Finalmente cerraron las listas de candidatos para las elecciones del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos y si bien el “mundo de la política” y los poderes fácticos siguieron con atención cómo quedaban armados los acuerdos partidarios, el vasto mundo de la sociedad vivió en un segundo plano el anunció de las candidaturas.


Unas elecciones distantes de la vida de millones

Hay un hecho contundente de la nueva realidad política del país y es que los partidos políticos tradicionales causan cada vez menos expectativa entre amplias franjas de la población y por tanto, sea quien sean los candidatos para las próximas elecciones, las ilusiones de que votándolos algo de la vida irá mejorando ya son cada vez más acotadas. Y no se trata de un fenómeno coyuntural ni mucho menos local: es una tendencia que se verifica en las democracias capitalistas de todo Occidente.

Que el cierre de listas haya pasado de modo imperceptible para millones da cuenta de elementos más generales de la actual situación política del país y que son la acumulación de una larga década de deterioro general de las condiciones de vida en el país. Una larga lista de malestares sociales que han venido incubando una fuerte desilusión y desesperanza entre millones que sólo ven que los políticos profesionales prometen mucho y luego nada hacen. Ese es el fondo social, de decepción política extendida, el que llevó a Milei (un supuesto outsider de la política) al poder.

Sin embargo, la crisis de representación política no fue resuelta por el gobierno. A un año y medio de su asunción, en el que si bien la inflación fue (al menos por momento) controlada, la vida en general no ha mejorado y para muchos empeoró sustancialmente. La breve experiencia que se tiene con el gobierno de Milei alcanza para que un sector importante de la población verifique que no sólo no mejoró su vida, sino que la plata le alcanza mucho menos, tiene que trabajar más para compensar la pérdida salarial, recortó gastos en consumos diarios, tiene la tarjeta explotada y el alquiler se come la mitad de su salario.

Pero si en las amplias mayorías sociales el cierre de listas significó poco y nada, para los sectores de poder en Argentina y en EEUU las elecciones tienen mucha relevancia porque el gobierno de Milei se juega su primera prueba de fuerza electoral de importancia.  Se trata de la elección en la Provincia de Buenos Aires, donde se encuentra concentrada el 40% de la población del país y por lo tanto una elección de este tipo indicará en qué situación se encuentra el gobierno en relación a la legitimidad popular. De alguna manera será una suerte de primer plebiscito de la gestión de Milei, tras un año de duro ajuste y ataques múltiples a todo tipo de derechos sociales.

Al día de hoy, las previsiones de los resultados electorales están abiertas. De triunfar la Libertad Avanza contra el peronismo sería toda una señal para los mercados de cierta fortaleza política y lo prepararía en mejores condiciones para la pelea electoral de octubre donde ahí si se ponen en juego una parte del poder en el Congreso, hoy bastante limitado para Milei. Pero el nivel de incertidumbre electoral que provocan los altos niveles de abstención que se proyectan permiten mantener escenarios abiertos, donde también existe la posibilidad de que Milei pierda las elecciones o haga un resultado muy magro.  Aquí las cosas para el gobierno podrían agravarse. La confianza que hoy le tiene la burguesía en la capacidad política de Milei de hacer pasar “el mayor ajuste de la historia” podría verse seriamente menguada y por lo tanto echar leña al fuego de algunas variables económicas como el dólar, pieza clave del esquema económico que le está sirviendo al gobierno para exponer resultados en materia de control inflacionario. La incógnita es entonces qué pesará más en el balance de la población: si el control de la inflación o la pérdida de poder adquisitivo y de condiciones de vida en general. 


Un nuevo consenso burgués conservador

En todo este año y medio de Milei en el poder hubo momentos donde la burguesía dudó de la capacidad política del gobierno de realizar sus aspiraciones. Pero de lo que nunca tuvo dudas era del carácter de clase ultracapitalista y su intención de ir hacia una Argentina donde imperen con más fuerza las férreas leyes económicas del mercado, donde los derechos laborales estén aún más devaluados y las libertades democráticas más restringidas. Una sociedad más a tono del capitalismo agresivo y autoritario que se forja en el mundo de hoy donde los ajustes sociales y recortes en derechos son moneda corriente, gobiernen expresiones políticas más derecha, de centro o pseudoprogresistas. Una suerte de nuevo consenso burgués más conservador, reaccionario y antidemocrático que el que primó en Occidente en las dos primeras décadas del Siglo XXI y que la clase dominante local quiere emular en Argentina. Es en esta nueva orientación que se inscriben las provocadoras declaraciones de Peter Lamelas, el próximo embajador de EEUU para Argentina.

Por su parte, el peronismo, que aún conserva algunas formas discursivas con veleidades progresistas, cada vez se aggiorna más a la voluntad y deseos del empresariado de consagrar este nuevo consenso conservador. De ahí, por ejemplo, la idea de Cristina Kirchner de cambiar el concepto de “Estado presente” clásico del peronismo histórico, por el de “Estado eficiente”, de contenido más claramente liberal, en donde el rol del Estado es mucho menor y el del mercado, por tanto, mucho mayor. Un claro guiño de aceptación ante la burguesía que se acabó la época donde se soñaba con reconstruir una suerte de “Estado de bienestar”. Un giro conservador que ya venía apreciándose hace tiempo en el peronismo, como quedó claro bajo el gobierno de Alberto Fernández donde las principales variables económicas del macrismo quedaron intactas.

Pero la cuestión ahora es distinta. Desde que gobierna Milei el peronismo no sólo no ha volcado con contundencia en las calles la fuerza que tiene en la CGT, la CTA, los movimientos sociales y estudiantiles para enfrentar y derrotar los ataques del gobierno, sino que en ningún momento se le escuchó balbucear un programa político alternativo que se le oponga de forma sustancial a la “motosierra permanente” de Milei. Y no lo hace porque también es parte de este nuevo consenso conservador que dicta la burguesía local e internacional.

