Balance de una semana bisagra

Cada semana que pasa los hechos ratifican que la situación política abierta desde que asumió Milei es de una ofensiva antiobrera de las grandes patronales y el gobierno contra la clase trabajadora y, más en general, contra todo elemento político, social y cultural que exprese en algún sentido sus aspiraciones. Sólo bajo este cuadro global es que puede inscribirse el fallo proscriptivo y la detención de Cristina Kirchner. Una figura política que, si bien es dirigente de un partido capitalista como el peronismo, expresa en su persona las aspiraciones de mejora social de una importante franja de los trabajadores y sectores populares. Por eso, desde un primer momento, desde la OST fuimos parte de las acciones de lucha para enfrentar semejante ataque reaccionario y antidemocrático.

Una proscripción reaccionaria y antiobrera
Por otro lado, como organización socialista, somos opositores políticos del peronismo, en tanto consideramos que es un partido que, aunque tenga una base política ligada a la clase trabajadora, en lo fundamental expresa y defiende los intereses del capitalismo. Así lo fue siempre, desde la llegada de Perón al poder en década del 40´ cuando, para calmar las aguas de la clase obrera, otorgó derechos laborales y le juró a los capitalistas que hacía esto para que en última instancia el capitalismo no sea cuestionado. Cuando volvió al poder en los 70´ con un discurso de emancipación, ni bien asumió, pegó un volantazo a derecha, atacando, incluso con la Triple A, a la vanguardia revolucionaria que crecía con fuerza en las fábricas y las universidades. Luego, con Menem, el peronismo se alineó a las políticas neoliberales dictadas por EEUU y, tras la rebelión popular del 2001, se ubicó a la izquierda del arco político burgués y otorgó algunas concesiones sociales para domesticar los fuegos ardientes del Argentinazo. Pero, más allá de todos estos giros a derecha y a izquierda, siempre ha tenido algunos rasgos en común: es un partido capitalista que, controlando de forma burocrática al movimiento obrero, buscó garantizar el orden político del país y los negocios de los empresarios.
Estos giros a izquierda que el peronismo supo ensayar le valieron de enemigos entre distintos sectores de poder, del empresariado y también del imperialismo. Lo que no significa que eso haya hecho del peronismo un partido antisistema. Cada vez que la burguesía ensaya un curso político más conservador para el país, el peronismo trata de acomodarse a esa voluntad. Fue esa la orientación política de CFK cuando lo eligió a Scioli de candidato, luego a Alberto Fernández y finalmente a Massa. Una búsqueda de congraciarse con la burguesía y los sectores más conservadores del propio peronismo. Otra ver un giro a derecha que terminó en un gobierno como el de Alberto F., que provocó una enorme desilusión popular y que terminó decantando en el gobierno de Milei.


Así llegamos a una situación política donde Milei encabeza un elenco político ultra-reaccionario que se dio a la tarea de emprender una ofensiva global contra la clase trabajadora y, tras un año y medio en el poder, cuenta con todo el apoyo de la burguesía y el imperialismo. Un apoyo, es cierto, que por momentos genera dudas en algunos sectores burgueses que lo ven como demasiado agresivo en relación a las “instituciones republicanas” y que temen que se “pase de rosca” y prenda en llamas el país, esto es, que provoque un nuevo estallido social que lo eyecte por los aires y todos los planes y contrarreformas peligren.
Es ahí donde entra de nuevo la posibilidad de la vuelta al poder del kirchnerismo. No porque eso implique un nuevo gobierno que revierta el trazo grueso de las políticas de Milei, algo que, por poner un ejemplo, Lula no hizo cuando volvió al gobierno tras Bolsonaro. Sino porque la movilización podría engendrar eventos que cuestionen esas contrarreformas y un elenco político como el kirchnerismo podría ser más “permeable” a hacer determinadas concesiones. Ese es el cálculo político de la burguesía y el imperialismo para aplicar el fallo proscriptivo. Como tiene esa motivación reaccionaria y antiobrera de fondo y porque lesiona aspectos democráticos del régimen político es que rechazamos este fallo y llamamos desde el primer momento a combatirlo en las calles para derrotarlo.

El peronismo no organizó la lucha para derrotar el fallo


Lograr la derrota del fallo no fue la política del peronismo. No lo fue antes de que se dicte, cuando desde tres semanas atrás se conocía su inminencia y la CGT y CTA podrían haber convocado una gran movilización para presionar sobre la Corte Suprema, ni tampoco lo fue una vez dictado, donde tampoco se convocó a una gran acción durante toda la semana y pendía sobre el aire la cuestión de si le dictaban a CFK la prisión domiciliaria o la detenían en cárcel común. Sólo se convocó una marcha cuando estaba resuelta toda la cuestión. Es decir, una marcha para repudiar el fallo, no para derrotarlo ni para intentar revertirlo, para que toda la fuerza de las calles se vuelva protagonista y enfrente el zarpazo reaccionario. Otro cantar podría haber sido si sucedía algo semejante a cuando la Corte dictó el 2X1 a los genocidas y la movilización de masas inmediata, con el objetivo claro de luchar para revertirlo, logró hacerlo. Pero el peronismo optó, por lo contrario, en una evidente orientación política derrotista frente al zarpazo reaccionario.


