A continuación, presentamos el documento sobre la situación nacional a pocos días de cumplirse los dos años del gobierno de Javier Milei. Finalizando el año, nos encontramos ante una nueva coyuntura política marcada por el fortalecimiento del gobierno gracias al inesperado triunfo electoral que le dio una sobrevida en un momento de agudización de una crisis política y económica. La vertiginosidad con la que se desarrollaron los fenómenos políticos y de lucha de clases en general durante todo lo que lleva de mandato la extrema derecha, pero en particular este año, evidencian que en la argentina se desarrolla una fuerte ofensiva capitalista en el contexto de una crisis de carácter orgánico que todavía permanece irresuelta. Por eso el próximo período que se avecina plantea grandes desafíos políticos al conjunto de la clase trabajadora y los explotados y oprimidos, que podrían significar un punto de inflexión dando lugar a nuevos desarrollos en el terreno de la lucha de clases. 

Una experiencia política de la vanguardia contra el gobierno 

Desde el comienzo del gobierno de Milei, alertamos, que más allá de las debilidades parlamentarias y su falta de estructura orgánica, se trataba de un gobierno fuerte decidido a avanzar con un plan de guerra hacia la clase trabajadora y los sectores populares. 

No es posible analizar el fenómeno libertario desligado de la dinámica política de polarización que atraviesa al mundo, donde la extrema derecha mantiene la ofensiva y logra capitalizar parte del descontento de una amplia franja de la sociedad, sobre todo en occidente, pero que, de todas maneras, encuentra más resistencia.  

El fracaso político y económico que significaron los últimos dos gobiernos, es decir, el del Frente de Todos y el Macrismo, fue la base sobre la cual Milei se apoyó para ganar. La victoria electoral del 2023 significó un giro profundo hacia la derecha de una parte de la sociedad que votó un programa reaccionario (aunque en sectores de la clase trabajadora, este haya tenido elementos de voto castigo al peronismo).  Más allá de la demagogia con la que armó su campaña, con promesas como la “dolarización” y ajuste a la casta, durante estos años de mandato se revela más claramente el contenido reaccionario de su programa. 

No se trató de un ajuste más. Fue una suerte de patear el tablero del orden social y político de la Argentina. Además de las reformas como la ley bases, y los recortes en el Estado nacional, el gobierno se atrevió a poner el foco del ataque en los elementos importantes que hacen al orden social como lo es la salud, la educación, las jubilaciones, etc.  

Fue un ataque a elementos estructurales de este país que todavía reflejan conquistas sociales profundas, y que se encuentran fuertemente arraigadas en el cuerpo social. La llamada batalla cultural, como la denomina Milei, manifestándose claramente contra lo público y lo “estatal”, representa el contenido ideológico con la que se llevó adelante la motosierra contra la salud, la educación universitaria, incluso temas que nunca habían estado en el centro de atención nacional como la discapacidad. En el mismo sentido, aunque salvando las distancias, en países como Francia o Alemania, bajo los gobiernos como el de Macron o Merz, la burguesía se muestra decidida a ir desmantelando los elementos de estado de bienestar heredados de la posguerra. En la argentina, el carácter público de la salud, la educación, aunque se encuentren devaluados y en crisis desde hace años por la desinversión sistemática, remiten a aspectos que hacen de este país, un país más orgánico. El relativo peso que tiene el estado en la sociedad representa una esfera en la que la economía, movida exclusivamente por la acumulación de la ganancia capitalista se encuentra mediada, y de esa manera es más fácil acceder a estas conquistas para una franja importante de la clase trabajadora y los sectores populares.  

En este contexto, luchas como la del Hospital Garrahan, la discapacidad, los jubilados, etc. se transformaron en banderas que nuclearon a una vanguardia amplia contra este gobierno y juntaron una gran simpatía social, incluso de sectores que habían votado por él un año atrás. No solo fue la resistencia al ajuste, sino una profunda crítica a la concepción ideológica de lo privado por sobre lo colectivo. Representó un viraje en el terreno de la conciencia de parte de la sociedad, en el que el ajuste fiscal y la motosierra son inaceptable. Es un elemento de mucha importancia que marca que lo que Milei no logró poder construir hegemonía política e ideológica alrededor de su plan de ajuste.  

Luego del relativo fortalecimiento del gobierno a finales del 2024, cuando dio su discurso en Davos y creyó oportuno atacar a las diversidades, el movimiento le respondió con una marcha multitudinaria el 1F que mostró una importante vitalidad e incluso elementos de desborde a hacia sus direcciones, imponiéndoles que la marcha sea a plaza de mayo. En cierto sentido fue el comienzo del año político, a la cual le siguió la marcha del 8 de marzo, y la inmensa concentración en congreso del 12 de marzo convocada entre los jubilados, las hinchadas de los clubes de fútbol y las organizaciones políticas. Ante la ausencia criminal de los sindicatos y el peronismo, el activismo encontró en esa convocatoria un canal de expresión de su bronca creciente contra el gobierno. Mostro en esas acciones una fuerza, que obligo a la CGT a llamar a un paro general en momentos en los que había estado completamente borrada de la escena política. Por supuesto, que el paro fue aprovechado para descomprimir la lucha, y finalmente fue realizado “en frio”, es decir, sin movilización, para no trastocar la gobernabilidad en un momento, además, donde la coyuntura estuvo marcada por el escándalo de la estafa del “Caso Libra” que pegaba de lleno en la credibilidad del gobierno dejándolo a la defensiva. Así, la crisis y los elementos de desgaste de Milei, retroalimentaron el aumento de la lucha y la combatividad callejera. 

Si bien el gobierno termina su segundo año con mayores grados de fortaleza política, lo cierto es que la dinámica de los acontecimientos marcó un piso alto de resistencia y combatividad en la calle de amplios sectores de la vanguardia que van forjando su experiencia contra este gobierno, acompañado de un creciente cuestionamiento a la burocracia sindical, y sus propias direcciones políticas como el peronismo.   

La histórica marcha del 24 de marzo atestigua este hecho, no solo por su masividad, sino porque condensó un enorme repudio social al gobierno, la represión y una exigencia al paro general. Fue la primera marcha unitaria en muchos años, que solo fue posible por una pelea a brazo partido de un sector importante del Encuentro Memoria Verdad y Justica, de la que nuestro partido fue parte, contra las organizaciones de DDHH kirchneristas imponiéndoles un documento con un programa político contra Milei y de exigencia de un plan de lucha a las conducciones sindicales.  

