La batalla electoral en la provincia de Buenos Aires entra en su recta final. Ni en las especulaciones más pesimistas de los funcionarios de la Casa Rosada habrían imaginado llegar al tramo final de la campaña bonaerense con tantas ‘piñas’ entrándole por todos los flancos. Frente a un escenario económico turbulento y una serie de derrotas legislativas, el escándalo de las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad explotó como una bomba y dejó al gobierno sin reacción durante dos largas semanas.
Las elecciones llegan en una coyuntura de crisis política del gobierno por la cantidad de frentes abiertos en simultáneo: las dudas crecientes de la gran burguesía por la sostenibilidad del esquema económico, la recesión que es casi un hecho, con su correspondiente clima de bronca y malestar social, la perversa “batalla” del gobierno contra las personas con discapacidad, que incluye el escándalo de las coimas y, como resultado de la movilización y el repudio popular, el rechazo de ambas cámaras del Congreso al veto de Milei a la ley de emergencia en dicha área.
Si todos estos elementos de crisis combinados en un clima de apatía electoral no redundan por ahora en una crisis de gobernabilidad es por la borrada absoluta de escena por parte de la burocracia sindical, que hace meses está desaparecida de la situación política: la CGT por haber definido negociar con el gobierno, y la CTA apostando todo a su integración de las listas de Fuerza Patria. Sin embargo, a pesar de este peso muerto que significa la burocracia para la clase trabajadora, la crisis y la creciente bronca se abren paso en la coyuntura de la mano de los trabajadores de Ternium-Siderar de San Nicolás, que están llevando adelante una lucha testigo contra el plan de Milei y el multimillonario Paolo Rocca.
Lo cierto es que la ansiedad política que anida en los mercados por el incierto resultado electoral de este domingo configura un escenario en donde una performance mala para la Libertad Avanza en las urnas puede hacer ingresar la coyuntura adversa para el gobierno en una situación política de gravedad donde la turbulencia económica agite los malestares que anidan cada vez con más fuerzas entre la población.
Crisis superpuestas
El dato más objetivo que delinea el terreno sobre el que se darán estas elecciones es la cristalización cada vez más nítida de la tendencia recesiva de la economía. En la previa, al gobierno se le encendieron las alarmas de las variables macroeconómicas. Desde mediados de julio la presión del dólar ha ido en aumento, quedando incluso cerca de tocar el “techo de la banda de flotación” si no fuera por la sistemática intervención del gobierno, vendiendo dólar futuro, subiendo las tasas de interés a niveles inauditos1 y aplicando una política muy restrictiva hacia los bancos, subiendo fuertemente los encajes y obligándolos de hecho a comprar bonos de deuda del gobierno para cumplir con esas nuevas exigencias, no pudiendo el gobierno, de todas formas, evitar convalidar tasas altísimas.
Todo este engranaje financiero con el único objetivo de que no quede ni un peso “suelto” en la economía que pueda ir al dólar antes de las elecciones. Aun así, esta semana el Ministerio de Economía anunció que el Tesoro debió salir a vender dólares para contener el tipo de cambio, echando por tierra lo acordado con el Fondo. El gobierno se juega así un “pleno” para ganar este domingo, a costa de meterle un frenazo a la economía con las altas tasas y haciendo subir el riesgo país vendiendo los dólares que, según los bonistas, son “para ellos”. La situación alerta y alienta resquemores tanto de los sectores financieros como de la burguesía de la “economía real”, porque si el gobierno llegó con lo justo al domingo con este valor del dólar, estas elecciones son recién una primera batalla que continúa en un largo trayecto hasta el 26 de octubre, y este esquema no parece sostenible mucho tiempo más.
