Hace falta un Paro General con movilización de masas

El fallo condenatorio y proscriptivo de la Corte Suprema contra Cristina Kirchner es un salto en los ataques reaccionarios que se vienen perpetrando desde el Estado, el gobierno y los poderes económicos contra la clase trabajadora y las grandes mayorías. Es parte de una ofensiva global de la clase dominante desatada desde que asumió el gobierno de Milei que, aunque muchos se esfuercen por desligarlo de responsabilidad en relación al fallo, no deja de ser bajo su gobierno y su ofensiva autoritaria que sucede semejante ataque contra los derechos políticos y las libertades democráticas.  

Ofensiva capitalista y proscripción electoral 

Los juicios de corrupción acusando a CFK tienen varios años, pero el poder judicial (y los sectores burgueses detrás de esta decisión), resolvieron ir a fondo y dejarla fuera de la competencia electoral porque evaluaron que hay “buenas” condiciones políticas para pasar a la ofensiva. Se trata de un ataque que tiene una significación concreta y nos remite al surgimiento del kirchnerismo luego del 2001.  

El kirchnerismo fue la expresión que el peronismo y la burguesía en Argentina encontraron luego de la rebelión popular del Argentinazo del 2001 ya que otorgó algunas concesiones sociales, económicas y políticas a la población empobrecida, pero sin realizar cambios de fondo. A cambio de dar algunas mejoras sociales, el kirchnerismo logró estabilizar políticamente el país, sacar el “que se vayan todos” de las calles, reencauzar la vida política al interior del Estado y transformarse en la fuerza política hegemónica durante más de una década (2003-2015).  

Esa “alma dual” del kirchnerismo, la de ser un salvavidas de la clase capitalista en medio de la rebelión y una expresión política que otorgó ciertas mejores sociales, comenzó a llegar a su fin, en ambos aspectos, cuando todo un sector de la burguesía rompió tras la crisis del campo y se encolumnó con la oposición derechista del PRO. Por otra parte, a nivel de población trabajadora y popular, el kirchnerismo también comenzó a debilitarse bajo la política de “sintonía fina” de Cristina durante su último mandato. La quita de apoyo de un sector burgués combinado con un creciente descontento en sectores medios y de trabajadores llevó a la derrota del peronismo en 2015.  

El macrismo llegó al poder con la promesa para los sectores populares de “hambre cero” y para la burguesía de realizar toda una serie de contrarreformas económicas. Pero ni bajó la pobreza ni pudo ir a fondo con esos cambios pro-capitalistas. Y cuando trató de avanzar, tras el triunfo de las elecciones legislativas del 2017, se desató un proceso de movilización social que lo dejó herido de muerte. Ahí fue cuando el peronismo, en una versión más conservadora y timorata regresó al poder. El final de la película es conocido por todos. Alberto Fernández dejó todo como lo dejó el macrismo, provocando una enorme desilusión entre la propia base del peronismo que terminó en la victoria de Milei, un gobierno ultra reaccionario que se propuso ir a fondo contra todas las conquistas sociales de los trabajadores y realizar las contrarreformas que la clase capitalista pide a gritos hace años.  

Es en este cuadro que se inscribe el ataque contra CFK. Importantes sectores de la burguesía local y del imperialismo leen que, actualmente, “las aguas turbulentas” del Argentinazo no están presionando de forma categórica y por lo tanto ya no hay que hacer más concesiones. Al contrario, se trata de ir hacia una época que vaya en el sentido contrario, como el que Milei está encaminando, aunque aún no pudo pisar el acelerador, en la medida que dos reformas estructurales como la laboral y la jubilatoria aún siguen en gateras. Así, si bien la burguesía tiene hoy un gobierno que “hace la tarea sucia” en el presente, al mismo tiempo no tiene la confianza en el sistema político de partidos de que las reformas que se hagan hoy, las inversiones que podrían hacer hoy, no vayan a ser deshechas el día de mañana. Y como parte del elenco político capitalista, es a CFK a quien la propia burguesía le ha perdido confianza y teme que “vuelva” y sea permeable a revertir ciertas contrarreformas. De ahí que en los últimos años y en sus últimos discursos CFK trate todo el tiempo de “recobrar” la confianza de la burguesía mostrándose más a tono con los aires conservadores, de la misma manera que hizo Lula cuando volvió al poder que no retrotrajo las contrarreformas antiobreras de Bolsonaro. Pero en la coyuntura inmediata, como en su momento con Lula, ganaron las alas más decididas a pasar a la ofensiva y resolver ahora mismo este problema que ya lleva pendiente varios años.  

