La causa Palestina y las luchas contra el capitalismo

A contramano de una larga coyuntura extremadamente reaccionaria, en las últimas semanas se combinaron grandes eventos de resistencia y rebelión internacional que configuraron una respuesta de importancia de los explotados y oprimidos de varios países del mundo.  

El giro hacia esta coyuntura más reaccionaria se dio a partir del 7 de octubre de 2023, cuando el Estado sionista de Israel inició la actual fase feroz de genocidio sobre el pueblo palestino de Gaza, asesinando a decenas de miles y devastando prácticamente toda la infraestructura social y urbana donde vivían alrededor de 2 millones de personas. Pero como respuesta a esta brutalidad inhumana, estamos presenciando uno de los mayores ascensos de lucha por la causa palestina en la historia. Así, en la actual coyuntura conviven protestas contra las condiciones de vida del capitalismo contemporáneo y la pelea histórica por la causa palestina. 

Un variopinto reguero de protestas

El año 2025 va a quedar en el registro de esos en los que se superpusieron a nivel internacional una multiplicidad de protestas sociales. Se trata de movilizaciones masivas que cruzan el orbe por múltiples razones y que no están aparentemente conectadas, pero que tienen un fondo común: son la respuesta global a la agresividad persistente y creciente del capitalismo y sus expresiones cada vez más bárbaras- Todo un signo de que el mundo se vuelve cada vez más hostil e inhumano, pero que las y los trabajadores, los pueblos oprimidos y los jóvenes no quieren seguir soportando esta realidad. Y por eso se rebelan, luchan con enormes fuerzas, como vimos en la tenaz y radicalizada rebelión de Nepal, y asumen la causa del pueblo palestino como una bandera mundial de los explotados y oprimidos.  

Como ha sucedido a lo largo de la historia de la lucha de clases, los de abajo deciden rebelarse en primer lugar cuando sus condiciones de vida se vuelven intolerables y sobre la marcha comienzan a adquirir una mayor compresión de las tareas que tienen por delante para emprender una profunda transformación que resuelva la situación de fondo que los condena a la miseria.  

Un primer rasgo que podemos apreciar es que las y los protagonistas de la gran mayoría de las protestas que plagan las calles del mundo son en su mayoría jóvenes. Se trata de la que se viene dando en llamar “Generación Z”. Una nueva generación que nació entre 1997 y 2012 y que tienen la particularidad de ser “nativos digitales”, es decir, que se criaron en un mundo donde ya de niños tuvieron literalmente al alcance de la mano del universo de internet y las redes sociales, esto es, una enorme ventana hacia el mundo y una poderosa herramienta de comunicación.  

Ahora bien, si seguimos coordenadas más bien geográficas, encontramos que muchas de ellas se dan en el sur de Asia, de ahí que se esté hablando de una verdadera “Primavera Asiática”, en referencia a la oleada de levantamientos de masas que se dieron en 2011 conocida como la “Primavera Árabe”. La lista de países es amplia y sigue creciendo. Una de las primeras se produjo en 2024 en Kenia, cuando los jóvenes salieron a las calles contra una ley que subía los impuestos, utilizando las redes sociales como X, TikTok e Instagram. Tras semanas de lucha en las calles, donde llegaron a irrumpir en el Parlamento, lograron la caída de la ley.  

Luego vino el gigantesco levantamiento en Bangladesh, en junio de 2024, cuando miles y miles de estudiantes tomaron las calles contra una reforma del sistema de cuotas en el empleo público. La profundidad del proceso permeó entre algunos sectores de trabajadores, habilitando el ingreso a la lucha del sindicato de médicos y textiles, un sector clave de la industria. El hecho de que la protesta tenga como eje el reclamo por un acceso democrático al empleo público expresa las dificultades que tiene la juventud de obtener un empleo privado en buenas condiciones.  

Pero esas apenas fueron las primeras expresiones, en tanto que este 2025 las protestas, con desigualdad grado de masividad y radicalización, se extendieron a multitud de países: Nepal, Madagascar, Marruecos, Perú, Colombia, Filipinas, Francia, Paraguay, entre otros.  

