Desde suelo norteamericano el pasado jueves se redactó el marco general del acuerdo comercial que suscribirán Estados Unidos y Argentina, lo que viene a ser una profundización de la injerencia y sometimiento yankee en nuestro país. Según indica el comunicado oficial emitido por la Casa Blanca, lo que quedó dispuesto fue un “Acuerdo de Comercio e Inversión Recíprocos” a la espera de, cuando lo considere Trump, hacerlo efectivo y dar a conocer los detalles del mismo.

Esta nueva avanzada imperialista y nueva entrega de Milei nada tiene de “acuerdo”, se trata más bien de una imposición en el contexto del segundo mandato trumpista en Washington que trae consigo el intento de un reordenamiento geopolítico favorable a sus intereses de potencia dominante (intentando revertir años de decadencia) y en la disputa con una China en ascenso.

Para nuestro país, el acuerdo se da luego de que el Tesoro norteamericano ejecutara un inédito rescate al gobierno por 20.000 millones de dólares, cuando parecía que el gobierno se desmoronaba justo antes de las elecciones. Ahora, luego de que el oficialismo logró imponerse en las urnas en parte gracias a ese rescate financiero, el imperialismo pasa la factura: Milei se prepara para que el país firme un «acuerdo» en el que, si se considera punto por punto el texto publicado, la asimetría es brutal: la Argentina tomaría unos 24 compromisos comerciales con Estados Unidos, mientras que de parte de este último hacia Argentina apenas se cuentan 3, y muy relativos. Es decir que muy lejos de tratarse de un «acuerdo bilateral», se trata de una sumisión lisa y llana.

De esta manera junto a la Argentina, también se dispusieron “acuerdos” con Guatemala, Ecuador y El Salvador. Expresando la tendencia de USA en el intento de una reconfiguración del comercio global impuestas por el nuevo esquema arancelario lanzado en abril como “el mayor cambio del comercio global en 100 años”, que de todas formas ha tenido sus idas y venidas y fue en muchos casos utilizado como arma de “negociación” o lisa y llana imposición, mostrando sus intenciones para recuperar directamente en su órbita lo que Estados Unidos siempre llamó su “patio trasero”.

Vayamos a la letra y luego a la traducción específica que toma esta política de Trump en la Argentina: de la pluma norteamericana se escribe que en primer lugar se le daría a EE.UU acceso preferencial a sus exportaciones sobre cualquier país. Desde determinados medicamentos, productos químicos, maquinaria, productos de tecnología de la información, dispositivos médicos, vehículos de motor (Argentina rebajaría sus aranceles para las importaciones de automóviles de Estados Unidos con prioridad en camionetas) y una amplia gama de productos agrícolas. Y el compromiso de “mejorar las condiciones” del mercado de carne vacuna y no restringir el acceso al mercado de los productos que utilizan ciertas denominaciones para quesos y carnes.

Por otro lado, Argentina se “comprometería” a no exigir trámites consulares para las exportaciones estadounidenses, como también “permitirá la entrada en su territorio de productos estadounidenses que cumplan con las normas estadounidenses, las regulaciones técnicas estadounidenses o los procedimientos de evaluación de la conformidad estadounidenses, sin requisitos adicionales de evaluación de la conformidad, y seguirá eliminando las barreras no arancelarias que afectan al comercio en áreas prioritarias”. Es decir, se eliminan los controles nacionales de organismos como INTA, SENASA, etc. A su vez respecto al mercado agrícola, “Argentina ha abierto su mercado al ganado vivo estadounidense, se ha comprometido a permitir el acceso al mercado de las aves de corral estadounidenses en el plazo de un año”. Chau controles de calidad y salud, hola enfermedades.

También se agregan dos puntos específicos de alineamiento contra China enmascarados de “medioambientales”. De un lado contra la tala y pesca ilegal, y por otro, el alineamiento con EE.UU para “combatir” las políticas “desleales” y no comerciales del gigante asiático. Además, Estados Unidos se arroga el derecho de vetar la competencia con otros productos que el propio EE.UU. considere como producidos en países bajo condición de «trabajo forzado», un eufemismo para prohibir en Argentina la entrada de productos de China y otros países del sudeste asiático. El nivel de humillación es tal que no sólo EE.UU. quiere inundarnos de sus productos, sino también ordenarle a la Argentina con qué otros países puede o no puede comerciar.

De aplicarse esto sería otro golpe muy duro al entramado industrial del país, ya que el acuerdo va en el sentido de una reprimarización de la economía argentina. Lo que buscan es que nuestro país «viva» de exportar soja, minerales y petróleo, lo que transformaría la estructura económica del país en una mucho más atrasada, con más desigualdad y alto desempleo. Por eso mientras una parte de la clase empresaria argentina salió a festejar con bombos y platillos el acuerdo, otra parte está atenta a lo que serán los detalles. En su cipayismo, los empresarios reaccionaron positivamente a la sumisión a los yankees en un primer momento, pero en lo importante, que son sus multimillonarias ganancias sobre la explotación de los trabajadores, reina por ahora la cautela. La apertura de las importaciones y todo lo que va en ese sentido, desde lo directo del agro y ganadería (salvo relativamente la industria vacuna, aunque también en este punto hay beneficios para los norteamericanos), pasando por la industria automotriz, no serían buenas noticias. El sector metalúrgico con el acero y el aluminio, golpeado por los aranceles de Trump del 50% y las políticas recesivas de Milei, espera con ansias una rumoreada pero no confirmada reducción de aranceles.

