El resultado de las elecciones nacionales que le dieron un triunfo a Milei no pareció obedecer a todo el clima político que atravesó el país los últimos meses: el de un gobierno que iba de crisis en crisis en una deriva que lo colocó al borde de caer. Y que sólo logró evitar su caída gracias a la ayuda del gobierno de Trump y de la inestimable paz social garantizada por el peronismo de la mano de la CGT y CTA. Dos colaboradores que, si bien expresan fuerzas sociales distintas, han coincidido en una acción común: darle sobrevida al gobierno de extrema derecha y permitirle que obtenga un resultado favorable que le permite, ahora, retomar la ofensiva política contra la clase trabajadora y las mayorías sociales.
Así, tras la elección se abrió una extendida conversación a lo largo de la semana en los lugares de trabajo y estudio: ¿Cómo un gobierno que atacó todo derecho social existente pudo volver a ser votado por amplios sectores de la población? Una inquietud que comenzó a disiparse a medida que pasaban los días para dar lugar a la preocupación en torno a la reforma laboral que trama Milei y los gobernadores peronistas.
El factor Trump: Milei o el caos
La primera cuestión de peso en la coyunta electoral fue la imposición y extorsión colonial de Trump que a viva voz dejó en claro que el “rescate” a Milei dependía exclusivamente de si ganaba las elecciones. Una advertencia que fue leía como lo que era: si perdía Milei se retiraba el apoyo económico y el lunes post-electoral volvería la corrida cambiaria y todo el caos financiero que amenazó con llevarse puesto a Milei días atrás. Un verdadero acto de terrorismo económico, en tanto que provocó fuertes temores en amplios sectores de la población que vieron amenazada la relativa estabilidad de precios y económica en general y no querían que sobrevenga en el país un caos económico como ya supimos vivir en 2001 y en el 89.
Así, la acechanza de ese fantasma y la predica imperialista de Trump fueron factores fundamentales que explican cómo pasamos de una sostenida coyuntura adversa para Milei, verdaderamente crítica, a una coyuntura favorable producto de un triunfo electoral. Fue la posibilidad de una crisis terminal, política y económica, la que inyectó un voto fuertemente conservador y dejó por encima todos los elementos cuestionables incluso por su propia base (autoritarismo, ajuste desembocado a jubilados y discapacidad, corrupción).
La invaluable paz social del peronismo
En las antípodas sociales del imperialismo norteamericano se encuentran las centrales sindicales, las organizaciones de los trabajadores para defender sus derechos. Pero resulta que, desde la emergencia del peronismo en la década de 1940, la dirección sindical de la clase trabajadora se encuentra bajo una dirección política ligada a un proyecto de país capitalista, que es el peronismo. Un partido que, si bien cuenta con millones de trabajadores y sectores populares en sus filas, tiene un personal político que lo dirige propio de la burguesía y la pequeña burguesía. Eso ha generado todo tipo de tensiones a lo largo de su historia y hoy si bien entre su base hay un fuerte sentimiento político antimileísta, que quisiera que Milei se vaya cuanto antes y odia todo su plan antiobrero, en su dirección política las cosas no son exactamente igual.
Al contrario: desde que asumió Milei y comenzaron los ataques contra los derechos sociales, tanto la CGT y la CTA, brazo sindical del peronismo, se han cuidado como la peste de desencadenar un plan de lucha contundente que derrote al gobierno. Sólo paros y marchas aisladas con el objetivo claro de servir como válvula de escape del descontento social, mantenerse como dirección de esas bases y reconducir toda esa bronca al terreno electoral con la promesa de “derrotar a Milei en las urnas”. Lo que en la práctica demostró ser una estrategia no sólo equivocada desde lo electoral sino una verdadera traición a la clase trabajadora que dice representar: en dos años de gobierno ultraderechista dejar pasar gran parte de los ataques del gobierno, limitándose a convocar algunas movilizaciones multitudinarias, pero más por la presión que se acumulada por abajo que por propia iniciativa. Y luego largos meses sin ninguna convocatoria. Así, el gobierno fue teniendo tiempo para recuperarse y retomar la ofensiva.