Que se trate de la generación más joven de la sociedad la que este protestando habla de un rasgo de su condición social: son quienes menos trabajo tienen o lo tiene de forma muy precaria y son mayoritariamente pobres, careciendo de servicios sociales como una buena atención en salud. En Marruecos una de las demandas centrales es por la salud, frente a los gastos millonarios en los preparativos del Mundial de Fútbol del 2030. También son los jóvenes que viven en viviendas y barrios muy precarios, donde las condiciones materiales de la vida diaria se juegan en la supervivencia y no hay ninguna posibilidad de planificación de una vida para mejor en el futuro.

Las distintas “ilusiones” que en otra época el capitalismo podía difundir para alimentar cierta “esperanza” están deshilachadas: ya no hay perspectiva de ascenso social por la vía de la educación, tampoco se espera que “lleguen inversiones” que hagan crecer la economía y los partidos políticos tradicionales se ven envueltos en reiterados casos de corrupción y aplican duros ajustes sobre las poblaciones. Hay poco y nada en qué creer. De ahí que emerjan con fuerza alternativas demagógicas de extrema derecha que, construyendo chivos expiatorios, explotan el malestar y la bronca de millones con promesas inmediatistas y reaccionarias. Pero como contracara también crece un cuestionamiento al capitalismo por la vía de observar cómo una pequeña minoría de empresarios concentran ganancias multimillonarias mientras las grandes mayorías se empobrecen. Es decir: hay una mayor compresión de que la desigualdad está vinculada con la brutal concentración de la riqueza y por la tanto la demanda social de poner fuertes impuestos a los ricos se extiende en distintos países, como vemos en las manifestaciones de Francia.1  

Pero incluso los cantos de sirena de los extremistas de derechas no alcanzan para contener la necesidad imperiosa de pasar a la acción y de ahí que estamos viviendo cómo millones de jóvenes de las capas más empobrecidas de la clase trabajadora salen a protestar en las calles.

La causa palestina recorre el mundo

La humanidad ha sufrido horrores reiteradas veces en su historia. El racconto de los eventos es enorme desde época antiguas. Pero sin dudas el genocidio de la población judía por parte del nazismo durante la década de 1930-40 se inscribe entre las mayores y sino quizá, la mayor atrocidad que se haya cometido en la historia: por su masividad, por su sistematicidad, por su elaboración metódica e inhumana sin parangón. La paradoja del presente es que el propio Estado de Israel, embanderado en la historia y la memoria del pueblo judío, sea quien esté cometiendo un verdadero genocidio. Una matanza aberrante a pleno cielo abierto en nombre de la libertad del pueblo judío. Una masacre que es apoyada por las grandes potencias imperialistas como EEUU y sus aliados de Europa y que, aunque algunos gobiernos se han posicionado de forma crítica, en los hechos toda la burguesía y sus Estados a nivel global han permitido que Israel avance en su proceso de colonización genocida.  

El desarrollo de los acontecimientos desde la implantación del Estado de Israel en 1948, hasta la avanzada brutal desatada el 7 de octubre de 2023, fue exponiendo con mayor evidencia antes los ojos de millones en el mundo que la propia existencia de este verdadero enclave colonial de terror es incompatible con la del pueblo palestino y su derecho a vivir de forma digna y en paz. Que la razón de ser del Estado de Israel desde su origen hasta la actualidad es barrer del mapa al pueblo palestino. Toda su historia de matanzas es una prueba categórica de esto. 

Así, la constatación creciente de que el objetivo de Israel es el genocidio del pueblo palestino fue despertando una profunda indignación entre los explotados y oprimidos del mundo, confirmando, una vez más, que la liberación del pueblo palestino requiere de una lucha internacional, de la clase trabajadora y los explotados y oprimidos del mundo. Y esto no es una declamación sino un hecho que la propia lucha de clases está mostrando: como no sucedía hacía décadas, la lucha de un pueblo oprimido se vuelve una causa internacional que hace emerger las fuerzas de capas crecientes de la clase obrera y la actividad de la juventud y el movimiento estudiantil. Así, en las últimas semanas hemos visto como decenas de movilizaciones gigantescas han poblado las calles de muchos países del mundo denunciando el genocidio en Gaza.  

Entonces, como estamos presenciando, no son las acciones de los gobiernos del mundo, en su mayoría cómplices directos del genocidio, las que pueden colaborar con la liberación del pueblo palestino, sino las fuerzas de los explotados y oprimidos las que pueden derrotar la ocupación del Estado de Israel.

