La niebla que Javier Milei utilizó como excusa para suspender su acto por el Día de la Independencia en Tucumán terminó siendo ilustrativa de los cielos cada vez más brumosos que cubren la situación política, social y económica del país, mientras el cierre de alianzas operó como el inicio por la batalla electoral en la provincia de Buenos Aires, proceso que comienza en un escenario político abierto, marcado por el deterioro de la economía, las luchas salariales y una honda crisis de representación política.  

El gobierno continúa gozando de una relativa fortaleza que se apoya en la estabilización de ciertas variables económicas (la inflación y el dólar planchado, rescate del FMI mediante) y la inabarcable espiral de crisis del resto del arco político, desde la derecha del Pro hasta el peronismo, con su principal líder presa y proscripta. Sobre esta base, Milei aprieta el acelerador e intensifica sus ataques a los trabajadores y el desguazamiento del Estado, como la eliminación de las residencias en el sistema de salud, el cierre de INTA, de Vialidad y otras dependencias públicas. Además, el gobierno dio un paso más en sus ataques contra las libertades democráticas, como la escandalosa prisión a la concejala de Quilmes y otras militantes que se manifestaron contra la casa de Espert, el allanamiento y judicialización a personas por twittear contra el gobierno y, más recientemente, la campaña de los trolls paraestatales pidiendo “sacar los tanques a la calle” y “poner una bomba en el Congreso” luego de las recientes derrotas legislativas del oficialismo. 

Pero todos estos ataques se dan en un escenario más general en el que una consecución de malas noticias para el gobierno se fue acumulando en los últimos quince días, y pusieron un signo de interrogación sobre la coyuntura. A este mar de contradicciones entre los de arriba se suma la creciente dinámica por abajo de conflictos salariales y reclamos de trabajadores. 

Las rispideces políticas crecen al calor del deterioro económico 

La situación social y laboral de las mayorías trabajadoras continúa marcada por un grave deterioro salarial y la destrucción del empleo en el Estado y en la industria. Si los índices de desempleo y pobreza están contenidos es porque lo que domina entre la clase trabajadora es el crecimiento exponencial del pluriempleo: cada vez más trabajadores se buscan un segundo o tercer trabajo para poder mantener su nivel de vida o llegar a fin de mes, haciendo changas, revendiendo productos o a través de alguna de las plataformas o aplicaciones que ofrecen trabajo ultra flexibilizado. Según un reciente informe de la Facultad de Económicas de la UBA desde la llegada de Milei al gobierno se perdieron 195.000 empleos registrados y el salario mínimo cayó 32% en términos reales. La realidad de la clase trabajadora es la de que el salario no alcanza, la sobrecarga laboral es moneda corriente y las políticas de desindustrialización promovidas por el gobierno comienzan a generar numerosos focos de conflicto por despidos, como los trabajadores de Georgalos que fueron duramente reprimidos esta semana. 

Pero la novedad en la coyuntura es que la economía a nivel macro comenzó a mostrar signos de resquebrajamiento que encendieron algunas alarmas en la gran burguesía, en el FMI y en el propio gobierno. Los últimos datos del BCRA reflejaron un déficit externo de $5.000 millones en el primer trimestre, más del doble de lo estimado por el FMI para todo 2025. La apertura de importaciones y la “fiesta” del dólar barato para las clases medias y altas, que se van en turismo y autos 0km, mientras los trabajadores no llegan a fin de mes, está produciendo una caída de las reservas brutas del Banco Central, el dato que más mira el Fondo y por el que está postergando un giro de 2.000 millones ante los crecientes incumplimientos de las metas. Otros elementos generaron ruido en la economía, como el escandaloso fallo de la jueza Loretta Preska que ordena a la Argentina a entregar sus acciones de YPF (una de las pocas fuentes “genuinas” de dólares del país, aparte del campo) y el sugerente comunicado del JP Morgan que recomendó a sus inversores “tomarse un descanso” de la inversión a corto plazo en Argentina, especulando con lo que pueda pasar en las elecciones. Sobre este panorama es que estos días volvió a ser noticia el valor del dólar: luego de varios meses, el blue volvió a superar al oficial y cerró la semana en $1300. 