Porque más allá de que el gobierno haga lo que sea necesario con tal de contener el tipo de cambio, el impacto concreto de este “apretón monetario” es que ya está reforzando las tendencias recesivas de una economía que parece a punto de pasar del estancamiento a la lisa y llana recesión. Según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), la actividad se contrajo mensualmente 0,2% y 0,7% en mayo y junio respectivamente, y según otras estimaciones se confirmará que la caída continuó otro 1% en julio. Todo esto antes de que ocurra el descalabro con las tasas de interés y el frenazo económico que pueden significar. Sobre este escenario se monta una situación socioeconómica cada vez más compleja para los trabajadores: el salario registrado está cayendo, la desocupación viene en aumento (aunque enmascarada por la epidemia del pluriempleo) y dio un salto el crecimiento de la morosidad, ante la disparada de consumos con tarjetas de crédito para consumos básicos en los hogares de trabajadores.
La recesión y el ajuste hace que comiencen a emerger con más fuerza algunas luchas de trabajadores, entre las que se destaca la que están llevando adelante los metalúrgicos de Ternium-Siderar, que vienen realizando retención de tareas hace dos semanas en la planta que la empresa tiene en San Nicolás, reclamando por mejoras salariales: mientras el empresario Paolo Rocca amasa una fortuna de más de 5.000 millones de dólares, un tercerizado cobra salarios de pobreza y enfrenta jornadas de trabajo de hasta 12 horas. Frente al reclamo obrero, la patronal reaccionó con 250 despidos y con un intento de lockout, pero los trabajadores se mantienen firmes en su reclamo, a pesar de los intentos de la burocracia sindical de la UOM por evitar a toda costa nacionalizar el conflicto convocando un Paro nacional metalúrgico.
A este panorama social y económico complejo al gobierno se le suman los elementos de crisis política: en el Congreso, el gobierno viene de una serie de derrotas legislativas que lo pusieron en el lugar de tener que defender frente a la sociedad ajustar a jubilados y discapacitados. La herramienta del veto está también ahora cuestionada, tras la confirmación del rechazo en ambas cámaras al veto a la ley de emergencia en discapacidad, apalancado en el escándalo de coimas que salpica a la hermana del presidente. Los cuestionamientos a Karina Milei vienen también desde el frente interno, por la estrategia electoral, que privilegió el armado de listas propias por sobre el acuerdo con ciertos gobernadores aliados. Esta estrategia tuvo una primera derrota contundente en Corrientes, donde el candidato de LLA quedó ubicado en un cómodo cuarto lugar, apenas arañando el 10% de los votos.
Unas elecciones con mucho en juego
Las elecciones del próximo 7 de septiembre trascienden ampliamente el horizonte de la conformación de la legislatura bonaerense. Se trata del distrito por mucha distancia más populoso del país y que concentra la mayor cantidad de clase obrera. Fue el propio gobierno el que definió convertir a esta elección en una suerte de plebiscito sobre la aprobación popular de Milei, en el terreno en el que a priori le es más esquivo: a pesar de ganar con diferencia el ballotage, Milei no pudo ganar la provincia de Buenos Aires en 2023.
El gobierno hizo una apuesta fuerte, no sólo por las medidas económicas que detallábamos antes, sino también porque el propio gobierno impulsa una polarización feroz. Es el propio Milei el que le sube el precio a la elección cuando plantea que pretende “poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo” y expresiones por el estilo. Es lo mismo que hace cuando afirma que un mísero aumento a los jubilados o a las prestaciones que reciben las personas con discapacidad son intentos de “desestabilizar al gobierno” o “liquidar el plan económico”. El problema es que, si se confirma una derrota del gobierno, el costo que puede pagar desde el cimbronazo económico al político es mucho mayor que lo que parece que pueda ganar en caso de un triunfo, que significaría un espaldarazo político a corto plazo pero que no resuelve ninguno de sus problemas estructurales.