Italia y España: la huelga política como método de lucha

Cuando en el 2024, miles de estudiantes en distintos países del mundo realizaron acampadas en las universidades se comparó esta nueva acción por la causa palestina con el proceso de movilizaciones contra la guerra de Vietnam en la década de 1970. No era para menos: la juventud de los países imperialistas se sumaba a la palea por la causa de un pueblo oprimido y le exigía, como ahora, a sus propios gobiernos y Estados, que dejen de intervenir y colaborar con el Estado opresor y asesino del propio pueblo oprimido y masacrado.  

El proceso de acampadas comenzó en EEUU, corazón del imperialismo, con más de 100 acampes en las principales universidades del país. A partir de ahí se expandió al Reino Unido, Francia, México, Japón, Canadá, Australia, Suiza, Alemania y en España, en cuestión de días, llegó a extenderse a más de 30 universidades.2 Toda una nueva generación de jóvenes que hacían, en su mayoría una primera gran experiencia de lucha política por una causa histórica.

Ahora, esa fuerza de la juventud se está expresando en las movilizaciones por Palestina y nos parece importante destacar el caso del Estado Español, donde se convocó a una “huelga estudiantil” el pasado 2 de octubre, donde varios miles abandonaron las aulas y salieron a las calles. Una acción que se da luego de que el 14 de septiembre una enorme manifestación en Madrid logró impedir que se realicé “La Vuelta”, una prestigiosa carrera de ciclistas donde iba a competir el equipó israelí. Un evento que tuvo una amplia repercusión internacional y mostró cómo el apoyo al pueblo palestino estaba creciendo hacia franjas de masas de la población española, transformándose en una verdadera cuestión política.  

Movilizaciones impresionantes e históricas también se dieron en Alemania, Países Bajos, Bélgica, Reino Unido, Irlanda, etc. Y, en menor medida, aunque de las más grandes hasta el momento en Argentina, producto de la enorme repercusión que tuvo el secuestro por parte de Israel de cuatro activistas argentinos de la Flotilla Sumud Global.  

Por otro lado, y de una manera aún más profunda, vimos durante la primera semana de octubre un evento histórico: una huelga general en Italia contra el genocidio el Gaza y en apoyo a la Flotilla Sumud Global. Se paralizaron rutas, puertos, salud, educación, entre otros sectores que permitieron que decenas de miles en todo el país tomaran las calles. Un evento que no se ve todos los días: una huelga política de alcance internacional. Una imagen que parece ser de otra época histórica, en que la clase obrera tenía mayores niveles de conciencia, de organización y de combatividad. Pero ahí está, ante los ojos del mundo, frente a millones a través de la prensa y de las redes sociales. Un ejemplo espectacular de la intervención consciente, solidaria, decidida y dispuesta a una lucha en serio, de la clase obrera de un país central y referente de la lucha de clases en la historia.  

En primer lugar, la huelga se destacó por su masividad. Una paralización importante de los lugares de trabajo que primero fue convocada por un sindicato minoritario, USB, y que debido al desborde en las calles, presionó al sindicato mayoritario, la CGIL, a convocar la huelga del viernes 4/10. Es decir, la burocracia sindical ligada a los empresarios no tuvo la iniciativa, sino que fue la presión del movimiento de masas la que le arrancó la convocatoria y eso permitió que millones realicen la huelga y que 2 millones tomaran las calles ese mismo día. En segundo lugar, tuvo participación masiva de la juventud, que nutrió las movilizaciones obreras, gestando en la calle la alianza estratégica entre la clase trabajadora y el movimiento estudiantil. El tercer elemento fue que replicaron la idea, proveniente de Francia unos días previos, de “Bloquear todo”, es decir, de apelar a la acción directa como medida efectiva para forzar la paralización del aparato productivo y de la actividad “normal” de la sociedad. Un paso más y categórico, en el proceso de radicalización política del movimiento.  

Si a algo ha llevado este ascenso de la lucha de clases alrededor de la cuestión palestina es a una conclusión que crece: que sólo la acción revolucionaria de la clase trabajadora y las masas puede detener el genocidio y liberar al pueblo palestino. Esto es, sólo mediante la huelga general política, las movilizaciones de masas en las calles, los bloqueos y piquetes, las asambleas y la autoorganización es posible poner contra las cuerdas a los gobiernos del mundo y forzar al Estado de Israel a parar la matanza y retroceder.  