Esa pelea deja importantes lecciones en el seno de la izquierda y el activismo: es imposible derrotar a un gobierno tan duro y tan reaccionario sin el involucramiento de sectores de masas en la lucha. La búsqueda por masificar las luchas, desenmascarar a las direcciones traidoras y torcer el brazo al gobierno no son tareas separadas, sino aspectos que se relacionan recíprocamente. En este sentido el rol de la mayoría del FIT y el Nuevo MAS en esta pelea fue lamentable, su ubicación fue sectaria y auto marginación de este proceso. 

Si bien la ofensiva del gobierno nunca se detuvo, estas expresiones por abajo fueron y siguen siendo dificultades para poder aplicar sus planes de fondo. Nos referimos al hecho importante de que, donde hubo ataques directos, hubo respuestas, abonando al clima de conflictividad que aparece como la contracara del descontento y malestar por el trasfondo de situación económica que actuó también como un factor dinamizador de la lucha de clases. 

Expresiones de esto fueron las movilizaciones de los metalúrgicos de Tierra del Fuego, arrancando un paro provincial a la UOM. En tanto que, en otras fábricas, las patronales no esperaron las reformas del gobierno. Aprovecharon la coyuntura reaccionaria y despidieron o suspendieron contingentes de trabajadores buscando generar nuevas condiciones favorables para mayor explotación. Y las respuestas no se hicieron esperar. El caso de Acindar mostró mayores elementos de radicalización en las acciones de protesta llevadas adelante por los trabajadores y que mayormente fueron de desborde al sindicato. También hubo respuesta en la lucha de los trabajadores de Linde Praxair, Georgalos, entre otros. Y más en general sectores que se plantaron con más contundencia en el marco de las paritarias como los aceiteros y la UTA por salarios. 

Ninguna de estas acciones llegó a totalizar una dinámica nacional en la lucha de clases. Más bien, fueron expresiones puntuales ante ataques directos, pero demuestran, aunque todavía de manera molecular, que hay reservas y disposición a la lucha, como así también un gran desprestigio a las conducciones sindicales. Es decir, que persiste cierto sentimiento entre las filas de los trabajadores que los gremios traicionan, y de ahí que surjan elementos de presión y/o desborde parcial a esas conducciones.  

A modo de síntesis en relación a las características que adoptó la lucha de clases durante el todo este año, se puede decir que fue el surgimiento de una vanguardia amplia la que marcó la agenda política en respuesta a las medidas del gobierno.  

En la dialéctica que existe entre el palacio y la calle, el palacio siguió como la sombra el reclamo de la calle y la acción por abajo. Las luchas por las jubilaciones, el financiamiento al Garrahan, a la universidad y a los programas del Estado referidos a la discapacidad armaron la agenda parlamentaria del año. Por supuesto que no fueron luchas sin mediaciones. Tanto el cronograma como las fechas giraron en torno al tratamiento de las leyes y los vetos de Milei. Pero la conclusión general que recorre esas expresiones por abajo fue que la confianza en el parlamento y los diputados no servía, lo que servía era la presión en la calle.  

Desde este punto de vista, la calle ofició también de contrapunto al régimen y le marcó límites al gobierno en poder aplicar su plan de desfinanciamiento amén de que haya habido flujos y reflujos en la lucha. Esto remite a que persisten todavía una correlación de fuerza entre las clases que no es favorable a la burguesía. Sumado a esto, también hay una recomposición política del activismo, donde la izquierda revolucionaria tiene un rol político importante. Recordemos que durante las semanas posterior a la asunción de la Libertad Avanza, la marcha de la izquierda del 20 de diciembre fue la cuestionó el protocolo de Bullrich en las calles, lo que habilitó a que existieran cacerolazos los días siguientes, demostrando que se podía salir a luchar frente a un clima que era de desmoralización. 

A este respecto, es lamentable que la campaña electoral del FITU, centralmente el PTS haya sido de un cretinismo parlamentario importante, ya que se centró en reforzar el rol del parlamento como ámbito de resolución de los problemas sociales, y en vistas de eso que era necesario más bancas de la izquierda, en el momento en que amplios sectores sacaban la conclusión que el elemento determinante era la lucha por abajo.   

En suma, esta sucesión de eventos es el producto de causas complejas de diferente orden, pero en sus cimientos, brota del agudo malestar por la coyuntura económica que refleja una fragilidad inusitada.  

Como condición general digamos que la economía está sumida en una recesión profunda marcada por una depresión de los salarios y un dólar atrasado. El gobierno campeó, no sin varios sobresaltos, esta situación sobre la base de endeudamiento y salvatajes de todo tipo. A cada nuevo influjo de divisas, Milei parecía recuperar aire, para luego pocos meses después, quemar esas reservas y volver a entrar en momentos de zozobra. Al blanqueo de capitales, le siguió el acuerdo con el FMI con una nueva deuda de 20 mil millones de dólares. La salida del cepo, poniendo bandas de flotación del dólar, mantuvieron calmadas las variables macroeconómicas por un tiempo, no sólo por lo que significó el salvataje económico, sino también el apoyo político de Trump y el FMI. Sin este punto de apoyo le hubiera sido imposible gobernar. Y contradictoriamente nada de esto resolvió de manera concreta la dinámica de crisis. El plan económico inmediato revistió un carácter solo táctico que tenía como objetivo llegar vivo a las elecciones de medio término, manteniendo artificialmente el dólar y la inflación bajo control. Pero su objetivo de fondo no radica en un ajuste fiscal más, sino en una transformación profunda del entramado productivo. Un reseteo hacia una economía de mayor primarización y mayor explotación de la fuerza de trabajo. De ahí que, sobre esta nueva situación política abierta por el triunfo electoral, Milei prepara su etapa de contrarreformas de cara al comienzo del año que viene.  