Una “derrota sin lucha” que obedece a la lógica que viene teniendo el peronismo desde que Milei llegó al poder: la de dejarle pasar todos los ataques sin desatar, a través de la CGT, la CTA y los movimientos sociales y estudiantiles, un gran proceso de resistencia y lucha. A lo sumo, a través de las organizaciones de masas que dirige, convoca cada tanto algún paro general y movilizaciones aisladas de algunos sectores, pero, de conjunto, la política que tiene es negociar migajas en las provincias, en los sindicatos acepta paritarias a la baja como se vio en el reciente acuerdo firmado por camioneros, en el Congreso algunos le votan las leyes a Milei, etc. En definitiva, el peronismo, como partido político del orden burgués, prefiere una y mil veces que pasen los ataques del gobierno antes que desencadenar un proceso de movilización obrera y popular que podría adquirir una dinámica profundamente cuestionadora, no sólo de las políticas de Milei, sino de los muchos aspectos regresivos del propio capitalismo degradado que ellos mismos han gestionado y defienden.


En segundo lugar, el peronismo, a pesar de las diferencias políticas que tiene con Milei, comparte algo fundamental: la clase social a la que representan y la necesidad que tenía la burguesía desde hace varios años de “aggiornar” el capitalismo autóctono hacia los nuevos aires del capitalismo mundial. En términos generales eso implica una mayor apertura económica, reformas laborales para “adecuarse” a las nuevas formas de contratación ultra-precarias, un sistema político menos “plebiscitario” como el actual donde se vota cada dos años (Cristina misma dijo que había que votar cada 4), ir hacia un equilibrio fiscal, etc. Además, que en términos geopolíticos el peronismo nunca pretendió romper con el FMI ni dejar de pagar la deuda externa usuraria, por lo que, en el trazo grueso, siempre siguió bajo la órbita de las políticas de EEUU. Por esa razón más estructural y de fondo es que hoy en día el peronismo carece de un programa alternativo de gobierno que pueda ligarse a la burguesía para gobernar. De hecho, a lo único que se dedica es a su propia interna sin mencionar una sola propuesta programática alternativa en relación a cuestiones fundamentales. Apenas discursos contra el ajuste de Milei y el Estado y no mucho más. Incluso, en las provincias donde gobierna, mantiene salarios miserables a los estatales, médicos y docentes, y una inversión global en educación y salud por el piso.

Una Plaza de Mayo para relanzar el “vamos a volver”


El martes, luego de que la justicia le otorgue la prisión domiciliaria a CFK, la marcha fue orientada hacia Plaza de Mayo. Lo que podría parecer un evento político contra el gobierno, en tanto era en el centro del poder político, fue transformado en un acto político del peronismo para lanzar la campaña electoral y encauzar todo el malestar y bronca de los trabajadores contra el gobierno hacia el carril electoral. La consigna “Vamos a volver”, agitada por Cristina en la Plaza fue la campanada de largada de un nuevo operativo de contención política. Bajo ningún precepto llamó a la resistencia contra las políticas de ajuste, a enfrentar en las calles al gobierno, ni nada que se le parezca. Planteó que la tarea del momento es “organizarse para clarificar”, no para luchar, y señaló que el “modelo económico de Milei se cae”, pero no impulsó un plan para derrotarlo. En este aspecto, mantuvo la coherencia que viene sosteniendo el peronismo todo este tiempo: sólo convocar a la calle cuando le presión es muy grande y dedicarse a “ordenar” la interna y garantizar un control de daños en las próximas legislativas de la Provincia de Buenos Aires y las nacionales de octubre.
Lamentablemente, un sector de la izquierda (PTS-NMAS) se zambulló en la Plaza de Mayo de forma completamente oportunista, sin exponer en ningún momento que se trataba claramente de un acto no para enfrentar la proscripción, sino para lanzar la campaña del peronismo. Una desubicación que refleja cierta desesperación política por congraciarse con la base del peronismo, pero no sobre la base de una posición política clara sino aceptando los términos políticos que imponía su dirección en un acto que sentenciaba una capitulación política. En todo caso, era correcto participar en todas las acciones de lucha que fuesen contra la proscripción. Por eso, como gran parte de las organizaciones de izquierda, nos hicimos presentes el mismo martes de la noche cuando salimos a las calles tras conocerse el fallo. Eso se trababa de una medida de lucha para tratar de revertir el ataque, no para acatarlo y apenas repudiarlo.