El rol desmovilizador de los sindicatos 

La lectura que hacen sectores de la burguesía y el poder político de que hay buenas condiciones políticas para pasar a la ofensiva tienen un elemento de realidad. El peronismo viene muy desprestigiado ante amplios sectores sociales, lo que se expresó primero en el triunfo de Milei y ahora con el ausentismo en las elecciones provinciales. Y, por otro lado, frente a los múltiples ataques del gobierno de Milei contra la clase trabajadora, las centrales sindicales como la CGT y CTA vienen teniendo una política de “dosificación” de las medidas de fuerza que no sirven para derrotar los ataques reaccionarios del gobierno. Un terreno fértil, a los ojos del poder, para avanzar en más ataques, como en este caso la proscripción política de CFK.  

Es decir, hay una relación estrecha entre la pasividad de las direcciones sindicales y el ataque contra CFK. Los capitalistas, el imperialismo norteamericano y el propio gobierno ven que quienes tienen el poder de convocar una huelga general, de llamar a movilizar a decenas de miles, esto, es el peronismo y la CGT, no tiene la intención política de hacerlo y que prefieren jugárselas todas en las próximas contiendas electorales. Un camino que, como ya viene quedando cada vez más claro, sólo ha llevado a sucesivas derrotas.  

Ahora bien, frente la pasividad de las cúpulas sindicales, en las últimas semanas comenzaron a desarrollarse todo tipo de procesos de luchas, entre las que se destaca la huelga de las y los trabajadores del Garrahan en lucha por el salario o la clase trabajadora de Tierra del Fuego que prácticamente sitió la provincia en pie de huelga contra la reforma desindustrializadora de Milei, pero también en defensa de la soberanía del país. Todo un ejemplo de algo más profundo: que la clase trabajadora cuenta con enormes reservas de lucha, que no está derrotada y que no va a dejarse aplastar, y que cuando se pone de pie su poder es inmenso. Por eso, es un grave y peligroso antecedente la estrategia de Lula en Brasil, que aceptó la institucionalidad injusta y arbitraria del Estado sin antes haber colocado todo el poder de movilización sindical, estudiantil y barrial sobre las calles. Es claramente una vía muerta para derrotar la proscripción y fortalece toda la ofensiva reaccionaria sobre la clase trabajadora.  

La proscripción puede derrotarse 

Desde la OST creemos que hay ir en el sentido contrario a lo que plantea el peronismo. Hay que dar la pelea con todas las fuerzas. Y no lo creemos sólo porque es lo justo ante un caso de persecución política, sino también porque efectivamente existe la capacidad y la disposición para dar la pelea entre amplios sectores democráticos y populares de la sociedad que ven esto como un ataque peligroso. Y que, además, si hoy atacan a una dirigente política opositora, eso lesiona de forma grave el conjunto de los derechos políticos de la población y las libertades democráticas, algo que tendrá impacto también en los derechos sociales y económicos de los trabajadores. No son dos cosas que van separadas, y separarlas puede llevar a una política errada que no parte de reconocer la globalidad del ataque del Estado y las patronales. Un ataque que, como venimos viendo incluye un curso político cada vez más autoritario del gobierno, con aumento de la represión a la protesta social, persecución a dirigentes sociales y políticos, violencia directa hacia periodistas, intento de prohibir el derecho a huelga, entre otras medidas que buscan acallar los reclamos sociales y las voces políticas opositoras.  

Frente a toda esta nueva situación política abierta es momento de establecer un fuerte estado de deliberación en todos los lugares de trabajo y estudio, de apoyar las luchas de los trabajadores como las del Garrahan para que triunfen. Las fuerzas para luchar existen: son los cientos de miles que estos últimos meses se manifestaron en defensa de la educación y universidad pública, incluidas las decenas de tomas de facultades, quienes se movilizan semana a semana junto a los jubilados enfrentando la represión, los que reventaron las calles el 1F en repudio a los dichos fascistas de Milei en Davos, quienes protagonizaron los paros generales, etc. Con toda esa fuerza, que sigue dispuesta a salir a la lucha si se ofrece una perspectiva de lucha real, se puede derrotar al gobierno de Milei, a la gran burguesía y el imperialismo, lo que al mismo tiempo puede ir forjando una nueva alternativa política de la clase trabajadora superadora de todos los partidos tradiciones capitalistas que no ofrecen nada para cambiar de fondo la sociedad.

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