Pero lo cierto es que los distintos conflictos mencionados, el triunfo de la lucha del Garrahan (aunque todavía sigan los ataques a la base) y la lucha por la emergencia en discapacidad, obligan a no perder de vista que el camino no está del todo allanado para Milei. También se puede ver lo propio en el Astillero Río Santiago, un conflicto abierto contra la burocracia sindical y por los salarios, y así también diversos conflictos más que surgen por abajo. Estos elementos dan cuenta de tendencias que van a contramano de una interpretación lineal e impresionista del triunfo del oficialismo, y representan de manera específica los elementos de potencialidad que encierra la situación política. Resta ver todavía, si en el próximo período pueden generalizarse para retomar acciones que superen los confines de la vanguardia y aporten más radicalidad. Todo eso está por verse. 

Hay otro elemento de la situación política a destacar, y que da cuenta también del carácter global del plan del oficialismo. El gobierno viene profundizando su ofensiva contra las libertades democráticas. No solo el protocolo antipiquetes, o la proscripción electoral de CFK. Hace pocos días, Milei nombro al teniente general Carlos Presti como ministro de defensa, hijo de Roque Presti, un represor de la ultima dictadura militar, responsable directo de secuestros, torturas, y vinculado también al robo de Clara Anahí Mariani Teruggi.  

La medida no es solo simbólica, sino también política. Representa arremeter con algo que es una de las conquistas democráticas mas importantes desde el 83 a la fecha, esto es, que el aparato represivo militar no tenga injerencia en los asuntos de política interna. Nombrar por primera vez desde la vuelta de la democracia a un milico hijo de un represor genocida, representa un claro intento de afianzar el aparato militar represivo en línea con las exigencias de Estados Unidos. 

Alcances y límites del triunfo electoral libertario 

A menudo aparece esa idea, de que la argentina vive en una suerte de ciclo interminable de crisis donde los hechos, las políticas, y hasta ciertos personajes se repiten cada cierto número de años. Con el triunfo electoral de octubre, ahora Milei se mira en el espejo de 1995. Pero durante las semanas previas a los comicios, el gobierno parecía vestirse con el ropaje de Alfonsín, es decir, un gobierno empujado al borde del precipicio, esta vez no por una dinámica hiperinflacionaria, sino por la derrota de las elecciones bonaerenses y el agotamiento del plan económico.  

El gobierno se jugó de lleno en esa elección como preámbulo para la victoria nacional, y perdió por catorce puntos frente al peronismo en el distrito más concentrado del país, lo cual lo dejó en una situación con varios frentes abiertos. Por un lado, sufrió derrotas parlamentarias por el financiamiento del Garrahan, y las que tiraron abajo los vetos como discapacidad y el financiamiento universitario. Por otro lado, los escándalos de corrupción en la ANDIS y los vínculos probados con el narcotráfico del candidato Espert que lo forzaron a renunciar. Y un creciente sentimiento de malestar social por el atraso salarial y la recesión. La síntesis de ese escenario puso sobre la mesa el interrogante real sobre la capacidad del gobierno de llegar a octubre tras la espiral de crisis abierta. La burguesía, empezó a elaborar un plan b, y sobrevoló ideas como la de Schiaretti como posible sucesor y el llamado a una asamblea legislativa. También, miraron de reojo al armado de provincias unidas. Todo esto para dar un cauce ordenado a la crisis y salvar al régimen. Sin embargo, los resultados de octubre archivaron el plan tras el triunfo electoral. 

La crisis fue evitada por la inestimable ayuda de dos elementos, uno de carácter externo y uno doméstico. El salvataje de Estados Unidos y la paz social garantizada por el peronismo y el conjunto de la burocracia de la CGT y CTA. Dos colaboradores que, si bien expresan fuerzas sociales distintas, han coincidido en una acción común: darle una sobrevida a Milei y permitirle que obtenga un resultado favorable para ahora retomar la ofensiva política contra la clase trabajadora y las mayorías sociales.   

El primer factor de peso es la injerencia e imposición imperialista por la vía del gobierno de Trump. No se conoce ejemplo en la historia argentina que una potencia extranjera intervenga en el terreno electoral ejerciendo una extorsión sobre el voto a viva voz como en este caso. Los dichos expresados por Trump y Scott Bessent no dejaron lugar a dudas cuando dijeron que el “salvataje” en forma de swap del Tesoro norteamericano dependía estrictamente de la victoria del gobierno. Y la advertencia fue leída como lo que era: si perdía Milei se retiraba el apoyo económico y sobrevenía la crisis, la subida del dólar y los precios, y también la salida anticipada de su gobierno. La amenaza de Trump hizo aflorar de la memoria de la sociedad argentina, los recuerdos traumáticos del 2001 y el 89. Aunque es verdad que, en un sector importante de la clase trabajadora y las clases medias, sobre todo del arco progresista, creció profundamente el odio al gobierno libertario, (incluso, este aparece más visceralmente que en su momento al rechazo a Macri), las masas se aferraron más fuertemente a la posibilidad de la estabilidad social y económica que al “que se vayan todos”.  

Así, la acechanza de ese fantasma y la injerencia de Trump fueron factores fundamentales que explican cómo operó un cambio de giro de una sostenida coyuntura adversa para Milei, a una coyuntura favorable producto de un triunfo electoral. Fue la posibilidad de una crisis terminal, la que inyectó un voto fuertemente conservador y dejó subordinado todos los elementos que vienen siendo cuestionados incluso por su propia base como sus métodos autoritarios, el ajuste desembocado a jubilados y a discapacidad, la corrupción, etc. Y, por otro lado, un sector importante de la población también puso en valor el principal punto de apoyo popular que conquistó Javier Milei en estos dos años, que es el proceso desinflacionario. Este fue un factor determinante, sobre todo en provincia de Buenos Aires, donde la remontada de votos fue tan grande como inesperada, aunque también en el resto del país operó el mismo fenómeno. Un dato relevante en este sentido es que Milei mantiene el valor de la AUH y otros planes en el nivel más alto desde 2009, lo que explica también parte del apoyo. 