Al calor de las contradicciones en la economía, el gobierno también sufrió una serie de reveses políticos. Los gobernadores le vaciaron el acto del 9 de julio y tuvieron que mandar a Adorni a decir que Milei no podía ir por la niebla. Muy lejos de “rebelarse” contra el gobierno, al cual vienen sosteniendo desde que asumió, los gobernadores enfrentan crecientes conflictos salariales en sus provincias más el deterioro de la situación social, y exigen al gobierno que les tire un hueso para salir bien parados al menos del año electoral. El enfrentamiento se trasladó también al Congreso, donde el Senado terminó de convertir en Ley la continuidad de la moratoria previsional y un muy modesto 7% de aumento para los jubilados, una cifra que casi no tiene impacto para el castigado bolsillo de los jubilados pero que sí tiene impacto político: fue tanta la diferencia en votos que los senadores del gobierno ni siquiera atinaron en ir al recinto a votar. 

De la crisis de representación a las luchas que crecen desde abajo 

En todo este contexto el pasado miércoles se cerraron las alianzas para las elecciones provinciales de Buenos Aires del próximo 7 de septiembre, un cierre de alianzas que estuvo marcado por la presión de todos los sectores por lograr cerrar acuerdos debido a la crisis política y de representación de todos los partidos del sistema. El Pro oficializó su claudicación hacia La Libertad Avanza, mientras que los radicales definieron ir por fuera, poniendo oficialmente final a la ya extinta alianza de Juntos por el Cambio. 

El peronismo reeditó su alianza tripartita entre el sector de Cristina, el de Massa y el de Kicillof, esta vez bajo el rótulo “Fuerza Patria”, un nuevo nombre (otro más) que no maquilla una profunda crisis de alternativa como principal fuerza política burguesa del país. Luego de la claudicación tras la prisión a CFK, donde no convocaron a ninguna acción para luchar contra el fallo, el peronismo enfrenta el problema de no poder ofrecer una verdadera alternativa a Milei respecto a las cuestiones más acuciantes que hacen a la crisis estructural del capitalismo argentino: respecto al sometimiento al FMI, a la interminable deuda externa, a la dependencia crónica de dólares, al atraso productivo y económico. Esto se vio de manera palpable en la pobre defensa de Kicillof luego del fallo por YPF: apenas esbozó un discurso de “defensa de la soberanía”, pero no supo ofrecer ningún programa alternativo al gobierno, como sería el planteo de la nacionalización integral de YPF bajo una administración pública de trabajadores. Nada de esto se escuchó de boca del peronismo.  

Por el contrario, si hay una “renovación” del discurso peronista es claramente hacia la derecha, cediéndole a Milei en sus propios términos: ahora el peronismo (y la propia CFK incluso) habla de un “Estado eficiente” y ya no “presente”, discute la necesidad de “modernizar” las relaciones laborales, etc. Es decir, quieren ganarse nuevamente el visto bueno del empresariado en caso de que el experimento Milei estalle. Por eso es que su estrategia implica no sólo no luchar contra el gobierno sino incluso dejar que Milei haga todo el “trabajo sucio” posible pensando en un retorno en 2027. Sin embargo, el principal problema del espacio peronista es lo viva que continúa en la conciencia de millones de trabajadores la profunda frustración que significó el desastroso gobierno de Alberto Fernández y su ajuste. 