Por otro lado, resulta insólito que estas organizaciones que fueron detrás del PJ a un acto que no era de lucha, sino político sobre la base de una capitulación, se hayan negado a participar de la marcha unitaria el último 24 de marzo. Un sinsentido evidente puesto que esa movilización sí se trataba de una acción de lucha contra las políticas reaccionarias, negacionistas y antiobreras de Milei, y por eso, como a los socialistas nos ordena la necesidad de unir fuerzas para luchar contra esas políticas, es que desde la OST sí fuimos parte de esa histórica y progresiva movilización unitaria.

Crecen las luchas por aumento salarial
Por lo pronto, el fallo proscriptivo y la afectación de un derecho democrático introduce un elemento reaccionario más a la situación política del país. Pero existe un contrapunto a destacar: que el ataque tuvo la reacción de todo un sector de la propia base peronista que tuvo el reflejo de salir a las calles y que expresa una voluntad de enfrentar las políticas del gobierno, a pesar que la dirección del PJ, la CGT y la CTA hagan y digan lo contrario. Una voluntad que viene desde abajo que podría ser el motor, también, de un terreno firme para nuevas luchas en el próximo período.
Además, en las semanas previas al fallo se estaba verificando un incipiente crecimiento de luchas de trabajadores por aumento salarial, como la huelga del Garrahan, entre las más destacadas. Pero también hubo eventos de lucha como la pueblada obrera en Tierra del Fuego, movilizaciones docentes en Catamarca, un masivo paro docente en la Provincia de Buenos Aires. Toda una serie de expresiones de descontento social que no sólo cuestionan la política de ajuste de Milei, sino de los propios gobernadores del peronismo que en las provincias mantienen salarios de pobreza y negocian en las paritarias acuerdos miserables con las burocracia sindical.


Una dinámica de aumento de la conflictividad social que todo indica que será una nota presente de la Argentina de Milei donde la inflación se plancha sobre la base de la destrucción del salario, el empleo y el consumo popular. Así, luego de una masiva asamblea de más mil trabajadores, el Astillero Río Santiago resolvió movilizar este lunes a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires en pedido de un nuevo aumento salarial, y el día miércoles a CABA por reclamos al gobierno nacional. Además, el miércoles harán lo mismo los residentes de los hospitales de Provincia que marcharan desde el Ministerio de Salud hasta la gobernación, y los docentes universitarios realizaran una nueva jornada de 48hs de paro con movilizaciones en todas las universidades del país el jueves 26/6. Luchas que hay que fortalecer y plantear una perspectiva para crezcan y se desarrollen, al contrario de las burocracias sindicales que las “dosifican” en el tiempo, de modo que las protestas sean sólo “válvulas de escape” del malestar de los trabajadores, y no un camino para conquistar los reclamos.

Las elecciones en el horizonte


En otro carril muy distinto, y bastante alejado de las preocupaciones cotidianas de los trabajadores, se aproximan las elecciones en la Provincia de Buenos Aires. Para el gobierno, luego del modesto triunfo en CABA, es la oportunidad de ir hacia una mayor acumulación de poder institucional y mostrarse ante los empresarios como un proyecto que tiene la capacidad de asentarse. Pero también incuba el riesgo de que el peronismo salga primero y despierte inquietudes entre los sectores de poder sobre la viabilidad social de un programa económico que tiene como premisa la erosión permanente de las condiciones de vida de la población.


Sin embargo, el peronismo no las tiene nada fácil. No sólo viene de sufrir un ataque político contra su principal dirigente, sino también de una derrota político-electoral de importancia histórica. Perdió las elecciones nacionales por segunda vez en poco tiempo, con el agravante de que las perdió habiendo bastardeando todo un conjunto de banderas y discursos progresistas con políticas sociales vaciadas y aplicando el ajuste dictado por el FMI. Dicho más claramente: en su último gobierno hizo un ajuste con un discurso izquierdista. Que hoy gobierne un “partido” abiertamente derechista no es casualidad. Sin embargo, tras un año y medio de gobierno de Milei y tomando el dato de la abstención electoral elevada se puede apreciar que toda una franja de la población que en otros tiempos votó al peronismo y luego votó a Milei, ahora está un tanto desencantada y huérfana de representación política.


Un cuadro de situación que expresa una profunda crisis de representación política entre amplias franjas de los trabajadores y la juventud que presenta un desafío a la izquierda para transformarse no sólo en una referencia política sino también para ser un canal de participación y organización. Una tarea que implica dejar atrás el rutinarismo que el FIT-U (Frente de Izquierda) le viene imprimiendo a las campañas electorales donde, al igual que los partidos tradicionales, resuelven las listas entre cuatro paredes. Es necesario dejar atrás esos métodos y para eso proponemos poner en pie Asambleas abiertas a los trabajadores, al activismo que participa en las luchas y a todos los jóvenes que buscan no sólo votar una alternativa que cuestione el sistema, sino también un canal que sirva para organizar esa fuerza para las luchas. Con esta orientación desde la OST, que acabamos de obtener nuestra legalidad municipal en La Plata y Ensenada, buscamos presentar listas en las próximas elecciones, de modo que sean una herramienta para potenciar una nueva alternativa socialista y de las y los trabajadores.

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