Pero en este punto, el análisis no puede tomar los datos como un valor absoluto en sí mismo. Las elecciones, por su propio mecanismo, dejan un reflejo distorsionado de la lucha de clases, una foto donde los elementos de conciencia de los sectores en pugna y sus intervenciones en la liza de la política quedan diluidos y mezclados entre sí. Por eso, si se mira con detenimiento el 40% de votos al oficialismo, afloran varias contradicciones que requieren sus explicaciones particulares. Lo primero es lo mencionado anteriormente en relación a que el miedo por un futuro caótico, activó un reflejo conservador. En sí mismo, este voto representa en un sector de las masas un cambio de sentido respecto a la elección del 2023, porque en ese momento, este contaba con un carácter más ofensivo, ya que pedía un cambio social profundo, sobre todo en términos de representación política, una suerte de barajar y dar de nuevo en un contexto de profunda crisis.  

El segundo elemento, es el voto directamente reaccionario de una franja muy importante de la pequeña burguesía y las clases medias. El hecho de que Milei haya logrado subsumir casi por completo al Pro en sus listas muestra que consiguió ocupar el espacio de la derecha en el país. Incluso opciones como provincias unidas fueron un fracaso aun en sus lugares de origen con peso territorial. Este dato remite a un fenómeno más general. En la mayoría de los países del mundo, con sus desigualdades, las clases medias vienen girando a la derecha. En la argentina existe un importante sector de las clases medias altas, medias empobrecidas por las sucesivas crisis y una franja menor de trabajadores, que siempre se veían referenciados en partidos burgueses más conservadores como la UCR o el Pro luego del 2008. Así, el gobierno perdió a un sector plebeyo que lo había acompañado y lo sustituyó transformándose en un partido de una alianza de las clases altas. 

El tercer elemento que demostró la elección, es que la primera fuerza opositora fue el ausentismo. En la elección de octubre se tuvo una participación del 68%, la más baja desde 1983, lo cual se repitió con cifras similares en todas las elecciones provinciales del año. También este fenómeno tiene sus expresiones internacionales. Muchos analistas dan cuenta de esto cuando se refieren a que se viven momentos de una “democracia de baja intensidad”. Se procesa como una desconexión entre las representaciones de lo social, lo colectivo y los derechos, y las expectativas que suscitan, con las posibilidades concretas de poder satisfacerlas. Nuevamente, la materialidad determina la conciencia.   

Todos estos elementos que muestran la elección, tienen más importancia en el rol que pueden jugar en el futuro, que en la foto de la coyuntura. Ya que gran parte de ese 40% que lo votó, no quiere decir que mecánicamente apoye un programa reaccionario de ultraderecha. Y sumado esto, el gran porcentaje de la población que se posicionó en la vereda de enfrente al gobierno, muestra que Milei está lejos de lograr el consenso social para imponer su programa de conjunto.  

La jornada del 18 de diciembre y los días previos atestiguan esto de manera muy clara. Cuando el gobierno leyó que el terreno estaba allanado para lanzarse de lleno a aprobar la reforma laboral, gran parte de la clase trabajadora saco la conclusión rápidamente de que se trata de un programa reaccionario y por ende no tiene legitimidad para aplicarlo. Este fue un elemento importante, aunque no el único para lograr aplazar el tratamiento parlamentario y ganar tiempo (volveremos sobre esto). 

¿A dónde va el peronismo? 

La crisis de carácter histórico en la que está sumido el peronismo, es uno de los aspectos más determinantes de la situación política, donde los capítulos de esta saga son tanto causa como consecuencia del ascenso de la extrema derecha de Milei. Decimos que es un elemento determinante porque hace a la principal fuerza política del movimiento de masas de este país desde la década del 40’ hasta la actualidad.  

Lo primero que hay que destacar es que se trata de un factor de alcance más general, que es característica del ciclo político, y que se verifica en varias latitudes. En efecto, el peronismo, que durante gran parte de los que va del siglo XXI se constituyó como una fuerza de centro izquierda (más en los discursos que en la realidad), empalma con el agotamiento de los gobiernos y partidos políticos progresistas en la región y en el mundo. Los casos más recientes, se ven en Estados Unidos tras la derrota de Biden (aunque es claro que el Partido Demócrata es más conservador que el peronismo), o Bolivia donde el MAS perdió luego de veinte años.  

Deteniéndonos en el caso específico del peronismo, se puede decir que la derrota política es por partida doble. En primer lugar, la derrota del 2023 frente a La libertad Avanza, puso sobre el tapete la responsabilidad de haber generado las condiciones para el ascenso de la extrema derecha. El fracaso del Frente de Todos fue estrepitoso. Su gestión estuvo atravesada por una administración de la crisis abierta con el gobierno de Macri en la cual se mantuvieron a rajatabla los lineamientos dictados por el FMI y los pagos de la deuda que convalidaron, al tiempo que se le garantizó a las patronales sus negociados, la fuga de capitales mientras millones de trabajadores descendían en la pobreza. Al finalizar el mandato, el candidato Massa y ministro de economía que oficiaba como presidente, había dejado un 200% de inflación anual. Ese estado de malestar con el gobierno, hizo que un importante sector de la clase trabajadora y una parte de las clases medias se volcara por apoyar a la extrema derecha.   

En segundo lugar, el peronismo, ya en la oposición a Milei, no pudo recomponerse de esa derrota, sin poder dar a su base una autocrítica real del fracaso anterior y un programa para enfrentarlo, no logró frenar el fortalecimiento del gobierno, perdiendo una vez más una elección nacional como la de octubre. El “hacer nada y ganar” de Taina se mostró rápidamente como un caso de pura impotencia política, pero, sobre todo, porque la estrategia electoral de frenar a Milei, fue una expresión sólo por la negativa. Es decir, no pudo ofrecer un programa de salida a la crisis del gobierno, ni explicar ninguna medida que se podría tomar en beneficio de las grandes mayorías. Hacerlo, no solo implicaría generar expectativas en su base, sino darles un horizonte por el cual movilizarse, algo de lo que el peronismo se cuida como la peste. Eso se vio muy claramente cuando el gobierno proscribió a Cristina Kirchner. El propio peronismo entregó la lucha de su liberación en un año electoral. Si bien se armó una pantomima de resistencia, algo que no llegó a hacer el PT cuando lo proscribieron a Lula, la realidad es que en esa plaza de Mayo se aceptó la imposición antidemocrática de la corte, de Milei y hasta el imperialismo. De esa manera el peronismo eligió lanzar la campaña electoral en lugar de la lucha por defender las conquistas democráticas. El resultado ya es conocido. 