En definitiva, el peronismo está de acuerdo con que la Argentina tiene que dejar de lado el sueño (bastante ilusorio al día de hoy) de un capitalismo regulado por el Estado, para pasar, en todo caso, a alguna variable de capitalismo a lo sumo no tan cruel como el que pregona Milei. Toda una expresión de derrota moral y resignación que buscan transmitir a su propia base política para que se conforme con las miserables posibilidades que se puedan hacer en un futuro gobierno de la nueva “Fuerza Patria”.

Un ejemplo de esta resignación es el que prima en la Provincia de Buenos Aires con el gobierno de Kicillof. A diferencia de Milei que usa como excusa el mantra de que “no hay plata” para recortar y ajustar, el gobernador peronista dice que “no hay plata” por el desfinanciamiento que le hace Milei, hecho que es cierto. Pero su actitud ante el hecho es la de dejar pasar ese ajuste, como expresa en los salarios de miseria que cobramos los docentes, los estatales, los médicos, etc. Y ni hablar del estado de las escuelas y hospitales. Una calamidad completa que se podría revertir si se tomara un plan político realmente alternativo al de Milei como sería el de afectar las ganancias multimillonarias que tienen los grupos empresarios y terratenientes de la Provincia. Una medida que podría acaparar millones en las arcas del Estado y poner en pie un plan de desarrollo urbano, social, productivo que cree decenas de miles de puestos de trabajo, construya casas para los millones que viven en asentamientos, eleve los salarios para que alcance la canasta familiar, etc.

Pero el peronismo en el poder nada de eso hace y sólo se dedica a gestionar el capitalismo estancado, en estado de funcionamiento precario, atado con alambre y profundamente desigual e injusto que la burguesía ha edificado en las últimas décadas. Una sociedad en donde un pequeño puñado de empresarios se la llevan en pala, la acumulan de a millones, mientras la clase obrera se empobrece trabajando cada vez más.

Una política socialista de y para los trabajadores

Frente a la decadencia del capitalismo autóctono y global no puede oponérsele de forma seria una suerte de capitalismo productivista que ya no tiene condiciones históricas de realizarse. Al contrario, el panorama mundial de crecientes guerras y enfrentamientos entre Estados está elevando los presupuestos de guerra en todo el mundo a costa de bajar los de bienestar social como salud, educación y derechos en general. Y todo indica que el nuevo período histórico estará atravesado por choques militares mayores y ajustes cada vez más brutales. Un regreso a condiciones como las que la sociedad capitalista atravesó durante la primera parte del Siglo XX.

Por lo tanto, soñar con una nueva dinámica ascendente del capitalismo que “derrame” algunos beneficios para la clase trabajadora es una promesa reaccionaria que sólo le hace el favor a quienes buscan defender este sistema inhumano. Sólo un planteo de fondo, cuestionador del capitalismo y que presente una alternativa superadora puede ser una opción realista para mejorar la vida de millones. Sin embargo, es un hecho que hoy la clase trabajadora y las grandes mayorías sociales no tienen como perspectiva al socialismo como sistema superador y alternativo. De ahí que sea tarea de los socialistas colocar este horizonte otra vez en la discusión política.
Contradictoriamente, el debate sobre el socialismo ha sido colocado nuevamente sobre la mesa política no por un ascenso de la clase obrera y el crecimiento de partidos socialistas sino por el ataque provocador de la extrema derecha. Días atrás Milei volvió a la carga contra las ideas socialistas en Chaco, durante la inauguración de un templo evangélico donde planteó que su administración enfrenta “tres frentes de lucha”: la gestión ejecutiva, la consolidación del poder político y el combate cultural. Un ataque frontal que tiene que ser enfrentado también en todos los terrenos.

Por eso desde la OST, como nueva organización socialista, vemos que una de las tareas fundamentales que tiene que tener la izquierda, además de impulsar, organizar y fortalecer todos los días las luchas de los trabajadores, es la de ofrecer un programa alternativo socialista que tenga como centro un llamado activo a que sean los propios trabajadores los que tomemos en nuestras manos la política.
Una tarea que dista de estar entre las preocupaciones del Frente de Izquierda, quién mantiene un espacio electoral cerrado, de pura rosca entre partidos y que a la hora de las campañas electorales se limitan a una política vacía de “diputados de izquierda al Congreso”, sin ninguna propuesta global alternativa socialista frente a la fuerte crisis de representación. Una lamentable adaptación a la dinámica electoral en lugar de aprovechar las elecciones como una tribuna para amplificar las ideas socialistas y fortalecer una conciencia política de clase de cara a los trabajadores y la juventud.

Somos las y los trabajadores junto a las grandes mayorías sociales las únicas que estamos necesitadas e interesadas en que el país salga del estancamiento crítico en el que está hace años. Ni los empresarios del campo, ni las patronales de las fábricas de las ciudades, ni los políticos profesionales de saco y corbata tienen algún interés en que esto mejore. Al contrario: son quienes trabajan activamente para que nada cambie, para que los empresarios se sigan enriqueciendo a costa del esfuerzo de los trabajadores.

Con esta perspectiva política, desde la OST vamos a participar del proceso electoral presentando listas en las municipales de la Ciudad de La Plata y Ensenada, realizando una campaña que llama a derrotar el plan de ataques de Milei y a fortalecer la necesidad de una nueva alternativa socialista de y para los trabajadores. ¡Sumate a esta tarea para dar vuelta todo!

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