La guerra con Irán es parte integral del plan genocida de Israel contra Palestina

Desde que el 13 de junio Israel lanzó un ataque coordinado contra militares, científicos y líderes de la Guardia Revolucionaria iraní el mundo entró nuevamente en un estado de convulsión que está poniendo en juego la frágil configuración política de Medio Oriente, lo que puede significar un punto de inflexión en el proyecto estratégico de dos de los países más determinantes de la región: Para Israel, se trata de eliminar o al menos someter a su principal adversario regional a su proyecto de país colonizador, imperialista y de ocupación, lo que incluye el genocidio contra los Palestinos. Para Irán, no está solamente en juego el régimen de los Ayatolás, sino también su papel de potencia regional relativamente independiente a los designios del imperialismo yanqui y que opera como contrapeso político-militar al enclave imperialista que es Israel en la región. Para Donald Trump, la agresión de Israel lo empuja a tener que tomar una decisión que significará toda una orientación para la principal potencia imperialista: ¿Involucrarse de manera directa dándole continuidad al intervencionismo yanqui en Medio Oriente como árbitro imperialista del mundo o mantener un «apoyo estratégico» a Israel, pero haciendo efectiva su retracción nacional-imperialista que abriría el juego a una desestabilización aún más generalizada?

Israel y el imperialismo alineados en una ofensiva reaccionaria

El ataque de Israel a Irán se enmarca en el decisivo avance genocida sobre la Franja de Gaza, un crimen contra la humanidad frente a los ojos del mundo, y que Israel confiesa, de manera más desembozada que nunca, que se trata de un plan de exterminio y limpieza étnica. En manos de un Netanyahu rodeado de la extrema derecha religiosa más reaccionaria y abiertamente genocida, luego del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 el Estado sionista relanzó su plan de masacre y genocidio al pueblo palestino, solo interrumpido por un breve alto el fuego de algunas semanas a principios de este año producto de la resistencia del pueblo palestino y la solidaridad internacional. 

Luego de este alivio parcial, Israel relanzó la masacre, a la par que la presión internacional desde abajo en repudio al accionar genocida de Israel continuó creciendo, con grandes eventos como por ejemplo la marcha mundial por Gaza o la «Flota de la Libertad» que, encabezada por Greta Thunberg, puso en el centro de la escena el genocidio. Frente a movilizaciones y manifestaciones internacionales, y en el momento de mayor descrédito internacional de la cínica narrativa israelí de la «defensa propia» y la «lucha contra el terrorismo», Netanyahu lanza el ataque a Irán con el objetivo de expandir su ofensiva en la búsqueda de una especie de «victoria estratégica total», que «resuelva» en un mismo impulso la cuestión palestina y la presencia iraní como fuerza amenazante al poderío de Israel. Como enclave imperialista, Israel empujó a Estados Unidos a salir en su apoyo en un momento inoportuno para la Casa Blanca, porque venía de varias semanas de negociaciones con el gobierno de Irán respecto a un nuevo acuerdo nuclear, lo que apuró a Netanyahu a tomar la iniciativa. Por eso, la primera reacción desde Washington fue desligarse del ataque, pero inevitablemente tuvo que reacomodarse en favor de su aliado en cuestión de horas en cuanto los misiles iraníes comenzaron a estallar sobre Tel Aviv. Israel alinea a Estados Unidos involucrándolo (hasta qué punto, es la cuestión) en su ofensiva. Un sutil pero decisivo desfasaje en las narrativas de uno y otro país con el correr de los días revela que todavía no está resuelto en el propio bando imperialista los alcances y objetivos de esta guerra: mientras Trump amenaza con asesinar al «Líder Supremo» pero llama a que «acepten el acuerdo» (nuclear), y luego se endureció hacia la «rendición incondicional», Israel asegura que no se detendrá hasta que caiga el régimen de los Ayatolás. Finalmente, todo parece indicar que Trump está a punto de involucrar a Estados Unidos de lleno en la guerra, en lo que significaría un giro en el discurso nacional-imperialista de Trump, con todo lo que significa para ese país en la política externa e interna embarcarse nuevamente en una guerra en Medio Oriente, como veremos más abajo. 