En este contexto, la salida a este derrotero consiste en ensayar un giro aún más conservador. Es evidente que el peronismo perdió una parte importante de su electorado por no darle solución a sus problemas de fondo, pero parece ahora más preocupado en congraciarse con la gran burguesía que volver a sintonizar con su base. Hace poco, desde San José 1111, CFK comunicó la elaboración de un programa propio de reforma laboral que parte del hecho de que el oficialismo inevitablemente tienen las de ganar en la aprobación de su proyecto. En ese sentido, más allá de que adorne algunos artículos hablando de derechos, lo cierto es que prepara al PJ para organizar la derrota. Y en los trascendidos de su proyecto, no aparece un cuestionamiento al salario dinámico propuesto por Milei, ni ninguna de los elementos que van de lleno contra las conquistas históricas de los trabajadores. El verdadero contenido de su política es dejar a Milei pasar su reforma entrando en la trampa de la negociación parlamentaria. 

También en el capítulo de la deuda, siguen haciendo todos los esfuerzos para convencer a los bonistas de su profesión de fe al capitalismo y que son respetuosos del pago a la deuda, a pesar de los tuits de Cristina en relación a la crisis que produce el endeudamiento crónico. 

En definitiva, todos estos gestos, y la voluntad de inmovilizar a su base, muestra a todas luces un aggiornamento a los tiempos que corren donde la ultraderecha tiene la ofensiva. 

Desde este punto de vista, asistimos a un cambio de giro en las políticas que el kirchnerismo ejercitó durante gran parte de los que va del siglo XXI. Luego de la rebelión del 2001, ser el partido del orden implicó dar un conjunto de concesiones económicas a las masas, aunque sin cambiar las condiciones de fondo de los años 90. Así, se armó una política progresista de inclusión social precaria, derechos humanos, y empleos formales castigados por la inflación, todo esto apalancado por un contexto internacional que necesitaba de soja argentina y repartía dólares sobre la pampa.   

Aquella incorporación tenía el mismo objetivo estratégico que tuvo Perón durante su primer mandato: impedir el desarrollo independiente de la clase trabajadora y así evitar su radicalización política en la lucha de clases. Organizar para limitar; incluir para subalternizar. Desde ese punto de vista, el gran capital bajo ese interés, apoyó y hasta toleró en ciertos aspectos al Kirchnerismo como fuerza política para llevar adelante esta tarea. Y tras de sí, había logrado rodeado de un sector de la burguesía, sobre todo industrial como principal base y punto de apoyo para desarrollar su gobierno. Hoy esos mismos sectores le dieron la espalda, como se vio por ejemplo en el caso de Galuccio aliándose a los fondos buitre contra YPF o Paolo Rocca, entre tantos otros.  

En estos momentos, el peronismo está embarcado en la carrera para buscar nuevamente los favores de esa burguesía. El “elaborar las nuevas canciones” como dice Kicillof, es esa necesidad de un nuevo armado político e ideológico que se aleje más de la nostalgia de la “década ganada” y que tenga más consonancia con los nuevos requerimientos de la patronal. De ahí que revuelvan la historia para rescatar el conservadurismo de la derecha peronista. Ahora Rucci es parte de la nueva “épica”. 

La injerencia del imperialismo  

Las razones detrás de esta imposición del imperialismo, no responden solo a la dinámica política nacional, sino que tienen sus raíces en la dinámica internacional marcada por una disputa geopolítica.  Hace un tiempo venimos asistiendo a un escenario internacional marcado por crecientes tensiones en el terreno de la relación entre Estados, como así también, su contraparte bélica. El viejo orden establecido durante la postguerra se encuentra en crisis, sin que todavía emerja un nuevo orden. Más bien, existe una disputa entre las potencias imperialistas en descenso y las que buscan emerger: centralmente nos referimos a Estados Unidos y China.  

En este contexto se inscribe el salvataje al gobierno de Milei, la intromisión electoral y el nuevo acuerdo Marco que firmó el oficialismo con el gobierno de Trump. Con esta ofensiva, Estados Unidos busca revitalizar su inserción económica y geopolítica sobre América Latina, tras varias décadas de haberse retirado y dejando el terreno libre a China para su expansión. Desde los comienzos de los 2000’, la potencia asiática profundizó los vínculos económicos con la región, por intermedio de una apertura de sus mercados a los commodities primarios como en nuestro caso los productos del agro, pero también con acuerdos comerciales como el swap de monedas, e inversiones productivas en infraestructura como los planes de la construcción de Atucha 3, entre otros a lo largo de estos años. Ahora Estados Unidos arranca esta carrera más retrasado respecto de su competidor en todas las áreas de interés económico. No solo ramas productivas, sin también, y principalmente, la disputa de los recursos naturales como la minería, el litio, las tierras raras; y sumando a esto, el control sobre el pasaje bioceánico del atlántico sur, una avanzada muy importante desde el punto de vista geopolítico. Pero intentar socavar la influencia de China y reemplazarla por la suya no significa una tarea fácil que se resuelva sobre la base de meras declaraciones. Por el momento, el imperialismo yanki no mostró planes de inversión real, más allá del swap de monedas con el Tesoro, cuyo monto definitivo sigue por verse y depende mucho de los vaivenes de la situación política y económica actual. 

Por otro lado, China parece tener un grado de complementariedad mayor del que pretende Estados Unidos. De hecho, a pesar de las enormes desigualdades que existen entre la economía argentina y el imperialismo yanki, las dos son competitivas en varias áreas. En parte esta es la razón de que el acuerdo Marco tomaría unos 24 compromisos comerciales con Estados Unidos, mientras que de parte de este último hacia Argentina apenas se cuentan 3, y muy relativos. Es decir que muy lejos de tratarse de un “acuerdo bilateral”, se trata de una sumisión lisa y llana. 

A este respecto, no deja de ser ridículo, el grupo de intelectuales como Malamud que plantean que atarse a Estados Unidos sería una oportunidad de crecimiento para la Argentina, rescatando la teoría del “desarrollo por invitación”, utilizada para explicar en su momento el crecimiento de algunos países de la Unión Europea tras la segunda guerra mundial gracias al plan Marshall o el caso de Corea del Sur con endeudamiento. Más bien lo que se tiene es directamente una política de recolonización para transformar la economía nacional en un modelo parecido al de Perú, completamente dependiente de sus recursos naturales y con poco desarrollo productivo. 