En lo que respecta a la llegada de autos estadounidenses, la Argentina no podría autorizar la importación de vehículos con un arancel inferior a 35%, excepto que provengan de países del Mercosur. Cuestión que poco le parece importar a Milei, incluso siendo que en esa alianza está su principal destino de exportación como es Brasil, a tal punto que volvería a desconocer la cumbre que se realizará en Brasil en diciembre.

Sin embargo, los principales perdedores de profundizarse y aplicarse los planes imperiales vía el gobierno de Milei seremos las y los trabajadores, que ya estamos sufriendo la recesión, los despidos, los cierres fraudulentos de empresas y todo por redoblarse con la nefasta reforma laboral que ya están discutiendo todas las fuerzas patronales.


Si en una mano tienen la pluma, en la otra cargan la espada

Acompañando como una sombra cada vez menos silenciosa a las agresiones e imposiciones comerciales que impone y quiere imponer EE.UU a Latinoamérica y la Argentina aparece el Comando Sur y su operativo Lanza del Sur. El pasado enero, mes de asunción de Trump, también fue el mes del lanzamiento de dicho operativo ocho días después. El despliegue en los primeros meses del año fue más bien logístico, con drones, submarinos y controles satelitales de la región con lo más moderno de la IA a su servicio, con la no tan nueva excusa de “combatir el narcotráfico». Unos meses más tarde Trump autorizaba explícitamente el uso de la fuerza militar con buques de la armada en las costas del caribe y Sudamérica, llegando a que en septiembre escalen las provocaciones y los crímenes con el hundimiento de 20 lanchas y el asesinato de más de 100 personas en el caribe cerca de Venezuela.

A fines de octubre ocurre un salto en la amenaza, movilizando el portaaviones USS Gerald Ford, el más grande del mundo, mas su flota que lo rodea, con capacidad de ataque aéreo, marítimo y terrestre.

El riesgo más alto es el de un ataque militar directo a Venezuela, que es el principal foco de la presión estadounidense por el momento, pero es un peligro que irradia a toda la región.

Por una salida antiimperialista y desde los intereses de las y los trabajadores

La rebelión popular del 2001 dejo muy claro que el FMI y los Estados Unidos no eran nuestros amigos ni traían la prosperidad, sino todo lo contrario. Junto a la dirigencia de la dictadura primero, y del peronismo menemista y los radicales después, las políticas neoliberales nos hundieron en la miseria. Tuvo que salir el pueblo a las calles, con sus métodos históricos, como las asambleas, las movilizaciones y la lucha para derrotar esa política. Un largo proceso de reinstitucionalización vía el Kirchnerismo para desmovilizar decantó en la confianza nuevamente de lo que la rebelión había cuestionado. Luego el gobierno pro imperialista de Macri, después de ser cuestionado con los métodos de la rebelión como fueron las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017 tuvo que ir corriendo al FMI para que lo salvara. Tras la debacle del gobierno del Pro llegó el fracaso del albertismo, precisamente por no tomar medidas básicas de protección de la soberanía y decirle no al FMI, y terminó acordando el reingreso de la hasta entonces principal institución de sometimiento imperialista al país. Si Macri le abrió la puerta al FMI, Alberto Fernández y su gobierno lo dejó pasar.

La situación con Milei se ha agravado mucho, se trata de un gobierno lacayo directo de USA, ya no es solo el FMI, sino que ahora, luego de unos “rescates”, se le ha entregado directamente las riendas del país al amo del norte. En este contexto las y los trabajadores tenemos que volver a retomar nuestra tradición de lucha antiimperialista y decirles a los yankees fuera de Argentina y de América Latina, en este contexto de grave crisis a las que nos empujaron desde los fracasos de gobiernos anteriores hasta las políticas de Milei, tenemos que ofrecer una alternativa, construirla en la lucha que si no es con los dirigentes a la cabeza será con la cabeza de los dirigentes. Como se demuestra una vez más somos las y los trabajadores los que queremos un futuro para nosotros y las futuras generaciones y ese futuro no es con Trump gobernando la Argentina.

Para enfrentar el acuerdo de sometimiento hay que organizar desde ya mismo la resistencia contra las nefastas contrarreformas que prepara Milei para las próximas semanas, denunciar que la burocracia sindical peronista busca preparar una traición que podría ser histórica y, con los métodos históricos de la clase trabajadora, copar las calles hasta derrotar el plan de reformas de Milei y su sumisión al imperialismo.

Matías R.

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