Por su parte, para Israel esta ofensiva significa una apuesta enorme que conlleva grandes riesgos. La guerra con Irán es parte de un mismo plan integral que tiene como objetivo el genocidio contra los Palestinos. De salir exitosa, sería la consolidación de uno de los elementos más reaccionarios de la situación internacional que es el genocidio en Gaza y el fortalecimiento del Estado sionista y el imperialismo yanqui en una de las zonas del mundo donde se entrecruzan objetivos geoestratégicos y económicos cruciales (recordemos que Estados Unidos viene en franca retirada de Medio Oriente hace años, luego de dos décadas de desastre en Irak y Afganistán). Pero, en caso de que la iniciativa fracase o se estanque en una guerra prolongada (un escenario similar al de la guerra entre Rusia y Ucrania), la situación de inestabilidad política en la región (y el mundo) no hará más que multiplicarse, mientras crece la solidaridad internacional con el pueblo palestino.

Consecuencias fuera y dentro de EE.UU.

Si una eventual nueva guerra de Estados Unidos en medio oriente sería un dato político de primer orden de nivel mundial, significaría al mismo tiempo un fuerte elemento de crisis en la política doméstica estadounidense y particularmente en las filas del propio trumpismo, ya que el magnate llegó a la presidencia dos veces con el discurso de rechazar las intervenciones militares estadounidenses en el extranjero, un discurso que conectó con un sector nacionalista conservador y concentrado en el movimiento MAGA, y que cuestionaba no sólo las políticas de los Demócratas sino también al establishment republicano a ese respecto.1

Ahora Trump y el trumpismo transitan la contradicción de tener que cumplir su rol de principal potencia imperialista, defendiendo sus intereses en un orden global que lo encuentra en relativo declive y que él mismo se encargó de cuestionar mediante sus políticas nacional-imperialistas, que incluye no sólo las medidas de guerra comercial sino también el abandono de todo apoyo a Ucrania en su guerra con Rusia. La contradicción está produciendo que los sectores más borderline del trumpismo como el ex asesor Steve Bannon o el influyente periodista ultraconservador Tucker Carlson salgan con todo a criticar a Trump por estar a punto de involucrar a Estados Unidos en una guerra en el extranjero, que fue precisamente uno de los estandartes de Trump en su carrera política bajo el lema America First

Pero Trump no sólo es cuestionado por derecha sino también por izquierda: hoy se registraron las primeras movilizaciones contra Trump ante la noticia inminente de que participará en la guerra bajo el lema Hand Off Iran, las que se suman a las grandes movilizaciones de migrantes contra las deportaciones.

Irán ante una encrucijada

A pesar de su estatus de «mini-potencia» regional, Irán es un país atrasado y semicolonial, con un régimen político teocrático, islamista y ultrarreacionario producto de una enorme revolución de masas pero de contenido nacionalista-religioso que llevó al poder al Ayatolá Ruholla Jomeiní y luego a su sucesor y actual «Líder Supremo» del país, Alí Kamenei, poniendo fin a la dinastía de los Pahlaví, últimos reyes del milenario Imperio Persa. El Sha Pahlaví que fue derrocado por la revolución era un régimen monárquico y autoritario títere de Estados Unidos y Gran Bretaña, detestado por las masas trabajadoras iraníes. La Revolución tuvo un contenido nacionalista que rechazaba al Sha y a la injerencia de las potencias extranjeras en Irán, pero a su vez fue un proceso dominado por el componente religioso que dio lugar al establecimiento de una República Islámica. Jomeiní estableció un régimen político basado en el islam chií (la rama minoritaria del islam, pero que es la mayoritaria en Irán), y rechazó tanto la influencia de las potencias occidentales como a los sectores de izquierda, que habían participado de la revolución. Se trata de un país con un bagaje histórico y cultural único, aunque con fuertes limitaciones a la hora de expandir su influencia en la región debido a su barrera religiosa e idiomática con el mundo árabe y suní. A pesar de su infraestructura atrasada y dependiente, su potencia económica reside en que posee la cuarta mayor reserva de petróleo del mundo y la segunda de gas natural. Pero, además, Irán controla el estrecho de Ormuz, a la salida del Golfo Pérsico, por donde pasa el 30% del petróleo que se comercializa a nivel mundial, en su mayoría proveniente de Arabia Saudita. 