Sin embargo, como venimos diciendo, semejante transformación requeriría una derrota profunda de las relaciones de fuerzas imperantes, y aun así esto no significa directamente estabilidad, sino más bien todo lo contrario. Atar la economía argentina, sumida en una crisis orgánica, a la potencia en declive, y en un contexto de inestabilidad, tanto internacional como en suelo norteamericano, sólo puede acrecentar la volatilidad apenas en pie de la situación política y social de nuestro país. Ya empiezan a sonar alarmas que van en este sentido. La asistencia ha generado fuertes críticas en los propios Estados Unidos, especialmente por parte de la oposición demócrata, que acusa a Bessent de emplear fondos de los contribuyentes para salvar a sus amigos de Wall Street. Incluso Paul Krugman, señaló que el dinero del rescate podría fugarse, lo que refleja que tiene poco de sólido el plan de estabilización vía endeudamiento. Y sumado a esto, está en veremos el monto final de los préstamos vía bancos privados como el JP Morgan. Finalmente, también hay que agregar el propio componente de inestabilidad política que significa Donald Trump. Las encuestas lo muestran con su imagen en descenso, mientras por abajo emerge la protesta social como las marchas multitudinarias bajo el lema de “No Kings”, en una dinámica política que va camino a las elecciones de medio término del año que viene, en la que resta ver cómo le ira al gobierno republicano electoralmente.  

Si bien la realidad concreta es que la injerencia norteamericana aumenta los elementos reaccionarios de la actual coyuntura política nacional, lo cierto es que el escenario está abierto y con crecientes factores de inestabilidad. 

La crisis económica y su carácter orgánico

El resultado electoral atenuó por lo pronto la sensación zozobra en la economía y a la dinámica de crisis que casi se lleva puesto al gobierno. Una vez más, como a fin del año pasado, Milei consiguió un poco de viento de cola que le permite navegar un tiempito más las aguas turbulentas. Pero no hay que olvidar que los factores que generaron desequilibrios fuertes no están resueltos, y más importante aún, que la crisis abierta es la síntesis de los problemas aparejados por el plan del gobierno sobre una economía con un deterioro de carácter histórico.  

En primer lugar, el esquema de estabilización del gobierno es endeble. Por ahora las variables macroeconómicas se mantienen estables, pero eso tiene más que ver con el apoyo político del imperialismo que por fortaleza propia. Milei está preso de mantener de manera artificial un plan económico que depende del dólar barato y una dinámica de recesión que enfríe la economía anclando los precios. Pero en los últimos meses la dinámica inflacionaria se mantiene al alza, aunque obvio que todavía en parámetros bajos en comparación con el gobierno anterior.  

Para mantener un dólar atrasado en el tipo de cambio se necesita de un influjo de reservas que por el momento solo pueden venir del endeudamiento, pero sobre todo el prometido por el “tío” Scott, dado que, si se quiere recurrir a otras formas de crédito, el riesgo país debería estar por debajo de los 400 puntos, cosa que todavía no pasa. La otra opción, que fue la privilegiada por Caputto durante este tiempo, es apelar al carry trade. De acuerdo a los dichos de Werning, el vicepresidente del BCRA, el plan es empezar a comprar reservas, cosas que viene siendo un pedido del FMI y el Tesoro hace tiempo y que el gobierno venía aplazando. De llevarse adelante esta política monetaria, los pesos que quedarían en circulación por la compra de dólares, constituyen un escenario favorable para la bicicleta financiera, para lo cual Caputo es especialista.  

Pero la contradicción inmediata es que mantener la divisa barata con un régimen de apertura indiscriminada de importaciones va en detrimento de tener una balanza comercial favorable. De hecho, se van más dólares por importación que los que entran, y la nueva deuda que colocaron distintas empresas solo va a complicar el esquema. Actualmente el BCRA tiene reservas netas se encuentran en números negativos mientras que en enero de 2026 tiene que enfrentar un vencimiento de deuda por USD 4.200 millones y para el resto del año los compromisos se elevan por encima de los U$S 19 mil millones. De esta manera, los dos vectores del plan económico van en direcciones opuestas. Y, por otro lado, tanto el carry trade, como los dólares prestados por el Tesoro dependen de condiciones políticas para mantener la confianza en la capacidad de pago. Sin mencionar el hecho de que las inversiones de carácter especulativo que esto podría atraer, pueden verse disminuidas o migrar hacia el norte si por ejemplo Estados Unidos continúa con fuertes políticas de proteccionismo.  

Es por esto, que incluso comparando el esquema de Milei con el de la convertibilidad de Menem, este parece ser mucho más endeble, donde varios aspectos ocurridos en los 90’ parecen sucederse en cámara rápida.  

Mientras tanto la dinámica recesiva sigue golpeando de lleno en el aparato productivo generando más desempleo a una velocidad acelerada. Por estos días, salió la noticia del cierre de la empresa Whirlpool, la fábrica Dana de autopartes, los despidos en la fábrica Essen, entre otros.  

Volviendo al análisis más general, el capitalismo argentino viene sumido en una crisis orgánica de décadas determinada por una decadencia cada vez más estructural. Es claro que la burguesía autóctona nunca se constituyó como una clase que tenga un proyecto de desarrollo nacional pleno y que buscara un rol distinto de ser una fuente de materias primas en la división del trabajo mundial, pero, sin embargo, durante algunos períodos particulares, favorecidos por condiciones externas, la argentina tuvo sus etapas de cierto desarrollo industrial. Sin embargo, la dictadura genocida fue la que inauguró un cambio de frente en el modelo económico general imponiendo las políticas neoliberales a pedido del imperialismo. La dinámica económica a partir de ese momento estuvo marcada por la destrucción del aparato productivo (que tuvo entre sus principales motivaciones el debilitamiento del movimiento obrero), el endeudamiento desmedido y la especulación financiera. Solo para ponerlo en algunos números, el PBI argentino creció 127% y el PBI industrial un 232% entre 1949 y 1974, mientras que en lo que respecta al período de 1974 a 1999 el PBI aumentó 55% y el industrial solo un 10%.  