Esta crisis se proyecta a lo electoral, bajo la forma de los históricos niveles de abstencionismo que vienen mostrando las elecciones provinciales y el clima de apatía electoral más general que domina a la sociedad. No obstante, la creciente dinámica de reclamos por abajo y el malestar con el gobierno indican que dicha apatía está mucho más dirigida hacia “los políticos” que a la política en general: la situación política y económica del país es el tema recurrente en los lugares de trabajo, y las incipientes luchas y reclamos de la clase trabajadora que surgen desde abajo están dando sobradas muestras de que la apatía electoral no debe confundirse con un clima de derrota. Como muestran los residentes, los médicos del Garrahan, los jubilados, los docentes o los trabajadores del Astillero Río Santiago, las fuerzas para pelear continúan activas y operando en el país, a pesar de la pesada loza de la burocracia y la fragmentación de la clase trabajadora. 

Si estos procesos todavía no llegan a torcer la situación política es porque la fragmentación y la desvinculación de los reclamos particulares con un programa más general son un límite para desbordar a las burocracias y encauzar las distintas luchas en una dinámica más de conjunto. Así, la crisis de representación tiene un doble carácter: por un lado, beneficia al gobierno ante la debacle de la oposición, por el otro, abre una enorme oportunidad para la izquierda para que, a partir de estos procesos y apoyándose en la próxima campaña electoral, plantee un programa más general de y para la clase trabajadora, un programa global que dé vuelta todo y ponga al país bajo los intereses de las mayorías trabajadoras y no de los empresarios, ni bajo su rostro más feroz como con Milei ni bajo la forma “administrada” del peronismo. Este programa global, que ninguna alternativa del sistema puede plantear, implica terminar con el ajuste, romper con el FMI, salir de la trampa del pago de la deuda, abandonar la lógica atrasada y extractivista con la que saquean los recursos del país como en el caso de YPF, y poner todos esos recursos bajo la órbita de un plan de industrialización e infraestructura bajo control de los trabajadores.  

La necesidad de una alternativa socialista de los trabajadores 

Ante un ataque global como el que plantea Milei, para derrotar al gobierno es necesario dar la pelea por una salida igualmente global, que provenga de las fuerzas y la acción de la propia clase trabajadora. Lamentablemente, el cierre de alianzas encontró al FITU sumido en su rutinarismo y conservadurismo de siempre. Lejos de dar cuenta de esta crisis de representación, los partidos del FITU prefirieron salvaguardar su acuerdo ya cerrado reducido a la lo electoral y se negaron a discutir la apertura del Frente para que sea un polo de organización y expresión de todos los sectores que salen a luchar contra Milei y una referencia para los millones de trabajadores desencantados de los distintos gobiernos de los últimos años. 

En esta perspectiva, desde la OST veníamos expresando la necesidad de que el FITU se abriese y convoque a Asambleas abiertas para que sus listas y su campaña puedan ser un factor organizador, que hubiera permitido abrir el diálogo con amplias franjas de la clase trabajadora que están haciendo la experiencia con Milei y que ven como las demás variantes burguesas, en particular el peronismo, no ofrece una verdadera alternativa, mientras continúan enfrascados en una rosca interna alejada de la realidad. Pero el FITU se negó rotundamente a esta discusión, y tanto el PTS como el PO eligieron darle continuidad a una política rutinaria que invita a los trabajadores “a votar a la izquierda”, una política que le da la espalda a los procesos que surgen desde abajo y a la posibilidad de ofrecer una salida global ante la crisis del país. 

Por esa razón, y luego del enorme triunfo que significó para nuestra joven organización haber conseguida las legalidades municipales de La Plata y Ensenada, la OST presentará listas en ambos distritos para dar esta batalla política, en la que participarán candidatos de varios de los principales lugares de trabajo y estudio de la región, del movimiento de mujeres y de las luchas por los Derechos Humanos. Una lista opositora y de lucha contra las políticas reaccionarias de Milei y que coloque como perspectiva política la necesidad de que gobiernen las y los trabajadores. En esa perspectiva, nos preparamos para ir con todo a la Marcha Federal de Salud del próximo jueves 17, donde se van a reunir numerosas luchas en curso, como los residentes y el Garrahan, una jornada importantísima para que los trabajadores tercien en la situación política.

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