Esta guerra abierta con Israel lo encuentra en franco retroceso respecto a su capacidad de influencia. Israel viene de darle un golpe casi mortal a toda la cúpula de Hezbolá, el partido-milicia chií libanés apoyado por Irán que mantiene un largo conflicto militar con Israel en el sur del Líbano. A su vez, la caída del régimen de Al Assad en Siria a fines del año pasado también significó un golpe para Irán, estrecho aliado de Al Assad a quien Irán ayudó financieramente durante la guerra civil, y que le permitía, además, a través de Siria, enviar apoyo logístico y militar a Hezbolá en el Líbano. 

A esto se suma las crecientes hostilidades con Israel que, si bien son históricas, se profundizaron luego de que el propio Donald Trump, en su primer mandato, rompa de manera unilateral el acuerdo nuclear que Irán había suscrito con EE.UU. durante la presidencia de Barack Obama, un acuerdo que rechazaban los halcones republicanos, las monarquías petroleras árabes pro-occidente y el propio Israel. El acuerdo restringía enormemente las cantidades de uranio que podía enriquecer Irán en sus instalaciones nucleares con el objetivo de impedir que desarrollen una bomba atómica. A cambio, Estados Unidos suspendía numerosas sanciones económicas que pesaban sobre la economía iraní y sus exportaciones petroleras. Al romper el acuerdo, Trump volvió a establecer sanciones contra Irán, que vio gravemente afectada su economía, pero continuó desarrollando su programa nuclear. Para justificar una eventual intervención, Trump puso en duda los propios informes de inteligencia estadounidenses que sostienen que Irán no posee ojivas nucleares. 

Ahora, ante la escalada de las tensiones en la región y el impacto mundial del genocidio en Gaza, fueron algunas de esas monarquías que se habían opuesto en un primer momento al acuerdo nuclear (Arabia Saudita, Emiratos Árabes) las que estaban presionando a EE.UU. para retomar las negociaciones con Irán para un nuevo acuerdo, bajo una doble presión:  

  • 1) La presión interna en sus países de población árabe que ven, frente a sus ojos, el genocidio en Gaza, por lo que estos gobiernos interpretaban un acuerdo entre EE.UU. e Irán como un paso intermedio para avanzar hacia un alto el fuego más duradero en Palestina (recordemos que estos países fueron los mediadores en el alto el fuego en Gaza de enero de este año); y  
  • 2) El impacto que esta desestabilización regional puede traer para su economía petrolera que, como dijimos, está sujeta al comercio internacional que Irán tiene el poder de bloquear (algo con lo que, de hecho, está amenazando hacer). En efecto, el propio gobierno de Trump era ahora quien estaba negociando un nuevo acuerdo con Teherán, negociaciones que iban a alcanzar su sexto encuentro el domingo pasado, pero que se vieron abruptamente interrumpidas por el ataque de Israel el viernes por la noche. 

Para Irán, esta guerra lo pone en una encrucijada que puede definir su futuro de acá a varios años. En primer lugar, Israel parece decidido a llevar adelante una guerra que, con la participación de EE.UU., tire abajo el régimen de los Ayatolás poniendo un gobierno favorable a sus intereses, bajo la nunca agotada excusa imperialista de llevar la «democracia» e impedir el uso de «armas de destrucción masiva», exactamente igual que cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003. 