De esta manera, se oscilo entre el ajuste por inflación por no poder resolver los problemas de competitividad del trabajo y la falta de divisas o directamente atacando conquistas y derechos abaratando la fuerza de trabajo como lo estamos presenciando ahora. En este escenario, la política de Milei no solo no resolvió ninguno de estos problemas de fondo, sino que viene a retroalimentarlos.  

La pelea contra las contrarreformas de Milei 

Nuevamente el gobierno plebiscita lo que queda de su mandato y su estabilidad frente al imperialismo y el FMI, con el intento de imponer un plan de contrarreformas reaccionarias, comenzando por la laboral y la tributaria, que buscará aprobar en el Congreso Nacional en sesiones extraordinarias durante el mes de febrero. 

Por ahora Milei parece decidido a buscar los consensos con la oposición dialoguista, sobre todo la liga de los gobernadores de Provincias Unidas, la UCR, y también con los gobernadores peronistas como Jaldo y Jalil que ya mostraron su voluntad de abroquelarse tras la iniciativa oficialista. Con toda esa lista de colaboradores, Milei logro ser la primera minoría en la cámara de Diputados y avanzar unos cuantos casilleros en Senadores. Pero, aun así, el gobierno necesita forjar los acuerdos con todos estos sectores y sobre todo con la CGT, que se encuentra en la primera fila negociando por intermedio de Gerardo Martínez de la UOCRA, que mantuvo su sillón en el concejo de Mayo durante todo este año y medio. 

Si bien la voluntad de estos actores es explícita en buscar dar gobernabilidad y apoyar la agenda reformista, no quita que no haya negociaciones y tire y afloje.  

A pocos días de terminar el año, el gobierno sufrió un duro revés en el Congreso con el tratamiento del presupuesto para 2026. Si bien se logró aprobar, en algún sentido fue una victoria pírrica, dado que no logro pasar el ajuste a los fondos para discapacidad y universidades. Sobre todo, esta última, tiñe el carácter ultra deficitario que el gobierno quiere imponer al presupuesto. Nuevamente las relaciones de fuerza expresadas en las luchas de este año aparecieron en el tratamiento del presupuesto impidiendo a Milei aprobar la derogación de estas leyes, incluso a pesar de las maniobras parlamentarias para intentar abroquelar al Pro y otros dialoguistas. El tiro salió por la culata, no solo por el mamarracho de la maniobra, sino porque son medidas que no tienen la legitimidad popular y por ende el costo político de apoyarlas es mayor que unos pocos pesos que puedan llegar por un presupuesto con todos los vicios de fantasía. 

En cuanto a la reforma laboral, de aprobarse, significaría una destrucción de toda una serie de derechos conquistados. La voluntad del oficialismo expreso una lista larga y abiertamente reaccionaria que obedece a una lógica global: aumentar el peso de los empresarios sobre la vida de los trabajadores de modo que haya un mayor disciplinamiento social en los lugares de trabajo, y de esa manera aumentar los márgenes de explotación y las ganancias para el capitalista. De conjunto sería la mayor quita de derechos laborales desde la última dictadura, e incluso pretende retroceder aún más en el tiempo en relación a varios puntos, como por ejemplo terminar con los convenios colectivos de trabajo y que se negocien paritarias por empresa. Impondría vacaciones fragmentadas en cualquier momento del año a discreción de la patronal, salarios “dinámicos” atados a la productividad (lo que elimina la paritaria de hecho), pago de salarios con “tickets canasta”, la posibilidad de ampliar los tipos de despidos “sin causa”, un tope a las indemnizaciones y, restricciones al derecho a huelga, con menos delegados por lugar de trabajo, etc.   

Hay que decir también, que, entre la clase trabajadora, Milei y también la burocracia sindical, pueden encontrar eco en su plan reformista. Hay todo un sector muy grande que hace ya tiempo están en la informalidad del trabajo y vive día a día sin ningún tipo de conquista que la reforma pretende borrar. Ese “precariado” ya padece las consecuencias de las reformas y desregulaciones anteriores. Pero habrá que ver cuál es su peso político a la hora de darse esta pelea. En la liza de la lucha de clases, pesa más un movimiento organizado y de lucha que un número más grande de personas desorganizadas. Y en todo caso, son los sectores más orgánicos de la clase los que vienen protagonizando las luchas en curso. Y mas allá de este elemento, a medida que corre el tiempo, se ve a todas luces que entre los trabajadores asalariados formales se hace cada vez mas fuerte la conclusión de que esto se trata de ley que destruye derechos laborales fundamentales de la clase trabajadora.  

Por eso el error de Milei fue doble: proyectar mecánicamente que el resultado electoral es un cheque en blanco, y que el tiempo para tratar esto era suficiente. Y fue tal el envalentonamiento sin atender a ninguna relación de fuerza o negociación, que Milei se apresuro para saldar la interna al interior de su gobierno y ordenar a la tropa en favor de una versión de la reforma más antisindical, muy a pesar de los intentos de Martínez y el resto de la CGT para ser contemplados en la reforma. Sucede que la CGT está tratando de negociar que no le quiten sus privilegios de casta afectados por la ley y por eso rechazo el llamado a un Paro Nacional, que sería verdaderamente una primera medida de lucha que colocaría a cientos de miles de trabajadores en las calles, que es claramente lo único que puede realmente enterrar los intentos de Milei de aprobarla. 

Pero no solo opera el interés de casta burocrática. En cierta forma, es una ubicación de parte de la burguesía de incluir a los sindicatos como puntos de apoyo para aplicar la reforma en cada lugar de trabajo. Después de todo, la burocracia es un factor de estabilidad de la lucha de clases.  

Sin embargo, la conmoción en las bases metió una fuerte presión y se vieron obligados a convocar a la marcha del 18 de diciembre. Una movilización que, si bien fue importante, no llego a la masividad que se requiere para derrotar la ley. Pero tuvo un peso político que trascendió el número de la convocatoria, y sumado al revés en el parlamento durante la jornada anterior, logro aplazar el tratamiento de la ley para el mes de febrero, lo que deja claramente golpeado al gobierno. 

Al finalizar el año y a pasar del fortalecimiento del gobierno, el aplazamiento de la contrarreforma laboral significa un impasse que sirve para ganar tiempo, y muestra claramente que el escenario sigue abierto. En cierto sentido, que “la moneda esté en el aire”, expresa tanto la peligrosidad del intento de contención de la burocracia que buscará pactar la ley con el gobierno, como también la potencialidad del ingreso de una importante porción de la clase trabajadora a la lucha política.  

