabajadores es que sus métodos de lucha tienden a ser más bien militaristas y sustituístas, lo que no ayuda para nada a que crezca el poder organizado de los trabajadores y el pueblo palestino. Es decir: el proyecto político burgués y reaccionario de Hamas tiene en el plano de la resistencia una política equivocada que no sirve realmente para enfrentar el genocidio del Estado de Israel.
La cuestión de los sindicatos, el partido y la conciencia socialista
El último día de la Conferencia se centró en la cuestión de la intervención política en la clase trabajadora y los sindicatos. En términos generales todas las corrientes presentes acordaron que es una tarea esencial de los revolucionarios participar activamente en los sindicatos, en tanto que lugares donde se encuentra la clase obrera organizada. Pero esta definición general no agota el problema de cómo contribuir a la constitución de la clase trabajadora en un sujeto protagónico de la revolución socialista. De hecho, la participación de los revolucionarios en los sindicatos es una parte de la cuestión que, inclusive, en muchos lugares del mundo, la tasa de afiliación actual es tan baja, que la gran mayoría de la clase no está organizada y por tanto, se plantea como una tarea la puesta en pie de sindicatos para organizar la lucha2.El grado de desigualdad en la tasa de afiliación sindical y la baja global que hubo desde finales del Siglo XX hasta nuestros días, donde en varios países se ha visto un progreso en el sentido positivo, nos remite a la necesidad de partir de un diagnóstico de nuestra época actual, del estado de la conciencia y la organización de la clase trabajadora y por lo tanto de cuáles son las tareas del marxismo revolucionario en este período.
Como señalamos en los documentos que desde la OST presentamos en la Conferencia, la clase trabajadora actual tiene una gran diferencia con la del Siglo XX. Por dos razones, una negativa y otra positiva. La primera es que actualmente cuenta con niveles de organización mucho más bajos, lo que se refleja en la importante caída en su tasa de sindicalización; además, con una conciencia política no precisamente de clase, sino en el mejor de los casos, reformista. Se trata de una clase obrera que no cuenta, como fue durante el Siglo XX (con todas las desigualdades y matices del caso), con una conciencia socialista, con un ideario anticapitalista, con aspiración de transformación global de la sociedad, y por lo tanto, hoy carece de partidos revolucionarios de masas que den forma concreta a esa perspectiva histórica.
Sin embargo, existe un elemento positivo que no hay que despreciar. La actual clase obrera no carga sobre su propia espalda con las derrotas de los intentos de emancipación del Siglo XX ni tampoco tiene al frente de sus sindicatos y partidos a la traidora burocracia estalinista, principal responsable de atar de pies y manos a los trabajadores para emprender la tarea de un cambio revolucionario. Hoy hay otra clase trabajadora, más despolitizada, menos organizada, pero también con un creciente cuestionamiento a las condiciones de vida y opresión del capitalismo y a los partidos burgueses y reformistas que prometen mucho y cada vez solucionan menos.
Sobre esta nueva realidad histórica es que hoy operamos los marxistas para reconstruir la organización y la conciencia socialista. Y el terreno real sobre donde desarrollar esta tarea está cambiando: las condiciones mundiales están incubando una dinámica de lucha de clases más alta y por lo tanto más politizada, donde las tendencias a la organización, a la politización y la búsqueda de alternativas al capitalismo es cada vez mayor. Eso hoy parece exactamente al revés: son los personajes de la extrema derecha los que están capitalizando en primer lugar el malestar social. Pero tras mediar una experiencia, lo que hoy gira por derecha, mañana puede girar hacia izquierda. La cuestión, entonces, pasa por qué hacer en este nuevo contexto.
Durante la Conferencia, algunas corrientes acostumbradas a repetir doctrinariamente algunos análisis históricos señalaron, citando a Trotsky, que al igual que en 1938, todo el problema de revolución se reduce al problema de su dirección revolucionaria, es decir, que, para estas organizaciones todo el problema del actual período histórico está en que la clase obrera no cuenta con un partido revolucionario y nada más3. Pero olvidan que esa definición de Trotsky la hizo sobre la base que él mismo suponía lo que era un hecho de la realidad: que existía en gran parte de Europa, y otros muchos países del mundo, fuertes organizaciones sindicales y políticas de la clase trabajadora, una extendida conciencia socialista, y una experiencia de lucha revolucionaria y combatividad probada durante las primeras décadas del siglo. Y, por lo tanto, correctamente Trotsky planteaba que el problema se reducía a la dirección política de la clase trabajadora.