Frente a la recesión y el deterioro persistente de la imagen del gobierno, pero a su vez la crisis de alternativa que padece el peronismo, la elección llega en un escenario muy abierto. El escenario más probable sigue siendo una victoria del peronismo, aunque la duda está en el margen. Una derrota del gobierno por 7, 8 puntos o más puede significar una fuerte turbulencia financiera el día posterior a la elección, que le descalabre aún más las variables económicas al oficialismo pensando en el largo trayecto a octubre y, más urgentemente, que acelere la creciente dinámica de conflictividad social. Una derrota por un margen más pequeño será leída como un virtual empate o incluso un resultado moderadamente positivo para Milei, en un territorio que le es hostil. Por último, está la posibilidad de que el gobierno gane, que a priori parece lo menos probable, pero que no se lo puede descartar debido a la honda crisis que atraviesa el peronismo y el rechazo que despierta entre amplios sectores sociales, incluso de sectores populares. En cada uno de estos escenarios jugará un papel determinante la abstención que, todo indica, será nuevamente la gran protagonista de la jornada electoral.
OST: una campaña socialista que pugna por el protagonismo de los trabajadores
La recesión, el ajuste y los ataques del gobierno pueden hacer entrar a la coyuntura en una dinámica de creciente conflictividad. El conflicto en Siderar es testigo de esto, por tratarse de una de las patronales más fuertes del país, pero detrás suyo comienzan a emerger muchos otros, que por despidos, precarización o ataques al salario están poniendo en primera plana la necesidad de que los trabajadores irrumpan en la situación política.
Es en este marco que desde la OST estamos orgullosos de haber llevado adelante una campaña electoral socialista, realizando un aporte estratégico en el sentido de ir sembrando una nueva perspectiva política superadora del capitalismo. Siendo nuestra primera campaña electoral como organización, nos propusimos utilizarla para dar una pelea política, explicar la necesidad de hacer lo opuesto por el vértice a lo que propone Milei: que hay plata, y que la amasan los grandes empresarios que, como Paolo Rocca, viven de la explotación y del trabajo de los trabajadores, a los que sólo se les ofrece más miseria y precarización. Por eso batallamos por pelear la conciencia de clase de los trabajadores en cada intervención política, en los medios, en las mesas de agitación, en las puertas de las principales fábricas y lugares de trabajo y estudio la región. Una campaña que, a pesar de nuestra incipiente extensión, logró levantar una voz de clase y ofrecer una alternativa.
Y lo destacamos también porque, lamentablemente, la campaña del FITU, con mucha más visibilidad y extensión, no fue aprovechada en este sentido, sino más bien al contrario: profundizaron el contenido parlamentarista de la campaña, se negaron a ofrecer una verdadera alternativa de los trabajadores que vaya más allá de meter a “la izquierda al congreso” o de plantearse como una oposición “consecuente”, rechazando intervenir en un sentido socialista frente a la profunda crisis de representación de los partidos patronales, crisis que alcanza ahora también en parte a Milei.
Frente a un gobierno que le declaró la guerra a la clase trabajadora y, salga como salga parado en el terreno electoral, intentará redoblar su ofensiva, más que nunca hay que impulsar todas las luchas y las acciones que favorezcan la emergencia de los trabajadores como actor de la situación política, una necesidad para la que pusimos al servicio nuestra campaña y que redobla su importancia una vez culmine el calendario electoral. El ejemplo del triunfo contra el veto en discapacidad y la fuerza de los trabajadores de Siderar marcan el camino de cómo enfrentar al gobierno, apoyándonos en nuestras propias fuerzas y saliendo a las calles. Es esta la perspectiva la que aterra a la burocracia sindical traidora que hoy está jugando un papel pérfido a favor de Milei, haciendo todo lo posible por dejar en banda a los trabajadores frente a los crecientes ataques patronales, o como lo hace la UOM, que intenta “administrar” el conflicto aislándolo, y evitando que se nacionalice.
Los metalúrgicos y otros conflictos demuestran que las fuerzas de los trabajadores están. Con la movilización se puede derrotar a Milei, como demuestra el reciente triunfo contra el veto a discapacidad. Contra la política traidora de la burocracia peronista, tenemos que impulsar en todos lados la organización por abajo para exigirle a la dirigencia sindical un nuevo paro general que ponga al frente la voz de los trabajadores contra el gobierno hambreador y antiobrero de Milei.