La clase trabajadora frente a una encrucijada. Las tareas de los revolucionarios 

Culminando los dos años de gobierno libertario, la situación política del país se aproxima a un punto de inflexión. Es verdad que durante la última década se prestó especial atención a los años impares en los que hay elecciones de medio término, porque los antecedentes de 2013, 2017 y 2021 marcaron el comienzo del fin de los tres gobiernos anteriores al de Milei. Sobre todo, luego del 14 y 18 de diciembre de 2017 con las movilizaciones en el Congreso que catapultaron a Macri a la derrota, aunque la nueva situación no es exactamente asimilable a este último caso. El reformismo permanente de Milei representa un cambio estructural mucho más profundo, es decir, que, en cierto sentido, estamos ante la ofensiva capitalista más grande desde la década del ’90.  Por eso, la burguesía mantiene su preocupación acerca de si esta vez se puede romper la racha de los gobiernos anteriores y llegar sin crisis al final del mandato, algo que le expreso muy claramente Macri a Milei, refiriéndose a su caso. 

El desafío que tiene por delante el gobierno y la patronal no es menor y sería un error interpretar que solo una victoria electoral le otorga los atributos necesarios para ganar. Todo deberá pasar por la prueba de la lucha de clases en un contexto general de mucha fragilidad. Incluso si se consolidara este nuevo país, se dejaría afuera gran parte de la sociedad. En efecto, la pretensión de “peruanizar” a la sociedad argentina implica barrer un entramado profundo que hace a las condiciones de vida millones de personas, sobre todo en los grandes centros urbanos del país con lo cual se podrían seguir incubando grandes luchas. Pero todo esto, queda lejos, y por ahora es música de futuro.  

La contradicción es que se pone en juego un factor importante. Los tiempos de esta transformación, para ganar estabilidad financiera por la rentabilidad que se lograría, son más lentos que los tiempos de la inestabilidad política y social presente que dan lugar a una conflictividad que le complica los planes a Milei.  

En definitiva, estamos frente a un punto de no retorno, en el cual Milei no puede retroceder. No parece muy probable la hipótesis de que el gobierno se transforme en un macrismo de tipo más republicano, administrando la crisis y la precariedad social. Ese margen de tiempo parece haber pasado, y ahora crece la presión política que le impone el gran capital que parece a estar decidido a lanzarse por todo. Por eso reafirmamos, que el éxito o no que el gobierno tenga con las reformas sigue teniendo un carácter plebiscitario. No hay que descartar que, si el gobierno fracase, no regresen tiempos de zozobra y desgobierno como lo que ocurrió hace un mes. 

De todas maneras, aquí no se trata de hacer futurología acerca de bajo qué forma se desarrollarán los acontecimientos políticos por venir, es decir, si la clase trabajadora lograra finalmente frenar la agenda reformista del gobierno o no, sino más bien, poner sobre la mesa los alcances y límites del actual periodo, para establecer cuales son lo puntos de apoyo de la realidad para la intervención política de las organizaciones revolucionarias. 

En efecto, más allá de los ataques vividos durante estos años de gobierno, la clase trabajadora y el movimiento de masas en Argentina no ha sufrido una derrota, no ha sido desorganizado, ni desmoralizado, y el gobierno no ha podido doblegar las enormes fuerzas que existen entre los explotados y oprimidos. Es decir, que la relación de fuerza entre las clases sociales no es todavía la que necesita la burguesía para imponer sus planes. 

De ahí que el principal desafío para enfrentar las grandes luchas contra el gobierno pasa por derrotar la pasividad que impone la burocracia sindical y el peronismo, que sólo busca, como hizo todo el año, administrar el malestar social haciendo “cada tanto” algunas marchas y paros, pero que no tienen ninguna intención de golpear al gobierno para derrotar sus planes. La crisis de representación que atraviesan las principales direcciones del movimiento de masas significa una oportunidad histórica para la izquierda revolucionaria en nuestro país. Parte de la oportunidad es el contraste manifiesto entre la voluntad y capacidad de resistencia de un amplio sector de la vanguardia de la clase trabajadora al calor de las luchas en curso, con la falta de alternativa de su dirección, y lisa y llanamente desmovilización deliberada. Esto nos abre un auditorio mas amplio, y no solo electoral, entre la izquierda y la vanguardia. Representa una oportunidad estratégica, porque no hay forma de la superación de las direcciones del movimiento, sin este contacto con la vanguardia y la izquierda que concentra la lucha.  

En este sentido es clave impulsar la autoorganización por abajo, con asambleas, espacios de lucha, coordinaciones, etc. Pero también deben convivir la exigencia a la lucha al peronismo y la burocracia sindical con la denuncia del rol traidor de aportar en la gobernabilidad de Milei, sin la cual no se procesaría del todo esa experiencia. Pero por el otro lado, cada vez más cobran relevancia los aspectos que han surgido este año como la injerencia del imperialismo, el problema interminable de la deuda, en los asuntos nacionales. Es decir, que dado el carácter de la crisis que atraviesa el país, estos elementos aparecen cada vez mas entrelazados a los aspectos de la vida cotidiana y las reivindicaciones mas elementales. Así, la pelea por echar al FMI, y dejar de pagar la deuda, la exigencia de terminar con la intervención de Estado Unidos, son consignas programáticas que se tiene que combinar mas fuertemente con la intervención en las luchas inmediatas. Empieza a haber más espacio para discutir un programa y una salida mas de fondo a la crisis capitalista en el marco de que hay un sector que esta en la lucha, pero que todavía carece de un horizonte por el cual pelear y con sus direcciones en crisis.  

En lo inmediato, las tareas políticas para la izquierda en Argentina radican en ligarse cada vez más a los sectores más orgánicos de la clase trabajadora, el movimiento estudiantil y el movimiento de mujeres para preparar las peleas importantes que se vienen. Al mismo tiempo debemos ir forjando una fuerza política que nos permita constituirnos como una alternativa que pueda proponer una salida socialista como salida a la crisis abierta que esta en curso.

TE PUEDE INTERESAR