Aunque este es el objetivo de máxima, es probable que Trump pueda “contentarse” con destruir el programa nuclear iraní, pero implica forzosamente el involucramiento de EE.UU. en la operación, ya que Israel no cuenta con el armamento necesario para cumplimentar ese objetivo (ya que implica destruir instalaciones atómicas subterráneas). La otra alternativa sería forzar al gobierno iraní a firmar un acuerdo que, como mínimo, desmantele su programa nuclear, a cambio de dejar sobrevivir al régimen. En cualquiera de los dos escenarios sería una derrota estratégica para las pretensiones de la República Islámica, que considera su programa nuclear como vital para salvaguardar el régimen y su capacidad de influencia en una región que lo encuentra prácticamente rodeado de países que sí tienen armas nucleares: No sólo Israel, sino también Pakistán e India. El problema para Irán es que la alternativa para evitar estas consecuencias es embarcarse en lo que pueda ser una larga y sangrienta guerra contra dos potencias militares, nada menos EE.UU. e Israel, mas sus aliados de la OTAN, eventualmente. Sin embargo, las últimas declaraciones de Kamenei sugieren que Teherán está dispuesto y preparado a atacar bases militares estadounidenses.2

Por otro lado, aunque no se involucrarán de manera directa, es probable que China y Rusia intenten no dejar caer fácilmente al régimen de los Ayatolás, que es su aliado político y, sobre todo, comercial: China es el principal comprador del crudo iraní, mientras que Rusia le compra a Irán los drones militares que usa contra Ucrania. Xi Jinping llamó a la “moderación”, pero con el detalle de que pidió “especialmente a Israel” a que termine con las hostilidades. 

El pueblo iraní, por su parte, viene de protagonizar históricas movilizaciones que no se registraban desde la Revolución de 1979, particularmente en 2022 y 2023 encabezadas por el movimiento de mujeres y cuyo disparador fue el terrible asesinato de la joven Mahsa Amini por la «Policía de la Moral» islámica, acusada de «no llevar correctamente el velo». Las protestas se intensificaron y se ampliaron incluyendo reclamos por mayores derechos democráticos, pero las movilizaciones fueron duramente reprimidas con cientos de muertos y miles de detenidos. 

Para los y las iraníes, el régimen de los Ayatolás en un régimen opresor, basado en un capitalismo extractivista y atrasado que sostiene su poder en base al conservadurismo religioso más reaccionario. Pero el «cambio de régimen» que propugnan Israel y EE.UU. no significa tampoco una verdadera salida, ya que éstos buscarán imponer el sometimiento del país al imperialismo, lo que redundará, además, en una mayor avanzada de los planes genocidas y colonialistas de Israel en Palestina. 

Rechazamos enérgicamente las agresiones imperialistas y la injerencia de Israel y EE.UU. en Irán. Defendemos a Irán contra la agresión del imperialismo, pero no apoyamos políticamente a Kamenei y su régimen reaccionario. Sólo el pueblo iraní de manera independiente es el que puede abrir una alternativa progresiva frente al reaccionario régimen político ultraconservador y autoritario del país. 

Para frenar esta ofensiva reaccionaria, es fundamental continuar rodeando de la mayor solidaridad internacional al pueblo palestino y su heroica resistencia, seguir denunciando el genocidio perpetrado por Israel en Gaza a través de la más amplia movilización antiimperialista en todo el mundo. La defensa irrestricta del pueblo Palestino hoy es la bandera de todos los pueblos del mundo contra la opresión imperialista.


  1. Según publicó The Guardian, “la mayoría de los partidarios de Donald Trump están en contra de la participación militar de Estados Unidos en el conflicto de Israel con Irán, según una encuesta publicada el miércoles, lo que refleja una creciente reacción republicana a las amenazas del presidente de utilizar el poder de fuego estadounidense.” Fuente:  Most Trump supporters want to keep US military out of Israel-Iran conflict, poll finds | US politics | The Guardian  ↩︎
  2. “Funcionarios iraníes han dicho que si Estados Unidos entra en guerra, Irán atacaría las bases estadounidenses de la región. Irán ha preparado misiles para estos posibles ataques, según funcionarios estadounidenses que han revisado informes de inteligencia”. Fuente: El líder supremo de Irán amenaza con ‘daños irreparables’ si EE. UU. se une a la guerra – The New York Times  ↩︎

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