Pero lo peor llegó cuando, tras la paliza electoral del 7 de septiembre, los mercados propiciaron una corrida y Milei se arrodilló ante Trump. La CGT y CTA no hicieron absolutamente nada para oponerse a este pacto de sumisión colonial y de extorsión electoral. Dejaron pasar todo como si nada, cuando estaba sobre la mesa la posibilidad de convocar una gran Jornada Nacional de Protesta que permita que decenas de miles salgan a las calles y sirva para abrir el debate con amplios sectores que están padeciendo las políticas del gobierno. Pero no: la CGT y CTA resolvieron guardarse y que las calles estén tranquilas, una actuación invaluable para un gobierno que estaba realmente en crisis.
Un voto conservador y reaccionario
Como elemento de más largo alcance, en Argentina hace muchísimos años existe un votante de amplios sectores medios y también una franja de trabajadores que votan opciones políticas opuestas al peronismo desde una posición a la derecha. Eso fue así con el radicalismo, luego con el macrismo y ahora ese votante migró hacia Milei. El clivaje antiperonista es un hecho de una enorme franja de la población que nunca bajó del 40% pero que fue mutando a lo largo de los años, desde un centro político con el radicalismo en los 90´, a un perfil más de centro-derecha con el PRO luego del 2001 a uno ir más hacia la derecha ahora con Milei. Se trata de un giro que empalma con un fenómeno político internacional: la derecha se hace cada vez más reaccionaria y conservadora y eso impulsa y al mismo tiempo refleja a una base social híbrida de la burguesía, clases medias altas, medias empobrecidas por las sucesivas crisis y una franja, menor, de trabajadores. Lo vemos en EE.UU. con Trump y, con desigualdades, en todo Europa.
Así, el 40% que sacó Milei es la refracción nacional de un proceso político más amplio y que en Argentina tiene su dinámica propia. El radicalismo ya fracasó con De La Rúa, luego el PRO fracasó en su intento de relanzar el capitalismo nativo con Macri y ahora esta amplia alianza de clases le da la oportunidad a Milei de ese trabajo sucio y “estira” su apoyo a pesar que ha mostrado poco en estos dos años, pero de todo eso consiguió algo muy preciado para todo un sector: una estabilidad de precios relativa luego de años de galope inflacionario.
Por tanto, el voto el Milei tuvo esos dos componentes: uno más conservador en el sentido que “no se desestabilicen las cosas en la economía”, distinto al voto del 2023 que quería “un cambio” rápido. Y por otro lado un voto más conscientemente reaccionario que lo votó luego de observar todas sus políticas contra la clase trabajadora. Este elemento de mayor conciencia, sin embargo, no significa que “la gente es la culpable de que gane Milei”, como destilan de las filas de los medios de comunicación del peronismo para evitar exponer su responsabilidad histórica en que Milei haya llegado al poder y luego que haya logrado sostener y volver a ganar. La realidad es que amplios sectores sociales persisten en su voto a la derecha porque el peronismo embanderado en un discurso progresista nunca operó una modificación sustancial de las condiciones de vida de millones y además en su último gobierno aplicó el ajuste de la mano del FMI, una verdadera estafa.
La elección de la izquierda
En lo que hace a la votación a la izquierda, en un contexto de polarización política general, el FIT-U logró mantener los resultados de los últimos años, expresando que existen miles de activistas, trabajadores y jóvenes que apuestan por una nueva alternativa política. Se trata de una votación que refleja que en Argentina hay un importe sector de la población que se ha consolidado desde el Argentinazo de 2001 hasta el día de hoy apostando por una salida independiente de los partidos capitalistas. Por lo que expresa tiene un valor inmenso y estratégico para ir hacia la construcción de una gran fuerza política de izquierda y los trabajadores.
Desde la OST llamamos a votar en las elecciones al FIT-U pero desde una posición crítica por dos razones. En primer lugar, porque luego de 14 años el FIT-U se ha limitado a ser un frente puramente electoral, negándose a constituirse en una herramienta de participación abierta y organización de miles de activistas de todo el país y por eso, si bien conserva un importante apoyo electoral, no ha servido para organizar esa fuerza. Y en segundo lugar porque toda su campaña electoral se redujo a llamar a “meter diputados en el Congreso” pero sin ninguna propuesta de programa, de contenido ni anticapitalista ni socialista. Un vaciamiento de contenido político que impresiona por momentos viniendo de organizaciones de izquierda que debe ser rectificado si se pretende transformarse una verdadera alternativa política de los trabajadores.