Pero resulta, como señalamos antes, que esa no es la realidad de la clase obrera mundial y por lo tanto si bien, la principal y más jerarquizada tarea de hoy es construir partidos socialistas revolucionarios, tiene que hacerse de la mano de impulsar la reconstrucción de las organizaciones de masas de los trabajadores y del conjunto de los explotados y oprimidos. Y eso no puede hacerse de cualquier manera. Un partido socialista tiene que construirse y desarrollarse sobre la base de una política que busque colocar los intereses de los trabajadores en el centro de las cuestiones y trazando una orientación práctica, un curso de acción, que permita que esos intereses puedan realizarse. ¿Cuál es esa orientación? La que tienda a desarrollar al sujeto en un mayor grado de organización, politización, capacidad de lucha, experiencia consciente y fortaleza moral. Que le permitan hacer crecer en la clase trabajadora (y esto vale para los explotados y oprimidos en general), los atributos necesarios para que pase de ser una “clase en sí”, un mero objeto del capital para su explotación, a constituirse en un sujeto político consciente y activo por sí mismo. Una orientación política socialista, entonces, es la que promueve y lucha por hacer crecer una tendencia hacia la constitución de la clase obrera como poder organizado, autónomo y consciente en relación a la burguesía.
Así, la reconstrucción de la organización sindical no es una tarea puramente sindical en el sentido estrecho de la palabra. Se trata de una tarea política integral en la que no buscamos sólo impulsar las luchas por salario y cuestiones específicas del lugar de trabajo (sindicales), sino todas las cuestiones que pueden ayudar a desarrollar la conciencia política, el poder de movilización, la ligazón con otros sectores de los trabajadores y sectores sociales en lucha, etc. Para ilustrar esto, durante la Conferencia planteamos el ejemplo de la lucha del movimiento de mujeres en Argentina, que permitió impulsar en muchos lugares de trabajo comisiones de género, luchar por derechos para las mujeres trabajadoras, servir de ejemplo de lucha de masas para conseguir un derecho histórico como el aborto legal, introducir ideas de emancipación de una sociedad más igualitaria, etc. Llevar a esa lucha a los lugares de trabajo fue muy progresivo no sólo para las luchas de las mujeres trabajadores, sino para el conjunto de la clase obrera, en tanto la educó en relaciones de solidaridad y nutrió su conciencia política. De ahí que hoy desde la extrema derecha hasta el mismo nuevo Papa León XIV lancen ataques en favor del “hombre y las mujeres como vínculo natural” y contra la conquista del derecho del aborto. Porque se trata de elementos de conciencia y conquistas materiales ultra progresivos que fueron ganados con enormes luchas y reflejan grados de avances en materia de organización y conciencia enormes.
Conclusiones
La realización de esta nueva Conferencia fue un evento muy progresivo porque su realización implica ponerse a tono con la nueva época histórica de mayores desafíos y oportunidades para el relanzamiento de la perspectiva socialista. No podía ser que los distintos grupos, partidos y corrientes de izquierda sigamos construyendo cada una por su lado sin siquiera compartir nuestras caracterizaciones y experiencias de construcción política, debatir nuestras diferencias, encontrar puntos en común, tejer nuevas relaciones. Así, la puesta en pie de un espacio común, a pesar de las múltiples diferencias de tipo ideológico y político es un augurio muy positivo en este nuevo escenario internacional que tendrá que seguir sosteniéndose para explorar, más allá de sus actuales límites, sus potencialidades.
Laura Granillo y Eric Simonetti
Organización Socialista de los Trabajadores
Buenos Aires, Argentina.
- Ver el informe publicado en Viento Sur el 27/5/25 “Inutilizar Gaza: la misión israelí de destrucción urbana total”, donde se describe el plan sistemático de demolición de las zonas previamente bombardeadas. Ver artículo: https://vientosur.info/inutilizar-gaza-la-mision-israeli-de-destruccion-urbana-total/ ↩︎
- La tasa de sindicalización ha sufrido una baja sustancial en las últimas décadas. Algunas cifras son ilustrativas, en España hoy es del 14%, en Grecia del 18%, en Alemania del 17%, en EEUU del 10%, en Francia del 9%, Reino Unido del 23%, México del 12%. Sin embargo, hay otros países que lograron sostener tasas mayores como Suecia del 66%, Bélgica del 50%, Noruega del 49%, Argentina arriba del 40%. ↩︎
- La cita exacta se encuentra en el “Programa de Transición” (1938), donde Trotsky señala que “Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “maduras” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras, sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria”. Ver texto completo en: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm ↩︎