Masividad, unidad obrero-estudiantil, acción directa, lucha en las calles. Todos elementos propios de un ascenso revolucionario, aunque aún hoy, evidentemente se presentan en su forma embrionaria y como posibilidades en caso de desarrollarse y profundizarse. Pero de extenderse esta dinámica por el resto de Europa, como sucederá este 15 de octubre en el Estado Español donde la CGT convocó una huelga general, y en Medio Oriente y más allá podría producirse algo semejante que conmocione efectivamente las bases actuales del sistema de dominación capital-imperialista y derrote la ofensiva genocida del Estado de Israel. Trabajar por esta perspectiva es la tarea del momento de los revolucionarios del mundo.

Trump quiere hacer de Palestina una nueva colonia

Cuando cerramos esta nota, se conoció que entre Netanyahu y Hamas se llegó a una suerte de “acuerdo” de cese al fuego permanente, la liberación mutua de prisioneros, el retiro de las tropas de Israel de Gaza y el ingreso de ayuda humanitaria. Naturalmente despertó festejos en las calles de Gaza, tras 2 años de masacre permanente. Acuerdos que, de concretarse, serían un triunfo del pueblo palestino y un alivio luego de tanta muerte.

Sin embargo, mirada de conjunto, la nueva propuesta de un “Acuerdo de Paz”, se trata de un intento de imponer toda una serie de condiciones de sometimiento al pueblo palestino. Una verdadera extorsión redactada en conjunto entre Israel y EE.UU. De hecho, el plan implica negar terminantemente a los palestinos gobernar su propio país, y para eso se formaría una especie de protectorado, controlado por una “fuerza internacional”, es decir, el propio EE.UU., junto al Reino Unido, Israel y probablemente varios de los gobiernos árabes que han sido cómplices del genocidio todo este tiempo. Además, implica cederle grandes territorios de la Franja (más de un 10%) a Israel bajo la excusa de establecer un “corredor de seguridad”.  

Un plan que, por otra parte, ha tenido el apoyo de Macron, el nuevo Papa y gran parte de las principales potencias imperialistas, como Rusia, que bajo ningún punto de vista quieren sacar los pies del plato del orden imperialista mundial dictado por EE.UU. Como señalamos antes: la liberación del pueblo palestino sólo vendrá de las movilizaciones de la clase trabajadora y los explotados y oprimidos del mundo. Y alentar esta lucha, es la principal tarea internacional no sólo de los revolucionarios, sino de todos quienes verdaderamente se colocan en la vereda de la defensa de los derechos humanos.

La necesidad del socialismo frente a la creciente barbarie capitalista

Las guerras y los genocidios son dos de las formas más extremas de la barbarie del sistema capitalista. Expresiones de brutalidad social que en la actualidad estamos viendo volver con todo y que las tensiones imperialistas en el mundo, entre Estados Unidos, China y Rusia, sólo prometen que recrudecerán. A la misma crueldad de la guerra y el genocidio se le superponen la agresividad de la miseria social, la precarización y la falta de empleo, los bajos salarios, las condiciones de superexplotación laboral, la violencia patriarcal, la maquinaria de contaminación y expoliación de la naturaleza que lleva de forma intensa y recurrente a catástrofes climáticas y una larga lista de padecimientos que afecta a la mayoría de la humanidad.  

Así, los padecimientos que el capitalismo está provocando sobre millones en el mundo se están volviendo cada vez con más fuerza en un alegato contra sí mismo. Por eso, desde la izquierda, desde el socialismo revolucionario tenemos que volver a plantear de forma clara y a viva voz la necesidad de una transformación global del orden mundial. Un cambio de fondo que barra con el capitalismo y corte de raíz una estructura social que sólo produce guerras, genocidios, destrucción de la naturaleza y un sinfín de padecimientos a las grandes mayorías. La necesidad de reconstruir la perspectiva del socialismo está más vigente que nunca. 

-Por un cese al fuego completo y permanente. Fuera las tropas del Estado de Israel de Gaza.  

– Basta de genocidio al pueblo palestino. Por el pleno derecho del pueblo palestino a su autodeterminación. No a la nueva imposición colonial de Trump y Netanyahu.  

-Libertad inmediata de todos los activistas de la Flotilla Sumud Global.  

-Boicot internacional al Estado de Israel y todas las empresas y gobiernos que le dan apoyo.  

-Por una Palestina única, libre, laica, obrera y socialista.

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