Desde la OST vemos la necesidad de que la izquierda hable claro y de frente con un programa que señale a viva voz que hace falta afectar las ganancias de los grandes empresarios y ricos del país, que hay que nacionalizar los recursos naturales y empresas estratégicas bajo gestión de los trabajadores. Y que sólo mediante un gobierno de los trabajadores es posible comenzar una transformación global que saque al país del estancamiento económico, desarrolle la industria, cree millones de puestos de trabajo, termine con la pobreza, mejor la salud, la educación, solucione la falta de vivienda, etc. Hoy más que nunca, frente a la decadencia y desilusión de miles con el peronismo, las ideas de la izquierda y el socialismo, tienen la oportunidad de volver a ser escuchadas ampliamente. Es tarea, entonces, de las organizaciones socialistas revolucionarias, volver a levantarlas con fuerza.
El gobierno retoma la ofensiva
Ahora bien, más allá del triunfo electoral del gobierno, de fondo persiste una enorme crisis económica sin resolver que en los últimos meses provocó una dinámica verdaderamente recesiva. Así, se aprecia una caída fuerte de las ventas, un crecimiento de los despidos y cierre de empresas, salarios que no llegan a fin de mes, un endeudamiento cada vez mayor de las familias, recorte de gastos de todo tipo, etc. Un cuadro de situación social que empeora y que la política del gobierno, de mantenerse así, sólo hará que se agrave cada vez más.
Por el lado de los empresarios, de Trump y de Milei la receta para “salir del estancamiento económico” es más ajuste y quita de derechos sociales. Por eso preparan un gran ataque a la clase trabajadora: pretenden hacer una reforma laboral que destruya toda una serie de derechos conquistados. La lista es larga y abiertamente reaccionaria y obedece a una lógica global: aumentar el poder de los empresarios sobre los trabajadores de modo que haya un mayor disciplinamiento en los lugares de trabajo y mayores márgenes de explotación y ganancias para el capitalista. De conjunto sería la mayor quita de derechos laborales desde la década de los 90´ que van desde una jornada laboral de 12hs (hoy 8hs por ley), terminar con los convenios colectivos de trabajo y que se negocien paritarias por empresa, vacaciones fragmentadas en cualquier momento del año a discreción de la patronal, salarios “dinámicos” atados a la productividad (lo que elimina la paritaria de hecho), pago de salarios con “tickets canasta”, la posibilidad de ampliar los tipos de despidos “sin causa”, indemnizaciones más bajas y en cuotas, restricciones al derecho a huelga, menos delegados por lugar de trabajo, etc.
Ahora Milei, apoyándose en su triunfo electoral, convocó a la mayoría de los gobernadores para acordar la reforma laboral y también una tributaria y penal. La cuestión es que en su mayoría se trata de gobernadores del peronismo que se habían jactado en las elecciones de ser opositores a Milei. Pero la hora de la verdad llega: como partido capitalista que es, el peronismo está de acuerdo con los empresarios en que hay que hacer una reforma laboral pro-mercado y por eso se quieren poner de acuerdo con Milei para atacar los derechos los trabajadores. Por lado de la CGT, hasta el momento dicen que no acuerdan con la reforma pero ni una palabra dicen de organizar la lucha para enfrentarla en las calles. Otra vez, más allá del balbuceo discursivo, buscan despejarle la cancha al gobierno para sus nuevos ataques.
Por lo tanto, desde los trabajadores y la juventud tenemos que iniciar una gran campaña para que se conozca verdaderamente el carácter antiobrero de la reforma, que no se trata de cambios para que la economía crezca sino para enriquecer a los empresarios y quitarnos derechos a los trabajadores. Al mismo tiempo hay que exigirles a los sindicatos, centros de estudiantes y organizaciones sociales de todo el país que se pronuncien en sentido contrario y alerten a toda la población de las verdaderas intenciones del gobierno. Porque si algo va quedando claro es que amplios sectores lo votaron, pero no le dieron un cheque en blanco para que haga cualquier cosa, para que quintuplique sus ataques y quite más derechos. Las fuerzas para derrotar estos nuevos ataques existen, es momento de organizarlas y prepararlas para defender los derechos conquistados con años de lucha.









